31. Los acosadores.
Marco una cruz roja en mi calendario al mismo tiempo que mis dedos tiemblan.
Una sola casilla permanece vacía y es la que en se interior tiene un redondel con la palabra "viaje" escita en él.
Mañana es viernes, y por lo tanto mañana partimos a Florencia.
Me doy la vuelta para quedar de cara a mi cama, allí y sobre las sabanas destendidas permanece un montón de ropa ya doblada y una valija a medio armar. Miro la hora en mi celular, ya es casi media mañana y todavía falta mucho por hacer antes de que lleguen los niños de la escuela.
Alguien toca mi puerta, me acerco para abrirla y observo a Damian al otro lado de ella.
—¿Ya está todo hecho? —pregunto y él asiente. Las cosas siguen frías entre nosotros, aunque ambos intentemos fingir que seguimos conviviendo con normalidad.
—Son bastante aburridas las mañanas sin ellos en casa. —comento, comenzando a ordenar lo que me falta.
—Lo dices porque no te toca prepararles el almuerzo antes que lleguen. —refuto, y al girarme para colocar mis medias dentro de la maleta, observo que en sus manos tiene una carpeta verde.
—Pero soy el que se encarga de todos los demás quehaceres —contrataca. Miro otra vez la carpeta.
—¿Qué es eso?
—Lo encontré en las escaleras, creo que es de Lydia.
Sin mucho disimulo pasa una ojeada por mi maleta.
—¿Por qué llevas tanta ropa?
Me tiende la carpetilla medio distraído y al abrirla noto que se trata de un montón de números y cuentas.
—Son sus deberes.
Levanta la vista y me mira curioso.
—¿Es necesario llevar tres tipos distintos de chaquetas?
—No husmes mis cosas —cierro la maleta —. Anda a saber lo que te llevas.
Sus ojos se blanquean, pero lo deja pasar.
—Voy a llevarle la carpeta a Lydia. Pero termina de hacer el almuerzo por mí. —aviso, evitando que se forme otro silencio incómodo.
Se excusa diciendo que puede llevárselo a él, pero me apresuro a terminar todo para hacerlo yo.
No quiero admitírselo, pero un par de minutos solas en un coche es justo lo que necesito para relajarme y dejar de pensar un poco.
Damian no dice más nada y me deja seguir con mis asuntos, se va para terminar el almuerzo y alimentar a Tiberius, yo me quedo en el piso de arriba durante un par de minutos para comprobar que todo esté dentro de la valija. Lo confirmo y con precaución la bajo por las escaleras hasta dejarla en el pasillo de entrada. Allí agarro mi bolso, las llaves del auto y salgo con carpeta en mano en dirección a la escuela.
Veinte minutos después cuando el reloj marca la media mañana, me estaciono frente a la estructura imponente de tres pisos y cemento y me bajo del coche para entrar.
Dentro de la escuela todo está igual a la última vez que lo recuerdo, los casilleros blancos están todos limpios y ordenados, y los pasillos están casi vacíos porque la mayoría de alumnos está en clase. Camino por los corredores y hago memoria de los planos. Mi intención es dejar la carpeta en secretaría y que luego ellos ya conociendo el lugar se la lleven a Lydia.
Sin embargo, parece que hoy no es mi día de suerte, porque al apenas subir el último escalón que lleva al segundo piso, el timbre suena y un montón de adolescentes salen de sus aulas gritando, caminando, amontonándose y empujándose.
Y si mis dudas no me fallan, todo esto es porque es la hora del almuerzo y la gran mayoría debe estar dirigiéndose al comedor.
Me escabullo entre algunos e intento pedir indicaciones para que alguien me lleve hasta la secretaría, pero nadie me presta atención y los pocos que lo hacen, prefieren seguir su camino para llegar a tiempo a la fila del almuerzo.
Me quejo por lo bajo y empujo a dos estudiantes que parecen ser del equipo de futbol por sus vestimentas, que me miran mal cuando les pido permiso.
—Scusami, lasciami passare «Permiso , quiero pasar» —Insisto a uno de ellos. El más alto dice algo que no entiendo y codea a su amigo.
— Anch'io, stupida vecchia.
—¿Perdona? ¿A quién le has dicho estúpida? —cuestiono tensando la mandíbula y deteniéndoles el camino. Su amigo me desvía la mirada y empuja al otro para irse.
Respiro hondo evitando así más problemas.
Dejo a los dos niñatos salirse con las suyas, y sigo los gritos y las risas que vienen desde la dirección contraria, hay en articular una voz que me resulta llamativa.
—¡Eres un mentiroso!
—Pero si solo le estoy diciendo la verdad. ¿O es que no subiste a mi habitación el viernes?
Un chico casi pelirrojo de la misma edad que Chiara, comienza a reírse y un sequito de amigos hacen lo mismo. A un costado de él, y con la cara roja de la impotencia y la pena, veo a una de mis chicas. Sus bonitos ojos marrones se encuentran ligeramente humedecidos, como si ella estuviese reprimiendo las lágrimas.
—Si...bueno si, eso es verdad —trastabilla —¡Pero yo no me he acostado contigo!
—Acostarse es lo de menos —se carcajea y seguido a esto se forma otra ola de risas.
—No puedo creer que se la haya mamado a tu hermano—Dice una, al lado de ella hay otra chica pelirroja que por deducción interpreto que se trata de la hermana del primer chico.
—Y pensar que la invité porque me daba lastima. Es una zorra.
Y eso es suficiente para que la mayor de lo Berlusconi se llene en lágrimas e intente huir de allí, sin embargo, el espectáculo no termina allí para todos los que curiosos e intrigados miran, y cuando Chiara intenta alejarse, la primera chica también pelirroja, le hace una zancada y Chiara termina con la cara en el piso y con su falda levantada, dejando su ropa interior a la vista.
—¡Las mismas que usaste ese día! —alza la voz el primer crío, y rápidamente Chara se pone de pie para esta vez lograr huir con éxito.
Me quedo rígida en el mismo sitio sintiendo como la ira hierve dentro de mi cuerpo. Aprieto los puños con fuerza y no puedo creer lo indignada y molesta que me siento con un par de críos pubertos adinerados e inconscientes.
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Editado: 24.09.2025