Sentía el estómago revuelto y podía ser por varias razones, incluido el hecho de que estaba a poco de reunirme con Alec. Recibí su mensaje bastante corto y directo con la dirección y hora del encuentro. Decir que el mensaje fue impersonal no era exagerar. Parecía más como un texto automatizado que estuvo programado para que me llegue a las ocho en punto de la mañana del lunes.
¿Hirió mis sentimientos? No llegaba a tanto. ¿Me sentí un poco triste? Sí, eso sí, pero estar ocupada ayudaba a que no lo tenga tan presente.
Sí, lo extraño en mi estómago podía deberse a eso. Aunque pensándolo bien, debía admitir que el bollo que me comí temprano podía tener algo que ver. Sabía un poco extraño, pero me lo comí de todos modos porque la señora que me lo vendió dijo que era su primera venta y me observó comerlo con tal orgullo que no pude hacerle el desaire.
Fabián me hizo una señal para que entrara a su oficina. Por fin, lo había estado esperando hace más de una hora.
—Eres buena con las primeras impresiones, por lo que veo. —Fue lo primero que me dijo mientras dirigía su mirada a la pantalla de su computador. Puse el USB sobre su escritorio.
—No voy a dejar que desvíes la atención otra vez —le advertí. Acerqué el dispositivo a donde estaba su mano—. El artículo del que te he hablado. Te tomará cinco minutos a lo mucho. Y no me digas que te lo mande al correo, porque lo he hecho cinco veces. ¡Cinco veces! Léelo ahora, en serio. Me lo debes, he hecho mucho trabajo extra por ti, mucho. Y lo prometiste. Por Dios que si no...
Recogió el USB y lo introdujo en su computadora. Vi cómo leyó cada palabra. Se estaba leyendo el esfuerzo de meses y tal vez lo desecharía en los próximos minutos, porque no es tan bueno o porque no estaba acorde a la línea editorial de la revista. Pero yo no lo había escrito para que lo publiquen en el número del mes, lo escribí porque él tenía contactos, conocía a personas que sí les interesaría publicar algo como lo que estaba leyendo.
Le tomó más tiempo del que le pedí, pero siguió. Luego pasó a comprobar las fuentes, incluidas las grabaciones y los enlaces a las páginas webs.
Cuando terminó, me dirigió una mirada que ya conocía bien. Era la que decía que estaba contento, pero a la vez enojado. Significaba que era bueno, pero estaba atado de manos.
—No es para publicarlo aquí, pero pensaba que podías presentarme a alguien que le interese. Un medio privado, pero con buena reputación en este tipo de casos. O no, no lo sé. Solo es necesario que no lo sepulten. Quiero que se publique, aunque no me paguen nada, pero que esté mi nombre. Quiero un artículo publicado bajo mi nombre.
—Te daré un espacio en la revista, tu nombre en un artículo como quieres —ofreció.
—¿Pero y este artículo? Es importante que se sepa, tengo buenas fuentes y las pruebas...
—Melanie, ¿entiendes que publicar algo así tiene un cincuenta por ciento de probabilidades de acabar con tu carrera incluso antes de que empiece?
—No invento nada —le hice saber.
—No creo que a alguien le importe si inventas o no. —Lo dijo con verdadera simpatía reflejada en sus ojos—. No sabemos quién más puede estar involucrado. Esto parece solo la punta del iceberg. Eres una chica inteligente, lo sabes.
—Me tomó meses...
—No digo que no sea bueno. Si no lo fuera, no estaría preocupado. ¿Cómo siquiera diste con esto?
—No puedo decirte eso. Tengo que proteger a la fuente.
—¿Y qué medidas estás tomando para protegerte a ti? —Me pregunto ya con un tono que me indicaba que estaba empezando a enojarse—. No puedo creer que hayas hecho algo tan irresponsable.
—¡Irresponsable! Un director de una facultad está obligando a sus estudiantes a prostituirse. Las amenaza con matar a sus familias, a una de ellas ya le secuestraron al hermano. Hay mujeres sufriendo.
—Es peligroso.
—¡Lo sé! También tengo miedo y quise olvidarlo. Lo logré por un tiempo, porque tengo suficiente carga en mi vida, eso me dije, y soy una persona horrible por eso, pero ayer me levanté y fue lo primero en lo que pensé en la mañana. Ya no puedo ignorarlo, no lo haré. No pienso esconderme en la excusa de que no leer mis correos, no más. No quiero ser así de hipócrita. Me ofrecieron escribir un artículo que cubre el triunfo de una comunidad indígena en contra de una importante petrolera. ¿Qué clase de persona sería si decido revelar unas cosas, pero otras no?
Se echó para atrás, apoyando su espalda por completo en su silla.
—¿Que tan importante es que este artículo tenga tu nombre? —preguntó.
Me quedé callada, porque era así de interesada. Una mala persona, eso era. En contra de todo lo que quería, dije lo siguiente solo por pura vergüenza.
—Puedo renunciar a eso si es que logras que se publique.
—Conozco a alguien que sin duda lo publicará. Sin embargo, solo te ayudaré bajo ciertas condiciones.
—¿Cuáles? —pregunté a regañadientes.
—Esto no solo no tendrá tu nombre, sino que nadie nunca sabrá que fuiste tú quién escribió todo esto.
Eso le hizo cosas malas a mi estómago ya de por si sensible.
—¿Y qué más? —pregunté.
—No tratarás de involucrarte una vez se publique. Y hablo en serio, si lo haces, seré yo quien te deje sin carrera. —Le di una mirada que ninguna pasante debería dirigirle a un editor del calibre de Fabián—. Si dejas esto aquí, será todo. Será como si nunca te hubieses encontrado con esta historia y tendrás que confiar en mí para manejarlo.
—¿Qué pasará cuando las autoridades lo investiguen? Querrán hablar conmigo.
—Como dije, será como si nunca te hubieses encontrado con esta historia.
—Es injusto —murmuré.
—No estoy tratando de salvar tu carrera, Melanie. Estoy tratando de salvar tu vida. Sabes lo que es ser periodista en este país. —Sí, ojalá eso lo hiciera más fácil—. Para animarte, te daré una buena noticia —dijo. Solo me quedé callada—. Recibí una llamada de Andrea Ríos. Quiere saber si te interesa cubrir el inicio de la construcción del complejo hotelero. Estarán presentes autoridades importantes de la isla San Andrés. Será algo sencillo para el siguiente número de la revista.