Cuando no me encuentre.

La noticia

Cuando despierto me encuentro en el hospital, tengo algunos tubos conectados a mi cuerpo y hay uno en particular que regula los latidos de mi corazón, por lo que veo el ritmo parece normal. Estoy a punto de llamar a alguien, cuando entra una enfermera que me sonríe al encontrarme despierto.

̶ Hola cariño, ¿Cómo te sientes?

Solo hay una persona a parte de mis padres que dejo que me trate así, y se trata de Sally, la mujer vestida de blanco que está delante de mí. Ella ha estado conmigo en los peores y mejores momentos de mi enfermedad, nunca, en ningún momento ha dudado en salir en mi ayuda en cualquier circunstancia.

 Un día iba conduciendo al instituto cuando sucedió, mi corazón empezó a latir con fuerza, con tanta fuerza que me costaba respirar o incluso pensar con claridad. A penas tenia quince años y recuerdo que me asusté mucho, no quería morir así. Entonces con todas mis fuerzas tome mi móvil y el único número que recordaba era el de Sally, así que marque y lo único que dije fue “Ayúdame por favor”

No sé cuánto tiempo dure en aquel lugar, lo único que recuerdo es a Sally susurrándome que todo estaría bien. Ella estaba allí y todo saldría bien. Así que me fui. Desperté una semana después en el hospital y ella seguía allí, nunca me abandono. Porque Sally nunca abandona a las personas que le importan y yo era una de esas.

̶ Tengo mucha sed. ̶ digo mientras trato de incorpórame un poco, Sally me dedica una pequeña sonrisa y me tiende un pequeño vaso con agua.

̶ No bebas mucho, aun estas muy débil.

Le hago caso y solo me mojo los labios, ella está concentrada revisando los aparatos conectados a mí y luego escribe en su pequeña libreta. La observo mientras manipula los aparatos y parece bastante profesional, la habitación esta fría y me parece bastante deprimente al igual que me parece familiar. He estado en un montón de habitaciones como esta, pero aún no logro acostumbrarme, sigo odiando los hospitales.

̶ Entonces, ¿Cuándo ocurrirá? ̶ Suelto de golpe.

Mi pregunta toma  a Sally desprevenida y parece un poco confundida, luego su rostro se vuelve inexpresivo y en su mirada puedo ver la tristeza que intenta en vano ocultar.

̶ Vamos Sally, ya no tengo miedo. ̶ insisto y ella asiente con pena.

̶ Me temo que ya no mucho, como máximo cuatro meses.

Su voz es suave y calmada, pero a mitad de las palabras, una lágrima resbala por su rostro y es allí donde lo entiendo todo.

̶ Está bien. ̶ finjo mi mejor sonrisa, pero sé que en el fondo hubiera preferido no escuchar aquellas palabras.

 

Después de dos semanas, me han dado de alta.

Mis padres me llevan a comer a un restaurante muy fino, y han tratado de actuar como si nada estuviera pasando. aunque parecen nerviosos, como si estuvieran esperando el momento final.

Cuando llegamos a casa ya ha oscurecido, y a penas salgo del auto Isis viene corriendo hacia mí.

̶ ¡Ian, Ian! Te extrañe muchísimo. ̶ Dice saltando a mis brazos, yo la tomo con fuerza y le doy pequeñas vueltas.

̶ Yo también te eche mucho de menos.

Isis suelta una pequeña risa cuando le hago cosquillas y luego baja de mi agarre.

̶ ¿Qué te dijeron los médicos? ¿Vas a ponerte mejor?

Su pregunta hace que mi madre mire a papa y luego se lance en sus brazos a llorar. Isis los mira confundida y entonces lo entiende todo, esa niña es muy lista como para mentirle.

̶ No llores. ̶ Le suplico mientras me arrodillo para estar a su altura. ̶ Te prometo que voy a ser el mejor hermano del mundo desde ahora.

̶ No quiero que seas el mejor hermano del mundo. ̶ Chilla alejándose de mí. ̶ Solo no quiero que mueras. Puedes ser el peor hermano, pero no te mueras Ian, no nos dejes.

Sale corriendo mucho antes que pueda responder, y se me rompe el corazón en ver lo mucho que ella está sufriendo, lo mucho en que todos están sufriendo.

Prometí que no lloraría, que sería fuerte por mis padres, por Isis. Pero en cuanto entro a mi habitación ya no puedo más, rompo a llorar como no lo había hecho en los últimos nueve años. Luego siento rabia, rabia con mi cuerpo por no crear un corazón lo suficientemente fuerte para mí.

Golpeo con fuerza las paredes, pateo la cama y tiro todo lo que está a mi alcance. Cuando ya no tengo más nada que destrozar, la veo, mi libreta de notas y en ella mi lista de deseos. 

 




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