28| Malas hermanas.
Una rivalidad se forma entremedio del juego de miradas.
Los dos enemigos se lanzan al ataque para ganar un mismo territorio. Solo uno de ellos puede vencer y ninguno tiene intenciones de dar un paso hacia atrás. El combate por el control remoto en la sala es disparejo y al mismo tiempo goza de equidad. Por un lado, Lydia frunce el ceño y lanza una mirada penetrante a punto de saltar sobre su enemigo, pero otro lado, Damian tiene la agilidad necesaria y un almohadón lo suficientemente grande como para evitar el golpe.
A su costado un séquito inigualable observa en silencio la pelea, esperando que esta de una vez termine para poder ver algo en la tele.
—¿Esto siempre va a ser igual? —murmura Chiara con una mueca.
Luigi copia su gesto asintiendo y se acomoda sobre el regazo de su hermana.
—Todos los viernes —siseo, mirando por arriba de mi revista. —Siempre que el programa de luchas y futbol americano trasmitan a la misma hora.
—¿Por qué no podemos ver Paw Patrol?
—¡Porque hoy pelean Tyson Fury y Devin Haney!—le rebate su hermana.
Tiene aferrados entre las piernas el cuello de Damian haciéndole una llave inglesa.
—¡Pero ya vista la pelea el jueves pasado! —jadea este, con la cara roja a punto del ahogamiento.
—¡Pero hoy repiten los mejores momentos!
La peliverde logra alcanzar el control remoto que Damian mantenía resguardado tras de sí y se lo arrebata de un solo movimiento. Suelta su agarre y él cae por inercia al suelo.
—Deberíamos pedirle a mamá que nos compre otro televisor para alguno de los cuartos—propone la mayor de los hermanos. Los otros dos asienten de acuerdo, y aunque a Damian no le incumbe el tema, también dice que sí con la cabeza.
—Dudo que lo haga sabiendo que con el nuevo bebé se le vienen un montón de gastos—añado, ganándome un gesto de fastidio por parte de los tres.
—Y más si es niña. Ya le dijimos a mamá que nosotras no vamos a compartir cuarto. —arrebata Lydia.
—Yo quiero que sea chico. Así podrá jugar conmigo a la pelota—comenta Luigi sonriendo, Lydia lo miro con mala cara.
Hace unos días atrás, los Berlusconi llevaron a comer a sus hijos para tener una charla con ellos, parece que la cena fue bien porque ya no están tan enojados con el tema del futuro bebé.
—Pero si yo siempre juego contigo. —refuta.
—Pero tú pateas fuerte, y la última vez casi me partes un diente.
—¿Y yo? —arrebate su otra hermana.
—Ni siquiera sabes dónde está el arco. —se queja.
Y de esa forma es que se da comienzo a otra pelea de la que no pienso formar parte. Me salgo de mi asiento para ir a la cocina y empezar a preparar la cena.
Diez minutos después escucho el televisor prenderse en el canal de boxeo y a Damian quejarse mientras Lydia celebra. Saco un par de cosas de la heladera al mismo tiempo que Chiara se asoma por la puerta.
—Oye...—comienza.
—¿Vas a pedir permiso para otra salida? —inquiero enarcando las cejas —¿Cómo te fue en la casa de tu compañera?
—Bien, muy bien. Damian no me hizo pasar vergüenza cuando fue a recogerme y la película estuvo bastante buena—contesta, tomando asiento en la pequeña mesa.
—¿Y el chico? —curioso.
Insistí en que me diera un nombre, pero se niega a hacerlo.
—También estuvo bien —se mordisquea los labios— hablamos y todo. Creo que me va a invitar a salir.
—¿Lo dices en serio? —Me emociono, tanto que casi se me derrama un vaso de jugo.
Ella asiente contenta.
—Fue muy caballeroso conmigo, me acompañó a la puerta cuando me iba y me sumó a su círculo de amigos. Me gustaría traerlos a casa un día para que lo conocieran, pero ya sabes —chasquea la lengua—; mi mamá, Ben, mis hermanos...todos me van a hacer pasar vergüenza.
—Cuando llevé a mi primer novio a casa, mi tutora le mostró todas las fotos de cuando era pequeña. Quería matarla. Pero la quiero, es la mejor tutora que me pudo haber tocado—le cuento, con una sonrisa entre los labios —La extraño mucho, ojalá ella no me esté demasiado.
—¿La llamas seguido?
—Mínimo tres veces a la semana por las noches.
Termino de buscar el tazón donde pongo el contenido de la cena.
—Faltan solo dos meses para que se marchen —comenta mirando el calendario de la heladera. El comentario brota tristeza.
—Es poco tiempo. —sonrío igual de triste— Pero todos sabíamos que algún día nos tendremos que ir.
—Pero van a volver. De visita o para alguna fiesta—levanta la vista. —¿verdad?
—Claro que sí —afirmo—. Todavía falta tu graduación, convencer a Lydia de que ya no se tiña e ir a una de las competencias de Luigi.
Reímos por lo bajo. Es obvio que nunca vamos a convencer a Lydia.
—Nosotros también queremos que ustedes estén allí en esos momentos.
—Y pensar que al principio no nos querían acá ¿eh?
Ella ruega los ojos divertida.
—La gente cambia. Y para ser honesta, son buenos niñeros...aunque a veces pierdan a uno de nosotros en el supermercado o nos lleven tarde a la escuela.
Las dos nos empezamos a reír, y sin decirle nada, ella se levanta de la mesa y se acerca para ayudarme en la cocina, toma un cuchillo y corta las verduras, entre tanto me va contando un poco más de su futura cita con el chico que le gusta.
—No nos parecemos en nada, casi que no tenemos ningún gusto en común. Pero lo conocí porque lo cambiaron a mi clase de chelo avanzada.
—¿Allí no va Joshué? —inquiero, quiero atar cabos sueltos—¿No están juntos en la clase de música?
—Si... pero él toca el triángulo. Es un inútil—me cambia de tema enseguida.
Mis ojos se entrecierran con duda ¿Y si...? No, seguramente no. Me saco esa duda de la cabeza.
—¿Se conocen desde pequeños no?
Asiente
—¿Y comparten varias clases, ¿verdad?
—Mhm, sí.
—A mí me parece un chico buenísimo. Si él es el chico que te gusta...
—¡Quinn! —se horroriza.
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Editado: 04.09.2025