cuando nos convirtamos en estrellas

35| No te entrometas

35| No te entrometas.

Cuando volvemos casa y colocamos la llave dentro de la cerradura del portal una avalancha de chillidos y abrazos nos atacan sin previo aviso.

Suelto las maletas para tomar a Luigi que se ha colgado de mis piernas mientras que, por el rabillo del ojo, observo como Lydia también se trepa sobre Damian, con la diferencia de que luego de un cortísimo abrazo le propina un golpe en el hombro.

—¡Se demoraron demasiado! Se van de vacaciones y nos dejan acá tirados—reprocha cruzándose de brazos.

Chiara, que está recostada sobre la pared del pasillo también nos da la bienvenida apoyando el reproche de su hermana.

—Pero les trajimos regalos —comunico soltando a Luigi para dejarlo en el suelo. Este último es el primero en saltar con impaciencia para verlos.

Damian se encarga de repartirlos al mismo tiempo que veo a Liz y a Ben acercarse desde la sala.

—¿Cómo les fue el viaje? ¿La carretera estaba muy pesada? —pregunta ella obsequiándome un abrazo.

—Algo así, por surte nos hizo un buen clima y no estuvo tan mal el viaje.

—Me alegro, los niños los extrañaron —admite Ben, ganándose una pequeña mala mirada de parte de los hermanos.

—Hay noticias nuevas —anuncia Luigi luego de agradecerle a Damian por el nuevo peluche de Pinoccio que este le ha conseguido.

—¿A si?

Nos encaminamos a la sala para dejar los bolsos. Chiara me ayuda con el más pesado.

Lydia se deja caer sobre el sofá o ojea las páginas de una novela de terror que yo escogí para ella.

—Mamá va a hacer un babyShower este viernes.

—¡Vamos a saber el sexo del bebe! —Se entusiasma el más pequeño —Ojalá no sea niña.

—No seas pesado —se jacta Chiara y me mira—. Gracias por el joyero.

—Espero que te guste, lo elegimos juntos.

—Es precioso.

Su sonrisa se expande y eso me deja satisfecha.

A esta altura, ya no puedo negar que me he encariñado con ellos hasta las entrañas. Ya no puedo pensar en ellos y no imaginarlos riendo con nosotros. No puedo evitar mirar a Lydia y no sonreír con la imagen de ella jugando a las luchas o al PlayStation con Damian, ni pensar en Luigi y no pensar en todas las noches que entra a hurtadillas a mi cuarto para que le cuente un cuento o se queda dormido en la sala y hay que llevarlo a cuestas hacia su cama. Como tampoco puedo recrear la imagen de Chiara sin pensar en todas aquellas veces que me ha confesado sus más grandes inseguridades y miedos, como también todas aquellas veces que ha intentado ocultar sus emociones con caretas falsas, pero aun así nosotros siempre hemos conseguimos desarmarlas.

No obstante, eso último es lo que me ha hecho ver que, queramos o no, todos en esta casa —y este mundo— estamos hechos de caretas y disfraces. Todos tenemos secretos e inseguridades, por más honestos y transparentes que hemos querido aparentar ser. Algunos usamos más disfraces que caretas, y otros más caretas delgadas y gruesas que disfraces.

No hay momento exacto para quitarse la máscara, un día solo deciden quitártela y ya. Aceptas los errores, las mentiras y te enfrentar a los miedos. Te desprendes de los recuerdos y te aferras al futuro que viene. Igual a como hizo Piera, e igual a como pretendo hacerlo yo.

—Quinn... —Liz me llama, distrayéndome —Te decía que mañana a la tarde Lydia y Luigi me acompañarán a comprar un par de cosas para el babyshower. ¿Les molestaría ustedes a cuidar a Chiara mañana?

Damian y yo nos miramos, y luego miramos a Chiara, esta se encoge de hombros resignada.

—Yo puedo cuidarme sola, pero si quieren hacerlo no hay problema. Mañana viene Joshué a casa a terminar una tarea.

—Vale —acepto y eso parece agradarle a su madre.

Nos quedamos un rato más charlando y luego los señores Berlusconi se van a la cama, mando a Luigi a cepillarse los dientes y Lydia se excusa diciendo que irá a mirar tele a la sala, Chiara también lo hace y Damian sube para llevar los bolsos a nuestros cuartos.

Yo me voy a la cocina para preparar nuestra cena, afortunadamente al abrir el refrigerador veo que Liz ya la preparó y nos guardó un poco, tomo dos platos de la alacena, sirvo la comida y espero a que Damian vuelva.

Comentamos cosas triviales durante la cena. Me muestra un par de fotos que alcanzó a tomar durante el viaje, y yo evito lo más posible sacar el tema de nuevo sobre mi familia. Creo que ha sido demasiado colapso por hoy como para insistir de nuevo. Al cabo de quince minutos, ambos nos hemos acabado el plato de carne y papás y él insiste en fregar los platos.

No me deja ayudarlo; así que me apoyo en la encimera, dejo caer los hombros y me limito a observarlo mientras los seca. Termina y agarra otro trapo para limpiarse las manos y un silencio tenso se adueña del ambiente.

Lo miro, me mira y veo como aprieta los labios inquieto, como si llevara tiempo dándole vueltas, así que no me sorprendo cuando finalmente pregunta:

—¿Iremos de nuevo a Florencia para visitar a tus abuelos?

Me yergo para comenzar a dejar los platos nuevamente sobre la encimera.

—No lo sé, ya no tenemos mucho tiempo.

Y es que haciendo cuentas, queda menos de un mes para nuestro regreso.

—Esta semana será un poco complicado por el babyshower, pero la próxima quizá tengamos más tiempo—me alienta.

A veces creo que en realidad lo hace, porque si tuviera la oportunidad, también le gustaría encontrar a su familia, solo que el orgullo es más fuerte y puede contra todo ese anhelo.

—Si...o no, ya veremos. —musito. Cierro los cajones y doblo el mantel de la mesa. No puedo mantenerme quieta —En realidad no estoy muy segura de hacerlo. No sé si ellos quieran saber algo de mí y después de todo lo que contó Piera tampoco sé si yo quiero saber algo de ellos.

Confieso, y me quito ese peso de encima de haberlo pronunciado en voz alta. Me preocupa lo fácil que me resulta hablar con Damian a veces. Es algo que no me pasa con nadie más, ni siquiera con Rose o con Elena, y eso que a ella la conozco desde hace muchos años. Quizá es porque, en el fondo, sé que ni ella ni Rose lo entenderían del todo, pero él si lo entiende, porque a fi de cuentas, tenemos una historia parecida.




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