Cuando me necesites | Serie Cuando | Libro 1

6.

 

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Tenía tres atuendos completos que podía usar para el desayuno. Les dediqué un análisis a todos, pero no pude decidirme. Miré el reloj en mi mesa de noche. Faltaban como dos horas para las ocho y quince. Esa era la hora de la reunión.

El celeste era un buen color, pero me hacía ver muy pálida según mi perspectiva. El anaranjado era muy llamativo y la blusa muy transparente. El amarillo en cambio me hacía lucir muy inocente. La inocencia en ojos de estas personas era aceptación implícita para el abuso.

—Creí que ya te habías decidido por el celeste —comentó mamá. Traía su bolsa de tejido enganchada en su antebrazo y sus manos trabajaban en lo que sea que esté ahora. Tal vez era otra bolsa para cojín.

—Es que…

—Se te ve muy bien ese color. Te resalta la cara —Me aseguró por milésima vez.

Hice un sonido con la garganta mientras me ponía el atuendo a la altura de mi cuello para visualizar en el espejo. Una cosa era segura, el color celeste era el mejor para la ocasión.

—Es mi mejor opción ahora mismo —respondí dejándolo sobre la cama y regresando los otros a mi armario—. ¿Puedo usar tus aretes de aro? ¿Los pequeños con diseño?

—Sabes dónde están —dijo ya distraída por su tejido. Se dirigió a la sala y se quedó ahí mientras yo iba de un lado al otro tomando prestado cosméticos y cosas para arreglarme el cabello. Cuando terminé, me paré frente a mamá para que lo aprobara. Me había visto al espejo y me parecía que quedé bien, pero, si había alguien de quién necesitaba validación, era de mi madre.

—¿Y? ¿Qué tal estoy? —pregunté cuando no dijo nada y solo me miraba—. ¿El maquillaje es demasiado cargado?

—Pero si apenas te pusiste algo, Melanie. —Soltó el casi regaño. Lo decía porque a ella le gustaban que los labios tengan un color llamativo.

—Es que el maquillaje va así mamá. Me hace lucir sofisticada.

—Pues claro que sofisticada, si mi hija eres —Su hermoso acento colombiano salió a relucir. Cuando elevaba el tono de voz, se asentaba aún más.

—¿Pero estoy bien? —pregunté de nuevo.

Asintió orgullosa.

—Bellísima, una reina —Me felicitó. Sonreí.

—Gracias, ma.

Fui a mi habitación, tomé la cartera que preparé desde ayer, porque quedaba con cualquier atuendo que eligiera, me miré por última vez al espejo y salí.

—Regreso como a eso de las dos —le hice saber. Mis tacones resonaban por el piso—. No te preocupes por el carro, que lo parqueo en sitios seguros. —La tranquilicé. Le había pedido prestado su auto porque llevaba ropa para cambiarme en la universidad. No iba a quedarme con este atuendo todo el día.

—¿Hoy terminabas los exámenes? —preguntó con la vista fija en el trabajo que tenía en sus manos. Estas se movían ágiles y veloces.

—A las doce tengo el último —le confirmé—. Bueno, ma, me voy. Nos vemos en la tarde. —Salí por la puerta mientras me deseaba un buen día.

Conduje por las abarrotadas calles mañaneras de Bogotá. Me habría evitado tanto tráfico al salir más temprano; sin embargo, no me apetecía llegar tan temprano a la reunión. Lo prudente sería unos diez minutos antes, demostraría puntualidad, compromiso y responsabilidad.

No tuve mayores inconvenientes para ingresar al parqueadero ni para encontrar el ascensor que me lleve al restaurante del hotel. Caminé lento, porque tenía tiempo y necesitaba unos minutos extras para llamar a mi personaje. Sentía a los latidos de mi corazón en el estómago. Estaba nerviosa y eso volvía más difícil desplazar a la verdadera yo.

Comenzaba a dudar. ¿Y qué pasaba si la propuesta de Alec solo era una forma de conseguir otra cosa? Hasta ahora no me había pasado algo parecido, pero había escuchado historias de mujeres que pasaban por ello. ¿Qué iba a hacer si era el caso? Intentaría humillarlo de alguna forma, ese sería mi primer impulso. Sin embargo, ¿qué tan inteligente sería de mi parte hacer eso? No era tonta, él podía borrar mis posibilidades de hacer una carrera periodística en solo un momento. Si tenía el poder de conseguir mi artículo una semana antes de que se publicara, era lógico pensar que podría hacer eso y mucho más.

Lo de la humillación quedaba descartado. Lo mejor era rechazar rotundamente cualquier propuesta inapropiada y romper contacto.

Otra cosa que podía pasar era que la reunión podía ir a puntos incómodos, como que no pueda aceptar los términos que me pidan o que no acepten los míos, cuando sepa cuáles son. Esta situación sería mucho más manejable que la otra, además de más probable.

Como sea, estaba de nuevo creando escenarios posibles en mi cabeza. Era algo ya natural en mí, porque era una forma de mantener cierto control sobre el futuro.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 06.05.2024

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