Cuando no sabes que es el amor

1. MI NUEVO VECINO.

1. Mi nuevo vecino. 

La primera vez que le vi yo tenía ocho años y el once, ese día, ahí empezó todo. 
Había llegado revuelto entre cajas y muebles, en ese barrio era todo un acontecimiento ver una mudanza, la gente que residía en el desde que yo nací era siempre la misma y ver caras nuevas y desconocidas le daba un aire de fiesta al día, recuerdo que cuando le vi pensé que era muy guapo, tenía el pelo rubio pero no muy claro, lo tenía un poco largo, tenía los ojos azules o verdes claros, desde ahí no podía asegurarlo, recuerdo que mis amigas y yo nos miramos las unas a las otras pensado creo lo mismo, estábamos apostadas frente a su casa, aunque nos separaba una pequeña carretera si vi que era guapísimo, un nuevo vecino y además guapo, sí decididamente era un día de fiesta, llevaba un montón de cajas y se le veía un poco agobiado, eran muchas cajas y sólo se veía a… supongo sus padres y a él. 
Miré a mis amigas, yo no era nada tímida, era atrevida, extrovertida y pocas cosas me daban miedo, la verdad me dio un poco de pena verle tan agobiado. —vamos a ayudarle ¿No?. 
—Ale nos tenemos que ir. 
—bueno pues yo le ayudo. 
—vale, mañana nos cuentas algo. 
—¿Algo?. 
—claro como se llama, cuantos años tiene, esas cosas. 
—voy a ayudarle no a hacerle un interrogatorio. 
Nos reímos, claro que iba a preguntarle, por supuesto. Mis amigas se fueron, crucé la calle y espere que volviera a salir de casa, me coloqué cerca del camión de mudanzas, tardaba un poco en salir pero espere, aún quedaban muchas cajas por entrar, por fin salió, me miró de arriba abajo con esos impresionantes ojos verdes, si verdes. Impresionantes. 
—¿Qué quieres?. 
Me preguntó un poco borde la verdad, uuup, vaya de cerca era 
aún más guapo… muy guapo—yo… yo quería. 
No puedo creer que esté tartamudeando—quería saber si… si 
puedo ayudarte… con las cajas. 
Parece que no estaba de buen humor soltó algo así como un suspiro de alivio y sonrió. 
—vale, coge una y ven conmigo. 
Eso hice, le seguí entramos en la casa y fuimos al salón dejamos allí las cajas. 
—¡Brad! ¡Ah estás aquí!. 
Supongo que era su madre, era joven como mi mamá y guapa como él. 
—vaya… ¿Quién eres preciosa?. 
¿Preciosa? Miré detrás de mi y a los lados para asegurarme de que me hablaba a mi, pues si, parecía que era a mi.—hola soy Alexia… pensé que podía ayudar. 
—muchas gracias, la verdad es que sí nos viene bien pero después te quedas a merendar. 
—no sé si puedo tendría que preguntar a mamá. 
—sin problema.. yo la llamo. 
—vivo… en la casa de al lado. 
Miré a ese chico y vi una leve sonrisita en sus labios. 
—aún mejor, perfecto, luego me acerco a conocerla y se lo digo. Dijo la mamá de ¿Brad? Aún no había dicho su nombre, asenti y volví al camión a por otra caja, la cogí y para adentro casi chocamos cuando yo entraba y él salía. 
—patosa. 
Me llamo patosa en plan burlón y se río, no sé si me iba a caer bien mi nuevo vecino. Al fin terminamos, la mamá de ¿Brad? Puso la mesa, unos sándwiches, refrescos y postres de CHOCOLATE, me encanta el chocolate, aún no sé había dignado a decirme su nombre se sentó frente a mi, me miraba fijamente creo que para que me sintiera incómoda o algo así, lo conseguía por que yo la valiente e intrépida Alexia temblaba ante su mirada, si era muy guapo, demasiado creo, de esos chicos que cuando son más mayores están rodeados de chicas locas, locas por él, yo aún juego con muñecas no sé que hago pensando en esto argggg. 
—me llamo Bradley… pero mejor Brad. 
Dijo, moví la cabeza alejando así mis pensamientos, estaba pensando tonterías —yo Alexia. 
—ya lo habías dicho. 
Me estaba resultando un poco chirriante este niño, chico o lo que sea, pedazo de borde. — ¿A que colegio vas a ir?. 
—al Montecarlo. 
Contestó, perfecto, al mismo que yo solo falta que mi ventana de con su ventana, no debí pensar eso a veces los deseos se cumplen.—yo también voy al Montecarlo. 
—¿Cuántos años tienes? Yo tengo once. 
Ahora venía lo bueno, yo tenía ocho pero aparentaba tener más, era bastante alta para mis ocho años y no parecía tan niña como mis amigas, ni física ni mentalmente.—yo tengo ocho. 
Dije esperando ver su reacción, supongo de sorpresa como todos, tardó unos segundos en reaccionar me miró sorprendido. 
—¿Ocho? ¿Sólo ocho? Eres una pequeñaja. 
Que gracioso el idiota, aquí el señor hombre, va que dijera lo que quisiera, pero no pude evitar mirarle como si quisiera matarle, su madre apareció lo que le salvó de que le dijera una burrada o le diera un buen guantazo. 
—muchas gracias preciosa, ha sido un placer conocerte y a tu mamá, me alegro de que Brad haya hecho una amiga tan pronto. Le miré y él estaba con esa sonrisita otra vez, era un niño y yo una niña, no debería tener esa sonrisita —de nada, bueno gracias… me voy a casa, hasta mañana. 
—acompáñala Brad. 
Hizo una mueca como de fastidio, murmuró algo y se levantó. 
—vamos. 
—no hace falta… puedo… 
—ya me he levantado a si que, tira. 
Chirriante era poco, me acompañó hasta la puerta de casa.— gracias Bradley… Brad. 
—de nada, hasta mañana. 
Él se fue y yo corrí escaleras arriba hacia mi habitación, corrí la cortina de la ventana y la abrí, la ventana de enfrente estaba cerrada, las cortinas echadas, bueno al menos no… de repente la cortina se movió, la ventana se abrió y él apareció en ella. 
—¿Qué haces?. 
Me pregunto —na… nada… abrir la ventana. Tartamudeando otra vez, ¿Qué me pasa?. 
—¿Esa es tu habitación?. 
—si. 
—está es la mía. 
Lo dicho, sé que ahora podía parecer un fastidio pero si lo piensas, si piensas en un futuro no muy lejano, en el que tu vecino va creciendo, va cambiando y tal y como yo lo veía iba a ser un tío buenorro, iba a ser una tentación, un tormento o una desesperación según se mire ver a este vecino cada día en la ventana. Pero entonces tenía ocho años, no podía o no debía pensar en eso. 
—hasta mañana Alexia. 
Me dijo antes de desaparecer.—hasta mañana… Brad. 

