Cuando me haya ido

46. Celos

El doctor Rodríguez estaba de pie al lado de Diego en el aeropuerto.

—Entonces ¿Ella está saliendo con alguien y tú también?

—Sí...

—Que pena, Diego, siempre pensé que eran el uno para el otro —agregó

—¿También tú? —preguntó Diego.

—Sí... ¿Por qué? Es un poco obvio, se nota que se aman, ella te ha cuidado tanto… No sé qué hacen separados…

—Ufff —bufó Diego—. Ella es demasiado para mí, está mejor con ese actor de cuarta que puede darle lo que necesita… —zanjó molesto.

—Esa sí que es una tontería —negó el doctor—. Tú eres una gran persona, serás un excelente profesional y nadie la va a amar como tú, porque a mí no me engañas… te conozco.

—¿Tú qué sabes del amor? —inquirió Diego enfadado.

—Llevo casado con la misma mujer hace casi 50 años, así que creo que se bastante... Las cosas nunca fueron fáciles, no son perfectas, pero estamos juntos aun y nada ha podido acabar nuestro amor...

—Mmmm... Pero no ha de ser igual... tú y ella han de ser del mismo mundo, no como Tizi y yo…

—Qué tonterías dices, muchacho, el único mismo mundo al que deben pertenecer dos personas para que funcione es el mismo mundo creado por ellos dos.

—No te veía tan romántico…

—Sin el amor de mi esposa no hubiera podido enfrentarme a tanta tristeza de mi profesión... No te veía tan escéptico, Diego, pensé que la vida que llevaste te habría enseñado que no todo es blanco o negro, que hay matices, que hay colores, y que la vida es muy corta…

Tiziana y Luca venían de la mano y Diego frunció los puños al verlo.

—Eso que sientes ahora, son celos —explicó el doctor riendo mientras los veía acercarse—, será mejor que te relajes —añadió dándole un golpe cariñoso en el brazo.

Tiziana se acercó a ellos y se presentaron, Diego y Luca se apretaron las manos en forma de saludo y un mundo de palabras no dichas surgieron entre los dos mientras se miraban a los ojos.

—Los llevaremos al hotel —dijo el Doctor intentando cortar la tensión que se palpaba en el ambiente.

Cuando estuvieron allí, el doctor se despidió de ellos sonriéndoles y agradeciéndoles su presencia. Un montón de fanáticas rodearon a Luca y le pidieron fotos y autógrafos mientras el Tiziana terminaba de registrarse en el hotel.

—así que lidias con las fans de él —dijo Diego observándolo sonreír en las fotos.

—Sí… ¡No sabes todo lo que le dicen y le escriben! —añadió divertida—. Las chicas son atrevidas…

—Mmm… lo puedo imaginar…

—¿Y tu chica? —preguntó ella—. ¿Saldremos esta noche?

—Sí... pasare por ustedes a las ocho, podemos ir a cenar algo —respondió.

—¿Te dije que te ves guapísimo con ese traje? —añadió ella mirándolo descaradamente.

Luca se acercó a ellos.

—¿Vamos arriba, amor? —inquirió tomándola de la cintura y besándola en los labios.

—Vamos —respondió ella y Diego sintió ganas de vomitar en ese instante—. Nos vemos luego, Die…

—Adiós —respondió con sequedad y se marchó.

La rabia, las lágrimas, los celos, la ira, todo amenazaban con hacer explotar su tan trabajado autocontrol, así que manejó sin rumbo por un rato hasta calmarse. Luego fue de nuevo a su oficina y más tarde a su departamento para prepararse para salir.

Busco a Mariela y juntos fueron a buscar a Tizi y Luca para la tan esperada salida de cuatro. Fueron a un restaurante, comieron y luego fueron a bailar. Cada uno con su pareja, Tizi vio como Mariela abrazaba a Diego por el hombro mientras seguían el ritmo de una balada.

«Ridícula» pensó para sí y empezó a moverse de forma sensual frente a su novio. A Diego no le pasaron desapercibidos esos movimientos, así que sujetó a Mariela por la cintura atrayéndola más y besándola.

Tiziana sintió que la sangre se le calentaba de la rabia y que tenía unas ganas locas de ir a pegar a Diego, así que hizo lo mismo besando a su novio como si el mundo fuera a acabarse mañana. Luca puso una mano en su espalda y la otra en su nalga y Diego no lo soporto, así que se acercó a ellos.

—¿Te molestaría prestarme un rato a tu chica? —le preguntó caballeroso.

—No si tú me prestas la tuya —dijo Luca notablemente borracho.

—Mantén tus manos alejadas de sus caderas —ordenó Diego y el otro sonrió mientras saludaba galantemente a Mariela.

—¿Así dejas que tu novio te manosee delante de toda esta gente? —preguntó Diego enfadado.

—No hizo nada, además, ¿a ti qué te importa? —preguntó Tiziana—. Te estás besando a la chica como si estuvieras buscando oro en el interior de su garganta.

—¿Lo mismo que buscas tú en la garganta de tu chico de revista para adolescentes? —preguntó él.

—No sé qué te importa a ti lo que yo haga o deje de hacer con él —zanjó ella.

—No me importa, solo no me gusta que te falte al respeto de esa forma, además está completamente borracho, no sabe ni lo que hace…

Un ruido los trajo de regreso a la realidad, Luca había caído al piso completamente desmayado.

—Dios, Tiziana… ¿Y esa es la persona con la que estas de novia? —inquirió Diego mientras corría a levantarlo.

Diego, con ayuda de dos chicos más, llevaron a Luca hasta el auto y Tiziana subió atrás muerta de la vergüenza. Odiaba salir con Luca porque él no sabía tomar y se emborrachaba con la primera copa.

—¿Te llevo a tu casa primero y luego dejo a estos dos? —dijo Diego hablándole a Mariela.

—Diego, no te preocupes, iré con una amiga a quien acabo de encontrar aquí, pero... ven —Lo llevó hacia un lugar alejado donde Tiziana no los podía oír—. ¿Que estás haciendo con tu vida?

—¿De qué me hablas? —preguntó él confundido.

—Se nota lo que esa chica significa para ti... Yo no puedo competir con la forma en que la miras, todo lo que pasó hoy, la tensión entre ustedes, la forma en que me besabas cada vez que ella miraba. Yo no puedo jugar este juego, Diego, no puedo salir lastimada otra vez de una relación... lo siento —añadió y se volteó para marcharse.




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