17| la diferencia entre una estrella y un planeta.
Afortunadamente, el hotel que reservamos tiene mucha mejor pinta que la iglesia y Candeli. Para economizar costos terminamos decidiendo alquilar una sola habitación con dos camas de media plaza.
—Necesitaba esa ducha—escucho detrás de mi, como Damian sale del baño y busca algo en su maleta, desde el balcón, no me interesa darme la vuelta para comprobarlo.
—Eso no se duda. —contesto.
—¿Qué me estás tratando de decir?
—Esa mancha en la parte delantera de tus pantalones lo comprobaba.
Hay unos segundos de silencio.
—¡No hay ninguna mancha! —dice después. Sabía que lo comprobaría —Eres un fastidio.
—Algo teníamos que compartir.
La puerta de cristal que da al balcón y se abre y se cierra, Damian sale a hacerme compañía.
Ya lo dije antes, pero no puedo cansarme de repetirlo, Candeli al igual que las afueras de Siena gozan de algo de lo que Estados Unidos nunca podría gozar; un cielo estrellado libre de contaminación y gases. Desde el pequeño balcón de un segundo piso las estrellas se ven tan brillantes y pequeñas que puedo quedarme toda la noche observando.
—Ya he pedido la cena, espero que te gusten las salchichas —informo sin despegar mi vista del cielo.
—No voy a contestar eso —frunce el ceño. —Ya me has bullieado lo suficiente.
—Creo que es momento de una clase de astronomía —mis manos tocan el hiero frio de la barandilla —Sorpréndeme.
—¿Como sabes que sé más de lo que ya te he contado?
—Porque sé que adorabas a tu madre y que no habrías tenido corazón de ignorar lo que te decía.
—Creo que quieres destrozar mi fachada de chico malo. —replica.
—Te vi arropar a un niño de siete año y ceder los capachos de una adolescente. La fachada te la destruiste tu mismo —me río.
El también se ríe. Entonces la vista y apunta un espacio fijo en el cielo.
—Mira hasta allá, ¿lo ves?
Sigo con mis ojos el trayecto invisible que señala su dedo.
—¿Qué se supone que tengo que ver?
—Mercurio
—¿Y cómo sabes que es Mercurio y no una estrella común y corriente?
—Las estrellas titilan por la noche. Es como una especie de parpadeo que no hacen los planetas —Explica, al tiempo que cerca de la estrella que me muestra otra más pequeña titila —¿Lo ves? Mercurio no parpadea, es un planeta.
—Pues es un punto muy bonito.
Rueda los ojos negando y su sonrisa se borra.
—No me tomes el pelo. Tu querías una clase de astronomía.
—Pensé que me hablarías de esas historias de amor que se leen en las estrellas.
—¿Quien te crees que soy? ¿El personaje de un libro?
Copio su gesto y blanco los ojos como respuesta. Nos mantenemos unos segundos más con la vista pegada al cielo, disfrutando de la poca contaminación lumínica que hay de este lado de la tierra.
—Cuanto estábamos en el departamento de Rose, no pude evitar observar los libros de estudio que había en la biblioteca. No te oí contarle a los niños que eras estudiante de ingeniería molecular.
—No suena como una carrera muy divertida.
—Pero parece difícil.
—No para personas que le gusta inmiscuirse en detalles y controlar todo a la perfección. La realidad es que la dejé en pausa para conseguir un trabajo de medio tiempo que me ayudara a costear el viaje.
—Toda tu vida se ha centrado en él.
—No veo como es posible avanzar si no conoces ni siquiera tu punto de origen. —explico—Pasé toda mi vida buscando pertenecer a algo, pero en la escuela era terrible para hacer amigos y en la universidad todos tienen como prioridad no atrasarte en la carrera. Fredd fue mi único amigo, y Elena, aunque a ella la conocí apenas el año pasado.
El hecho de no ser una persona social no era algo que me quitara el sueño en mi adolescencia. Llevo veinte año sin serlo y todavía no lo hace. Aun así, nadie se libra de las inseguridades, no me importaba que mi circulo de amistades fuera reducido o casi inexistente, de hecho, me hecho hacia atrás con la sola idea e salir de fiestas o estar en compañía de grandes masas, me siento cómoda desde la soledad de mi habitación, desde las noches de Pizza solo con Rose, ni siquiera me gusta a salir a restaurantes con Fredd cuando todavía estábamos juntos. Soy una persona ermitaña, esa es la realidad.
Pero de vez en cuando, simplemente no pudo evitar preguntarme si lo soy porque está en mi naturaleza serlo o poque tengo miedo a salir de m zona de confort, a que me pegunten ¿Quien soy? y no tenga idea a como contestar. Soy Quinn Montesinos (¿Lo soy? ¿O quizá me llamo Alessandra?) Tengo veinte años (¿Los tengo? O solo la fecha de mi adopción fue un 21 de diciembre y así es todo menos complicado) Me gustan las series, la comodidad de mi sofá y no salir de mi casa.
¿O son solo un excusa para justificar mi ermitañidad?
—¿Qué otro planeta se puede ver a simple vista?—pregunto al darme cuenta que llevamos demasiado segundos en silencio puesto que me sumí en mis propios pensamientos.
—Venus, marte... Saturno y a veces Júpiter, ¿sabias que ahora puedes comprarte una estrella si es que te sobra el dinero? Entras a la web, eliges una, te gastas un dineral y listo...tienes una estrella. Como si algo tan lejano pudiera pertenecerte, o como si pudieras hacer algo con ella.
El color gris en su mirada refleja la luz de la luna, haciéndolos lucir como un par de luciérnagas.
—Si eres tan torpe como para creer que una estrella puede pertenecerte, también lo eres para creer que puedes llegar hasta ella.
—Quizá alguien ya llegó a una y todavía no lo sabemos.
—Daría lo que fuera para llegar a una estrella —admite.
—Quizá entonces seas el primero.
Ninguno de los dos habla durante el trayecto de regreso, más que nada porque me duermo de por medio. Damian conduce todo el camino y solo me percato dese que estamos otra vez a las afueras de Sienna cuando escucho gritos conocidos.
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Editado: 04.09.2025