Qué asco de día, estaba mosqueado mis padres me habían arrastrado con ellos, habían decidido mudarse sin pensar siquiera en mi, me separaban de lo que siempre había conocido, de mi barrio, de mi colegio, de mis amigos, de todo lo que quería, ni siquiera mis protestas les habían removido nada, a si que aquí estoy rodeado de muebles, trastos y cajas, agobiado hasta la desesperación, además debía ser un espectáculo una mudanza en este asqueroso barrio, podía ser bonito pero para mi en ese momento era asqueroso, teníamos demasiados espectadores para mí gusto, mirara donde mirara había gente mirando, salí de nuevo, resople y miré al frente, había un grupito de niñas, mirando claro como todos, debía parecerles gracioso verme mosqueado cuchicheaban y se reían, había cuatro o cinco parecían pequeñas no es que yo sea muy mayor, pero tengo once años y esas no 
parecían tener más de siete u ocho, además soy bastante alto y se me antojaban enanas, bueno no todas, había una que sí era más mayor, les sacaba una cabeza o más a todas no la veía bien pero parecía guapa, era alta tenía el pelo negro, llevaba trenzas, no veía el color de sus ojos pero parecían bonitos, bueno va voy a seguir quiero que acabe este maldito día, volví con dos cajas más al salón las dejé en el suelo, me tomé dos minutos de relax, resople y volví a salir. Al salir me encontré a esa chica al lado del camión, la miré de arriba abajo, pues si, si que era guapa, tenía los ojos verdes, más oscuros que los míos, preciosos, unas largas pestañas negras como su pelo que era negro brillante casi azulado, era alta casi como yo, aunque aún era un crío pensé que estaba buena, soy un crío pero no tonto tendría mi edad más o menos. 

