El taxi se detuvo frente al mirador aproximadamente a las 21 horas, todo estaba oscuro y el lugar estaba cerrado. De todas formas, se ingenió para entrar sin que la vieran distrayendo al guardia. Cuando subió no había nadie, todo estaba desierto.
—Silvia, sé que querías que estuviera aquí a las 19, pero no pude llegar, tenía una reunión importante. Lo cierto es que llegué —dijo excusándose y mirando al cielo.
Se sentó en una esquina, sacó su celular y prendió una luz para poder abrir la caja. Vio una carta, la abrió...
«Mi querida Tizi:
Qué más quisiera yo que esta carta no llegara a tus manos, pero Luis tiene las indicaciones de entregártela si llegara una fecha clara y mi hermano y tú no estuvieran juntos o si uno de los dos estuviera a punto de casarse con otra persona. Así que, si es así, estarías leyendo esta carta en algún punto de tu historia.
No puedo defender a Diego, ha sido un completo estúpido y en su tremendo miedo a no poder darte lo que te merecías no ha sabido darte lo principal, el lugar que te mereces en su vida. Pero sé que te ama, y estoy segura de que aún hoy, lo hace. Él no va a volver a amar a nadie de la forma en que te amó a ti, eso lo sé porque soy su hermana y se cómo funciona su mundo... Te dije una vez que si él te llegara a amar pasarías a ser el centro de su vida y aunque eso resultara abrumador, podía también ser bonito. Él siempre piensa que quiere lo mejor para la persona que ama y es tan estúpido que no cree que él sea lo mejor para ti, por eso se ha alejado...
Estoy segura de que si esta carta llega a tus manos es porque eres tú la que está en pareja, aunque puedo equivocarme. No pretendo que cambies las decisiones que has tomado, solo quiero que pienses sobre el verdadero amor y te preguntes si es eso lo que has sentido al lado de Diego…
Me enseñaste tantas cosas, Tizi. Me enseñaste a enfrentar a mis miedos, a creer en mí misma, a sentirme libre de amar y ser amada... Me enseñaste que mi enfermedad no me hacía menos persona y que era digna de vivir lo mejor de la vida, el amor... Me enseñaste sobre la amistad, la lealtad y los sueños, y te agradezco infinitamente todo lo que hiciste por mí, pero hoy te pido que hagas algo por ti.
Háblate a tí misma como si fueras yo, como si lo que vives tú, lo viviera yo. ¿Qué me dirías a mí? Tú tienes las respuestas, Tizi, en tu corazón, en tus canciones. Y si Diego estuviera en donde debería estar en este mismo día y a esta misma hora, no necesitan hablarlo, solo abrácense... las palabras a veces sobran...
Te quiero, genia
Silvia».
Los ojos de Tizi estaban húmedos por las lágrimas, revisó las fotos que le había dejado, eran las mismas que le había dejado a Diego, al final tenía la misma foto del beso. Al lado la frase de la misma canción.
Tizi entendió por qué Silvia había querido que estuviera allí a las 19, es probable que hubiera citado a Diego a la misma hora, quizás hubiera sido más fácil si ella hubiera llegado a la hora... Ahora no sabía qué hacer, si buscarlo o regresar y olvidarlo todo.
De todas maneras, era tarde, no quedaba otra que ir a lo de Fiorella y pedirle consejos a su mejor amiga. Bajó del mirador y tomó un taxi.