Salí temprano del hotel, ya mucho más descansada que ayer. Fui en busca del edificio de la Gobernación, no esperaba que estuviera abierto y no lo estaba, pero quería ver qué tan cuidado estaba el lugar. Tenía un profesor que solía decir que el lugar de una persona decía mucho de ella. No es que me fuera a meter en la oficina del presidente de la Gobernación, no aún, pero quería ver un poco el exterior y lo que podía ver del exterior.
No pude sacar mucho de allí. Mas allá de que la pintura estaba descuidada, la entrada se veía bien y limpia. Lo único que podía deducir de ello es que alguien no había elegido bien la pintura para el exterior, o colocaron la más barata que encontraron para abaratar costos. Tal vez no tenían los fondos suficientes. Aunque, si fuera eso, ¿qué pasó con todos los millones que el Gobierno de Colombia les había entregado para el proyecto de electricidad? Si bien eran presupuestos destinados para diferentes propósitos, que no se haya hecho ni lo uno ni lo otro era la cuestión.
Visité de nuevo el aeropuerto, justo el lugar donde había visto el letrero que anunciaba el proyecto eléctrico. El brillo de los colores en el anuncio estaba un poco apagado, indicativo del paso del tiempo. Un año como mínimo. Por mi investigación, ubiqué los primeros boletines de prensa con fechas de entre abril y mayo de año anterior. No quería empezar a redactar nada sin averiguar si la obra se había comenzado, pero por alguna razón no se continuó; si estaba retrasada, porque en los proyectos gubernamentales pasaba bastante; o si de verdad nunca se hizo.
Fue cuando mi cerebro fue iluminado. En mi investigación había buscado de todo: representantes, ruedas de prensa, noticias, estudios de suelo, de agua y demás, origen del problema de la electricidad. Todo lo que se me ocurrió y cada pista que se me había presentado conforme leía cada artículo y página web. Sin embargo, me había olvidado del dinero. Seguir la ruta del dinero. No había ido por ese camino porque nunca fue necesario en los artículos que escribía para la revista.
En toda la investigación para mi artículo de la Facultad de Arquitectura tenía muchos detalles de cómo operaban, e incluso algunos nombres de personas involucradas. Sin embargo, también había dejado de lado la ruta del dinero. No fue primordial ese aspecto, porque mi artículo estaba enfocado en presentar el acto ilícito. Ser el motivo para una investigación a mayor escala.
Comenzaba a sentirlo como una negligencia de mi parte.
Saqué mi celular a toda prisa. Escuché dos timbrazos antes de escuchar el saludo.
—¿Estás solo? —le pregunté. Lo escuché cómo se movía de lugar a uno más silencioso.
—Dime —dijo.
—La chica que entrevisté por teléfono. La que al final no accedió a que la usara como fuente o la pusiera en el artículo dijo algo sobre un dinero que recibía de ellos, el que le obligaban a retirar y dárselos a ellos. ¿El pago fue en metálico?
—¿Metálico? —preguntó.
—Efectivo —aclaré.
—No sé, creo que no —respondió—. No estoy seguro, pero en una ocasión, le entendí que tenía que pasar al banco por él.
¿Por qué una organización como esa se arriesgaría a hacer transacciones bancarias? No tenía sentido.
—¿Hay forma de que la entreviste de nuevo?
—No sé —dijo dubitativo—. Ya no quería ni hablarme hace poco. Está asustada.
Y tampoco podía arriesgar a las otras dos chicas que sí había entrevistado en persona y cuyo testimonio ayudó muchísimo a mi investigación. Fue difícil arreglar los encuentros, el miedo de ambas partes lo dificultó aún más. Y el riesgo era grande, ya que ellas creían que las vigilaban todo el tiempo.
—¿Y podrías averiguarlo por mí? ¿Intentarlo al menos? —Me atreví a pedir, porque él lo hizo al pedirme que escribiera sobre esto.
—Lo intentaré —Me dijo al cabo de unos segundos.
—Gracias —dije antes de colgar. La próxima vez que nos veamos, actuaríamos como si este tema no existiera. Lo habíamos hecho desde que llevábamos con esto.
En el camino al hotel traté de recordar por si tenía algún contacto que supiera de economía, pero de momento solo conocía a mi profesor de periodismo económico. El hombre parecía inofensivo, pero no podía hablar del tema en la universidad. No sabía todavía si era cosa de una facultad o de varias.
Cuando avanzaba por el recibidor, vi a Alec entrando también, solo que él venía del restaurante. Antes de que él me viera, pensé en esconderme. El impulso fue instantáneo. Luego me di cuenta de que no había razón para tal acción. Se había decidido que seríamos amigos. Tendría que poner de mi parte si quería que funcione, y sí quería. Lo había decidido ayer cuando pensé con cabeza más fría. Sería bueno tener un amigo con su posición social, por interesado que sonara.