—¿Qué quieres?. 
Sería por el mosqueo y la rabia que sentía por haberme “secuestrado” lo que había hecho que mi tono y mi forma de preguntarle fueran un tanto bordes. Me miró con sus grandes ojazos verdes. 
—Yo... yo quería… 
Vaya, la había asustado, tengo que controlar este mal genio mío. 
—quería saber si… si puedo ayudarte… con las cajas. 
Pues si me vendría muy bien, cuanto antes terminara antes podría encerrarme en mi habitación y odiar está casa—vale… coge una caja y ven. Un rato después mi madre nos encontró en el salón. 
—vaya… ¿Quién eres preciosa?. 
Me quedé extrañado al ver que miraba detrás y a los lados de ella como si pensara que no hablaba con ella ¿Acaso no sabía que era preciosa? Por que lo era. Entonces ella dijo como se llamaba, Alexia, mi madre le dio las gracias y la invitó a merendar, un fastidio, yo sólo quería encerrarme en mi habitación y ahora tenía que soportar a esta chica, bueno no me desagradaba del todo ahora sabía que vivía en la casa de al lado, tampoco estaba tan mal —me llamo Bradley… pero mejor Brad 
La miraba fijamente, la verdad es que era increíblemente guapa, con esos ojazos que harían temblar a cualquiera, no lo hacía aposta pero me costaba dejar de mirarla, parecía que se había quedado pensativa por que movió la cabeza como para despejarse de lo que estuviera pensando. 
—yo Alexia. 
—ya lo habías dicho. 
Otra vez me salió el mal genio, no era mal genio en realidad, era frustración de no querer estar ahí y no poder hacer nada, no estaba contento con esto de la mudanza. 
—¿A qué colegio vas a ir?. 
Me preguntó, al que me habían arrastrado sin piedad —al Montecarlo. 
Hizo una mueca como de fastidio, no le gustó mucho mi contestación. 
—yo también voy al Montecarlo. 
Bueno al menos ya tenía una compañera de clases supongo que iremos al mismo curso, lo que me hizo recordar que no sabía cuántos años tenía, once o doce, me fastidiaría que fuera mas mayor que yo.—¿Cuántos años tienes? Yo tengo once. 
Me miró y vi que parecía que se lo pensaba mucho antes de contestar. 
—yo tengo ocho. 
¿Qué? ¿Ocho? ¡Jo… que mierda! Era una cría, adiós a mis expectativas de tener una compañera de clases que conociera, era una pequeñaja aunque no lo pareciera, me quedé chafado, siempre sería… una niña para mi, me siento incluso mal por haber pensado que estaba buena, tenía ocho años por dios.—¿Ocho? 
¿Sólo ocho? Eres una pequeñaja. 
No sé como interpretar su mirada, creo que si las miradas matasen caería fulminado, menos mal que mi madre apareció, creo que me salvó de un guantazo le dio las gracias y me dijo que la acompañara ¿En serio? ¿Se iba a perder hasta su puerta? ¿En quince metros? El caso era fastidiarme, me levanté a regañadientes y la acompañe hasta su puerta. 
—gracias Bradley… Brad. 
—de nada hasta mañana. 
Volví a casa, subí las escaleras y fui a mi habitación, había pensado que quizás... su ventana era justo la de enfrente de la mía, abrí la ventana y si, me la encontré en la suya.—¿Qué haces?. 
—na… nada… abrir la ventana. 
¿La había asustado otra vez? Ahora había intentado ser agradable 
¿Por qué tartamudeaba?—¿Esa es tu habitación?. Pregunté, no sé, pero me gustaría que si lo fuera. 
—si. 
¡Bien! Sería agradable abrirla y verla a ella.—está es la mía. 
No pareció gustarle mucho por la cara que puso, no parecía haberle caído muy bien, pero a mi si me gustó, me imaginé que ella iría creciendo y que era muy guapa, los años la harían cambiar estará muy buena y sería un gustazo verla todos los días al abrir su ventana, unos cuatro metros nos separaban, aunque para mi siempre sería pequeña, pero sonreí ante ése pensamiento.— hasta mañana Alexia. 
—hasta mañana Brad. 
 




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