Diego despertó tarde ese día, era uno de esos días en los que los recuerdos inundaban la mente, y el alma se encontraba pesada. Preparó una mochila en donde guardó la caja que debía abrir por la tarde y se dispuso a salir. Primero tenía que ir por la casa del doctor Rodríguez que lo llamo para decirle algo, luego almorzaría algo por allí e iría al cementerio a visitar a Silvia. después de eso iría al mirador a abrir el paquete que su hermana le había dejado.
—Diego, que suerte que viniste —dijo el doctor Rodríguez recibiéndolo en su casa,
—Sí, ¿cómo estás? —preguntó Diego.
—Bien, todo tranquilo, ¿tú?
—Bien, recordando un poco... Es un día difícil.
—Lo sé, por eso te he llamado. Hoy en nombre de tus padres, de Silvia, de mi esposa y mío, quiero felicitarte por todo lo que has logrado. Estamos muy orgullosos de ti y estoy seguro de que tus padres también lo están. Estamos felices con tus logros, tú has sido como un hijo para nosotros, aquel que nunca hemos podido tener, por eso te agradezco de manera personal el que me hayas dejado ayudarte todo este tiempo —dijo el hombre.
—Soy yo quien estará eternamente agradecido, tú me apoyaste en todo este tiempo… no lo hubiera logrado sin ti…
—Te faltaba demasiado poco para acabar la carrera, Diego y valía la pena que lo hicieras —suspiró—. Y hoy quiero darte una responsabilidad mayor, quiero dejarte a cargo de la fundación, quiero que tú te encargues de eso. Estamos ampliando el proyecto con unos inversionistas extranjeros, y pronto la fundación tendrá su propio hospital donde los enfermos de leucemia podrán ser tratados prácticamente gratis, me gustaría que trabajes en ese hospital, que hagas allí tu residencia y luego te quedes a cargo de todo...
—¿Lo dices en serio? Pero aún me falta un poco…
—Lo sé, pero también sé que tienes mucha experiencia, sabes mucho porque lo has vivido en carne propia, has pasado por todas las etapas de la enfermedad... Sabes lo suficiente y tienes el corazón para hacerlo... Tu corazón jamás se endurecerá ante las necesidades de esos niños enfermos porque en cada uno de ellos veras a Silvia, por eso creo que eres el adecuado para ese puesto.
—Gracias por confiar en mí —respondió Diego con la emoción a flor de piel y se abrazaron.
Salió de allí un rato después y fue al cementerio, todavía no podía procesar lo que había sucedido y cómo su vida había cambiado de pronto.
—Te traje estas flores —dijo poniéndolas al lado de la lápida—. Feliz cumpleaños… ¿Dónde estarás ahora? ¿Será más fácil la vida donde están ustedes? Te extraño, ¿sabes? Me gustaría tus consejos. Es un poco irónico, ahora tengo todo lo que deseé y no la tengo a ella… Silvia, me siento muy solo. Todo lo que hice, todo lo que logré, lo hice por ella, lo hice para poder estar con ella, pero la perdí por el camino... soy un tonto. ¿Sabes? Cuando te fuiste me ayudó tanto, se preocupó por mí, me cuidó, dejó toda su vida por mí. Y ella siempre estuvo dispuesta a amarme y no se lo permití nunca, ¿porque lo hice? Las razones que tenía antes ahora me parecen completamente inválidas... y tú… me lo dijiste tantas veces... ¿Cómo es que una chiquilla como tú lo vio venir y yo no pude? Tú sí que sabias muchas cosas, hermanita, quizás por eso te fuiste tan pronto...
La tarde paso rápido y Diego se encaminó hacia el mirador para poder cumplir su promesa. Eran las 18:30 cuando llegó. El sol aún no se ocultaba, el recorrido de lo vivido allí le golpeó de inmediato, cerró los ojos e imaginó a su hermana sentada en ese lugar y sus palabras para él se repitieron en su mente: «Estoy cansada de ver esa versión de ti, quiero verte feliz, cumpliendo tus sueños, creyendo en ti mismo… Te pasas la vida menospreciándote, sientes que te falta algo y que has tenido mala suerte, te regañas por oportunidades que no tuviste mientras dejas pasar las que sí tuviste…». Se refería a Tiziana, lo supo antes y lo sabía ahora... y dolía.
Las 19:00, Diego caminó hasta una esquina, se sentó y colocó el paquete en su regazo. Lo abrió con cuidado. Un sobre blanco con la letra de Silvia que decía DIEGO reposaba sobre algo parecido a un libro.
«Querido Diego:
Si estás leyendo esta carta es porque eres un tonto y no has hecho nada bueno en los últimos tiempos... Bueno, quizás hayas logrado terminar la universidad o estés a punto de lograrlo, lo que me hace sentir feliz por ti, pero ¿te sientes mejor ahora que lo lograste? ¿Te sientes más digno de la chica que amas por haberte recibido de lo que te sentías cuando eras mesero del hotel? Probablemente la respuesta sea no, probablemente ahora te estés autocompadeciendo por todas las veces que la dejaste ir, por todas las veces que no fuiste capaz de luchar por su amor, y probablemente pienses que ya es tarde, porque el culpable de todo, Diego, no es nadie más que tú...
Tú y tu egoísmo, tu incapacidad de ver la situación desde otro ángulo... Si estás en el mirador ahora levántate y mira lo que hay a tu alrededor. Fíjate como puedes ver lo que sucede allí abajo, fíjate como puedes ver las cosas diferentes si sales de tu zona cómoda. Tu zona cómoda es ese egoísmo porque siento decírtelo, pero eres un egoísta, aunque quizás sea inconsciente...
Tú crees que haces el bien a los demás, piensas que le hiciste bien alejándola de ti, apartándola de tu vida y tratas de convencerte de que era por su felicidad cuando en realidad lo hiciste por miedo, por miedo a fracasar como persona, como pareja, como hombre... Y ella no fue feliz, estoy segura de que no lo es, porque su amor por ti es grande. Pero también estoy segura de que si estas leyendo esta carta, ella ya se rindió porque piensa que ya no tiene caso, que nunca la amaste lo suficiente para dejar de ser cobarde y jugarte por ella...
¿Hasta cuándo entenderás, Diego que la vida es una sola y que hay que vivirla? Perdimos a nuestros padres y me perdiste a mí por cosas por las cuales no pudiste hacer nada, no pudiste luchar más de lo que luchaste, aunque hiciste todo lo que estaba en tus manos... Sin embargo, la perdiste a ella por cosas por las cuales no luchaste porque no quisiste y por las cuales sí podías hacer algo...