37| Celos americanos.
Los días siguientes antes de babyshower son terribles para mi conciencia, Damian decide no devolverme la palabra desde el incidente y eso fue hace más de cuatro días, noventa y seis horas; casi cien donde él ha pasado olímpicamente de mí.
Y yo de él.
Porque aunque sé que parte de la culpa es mía —nadie debe invadir la privacidad ajena —El no colabora lo suficiente como para que una disculpa quiera salir de mis labios. Y sé que en realidad no es tan complicado solucionar las cosas, cualquier otra persona lo hubiera remediado con tranquilidad tragándose el orgullo y disculpándose, pero mi alto orgullo y mi manera de ofrecer disculpas son una combinación pésima.
Sumado a que ahora sé que mi compañero de viaje oculta un secreto y eso quebranta nuestra principal regla.
Bajo el último escalón de la escalera y me percato de que la puerta al jardín está abierta y distingo un par de voces a lo lejos, son Liz y Ben que se están encargado de decorar el patio. Los dejo seguir en lo suyo sabiendo que luego me ofreceré para ayudarlos, y comienzo con mi tarea de aceitar el satén para preparar hot-cakes y mientras el artefacto se clienta, voy preparando la mezcla.
No demoro más de quince minutos en mi tarea, y cuando salgo para ir a avisarles a los niños que el desayuno ya está listo, me los encuentro a los tres ya vestidos bajando por las escaleras.
—¿Y Damian? —les pregunto, al no verlo bajar con ellos.
—Nos despertó hace rato, está ayudando a Ben a correr las mesas en el patio —me contesta Chiara, pasando por mi lado para adentrarse a la cocina.
—Voy a ir a buscarlo —avisa la peli-verde sonriendo de medio lado con satisfacción —Tenemos algo que contarles.
Junto las cejas con confusión, pero no digo nada cuando se sale al jardín. Mi atención recae en Luigi que se siena a un costado de su hermana de brazos cruzados y algo molesto. Está haciendo un puchero con los labios.
—¿Qué pasa, Lu?
Farfulla algo por lo bajo.
—Es que mamá y Ben invitaron a la familia Rossi al Babyshower. Y tienen una hija de la misma edad de Lu, que no deja de molestarlo—Me cuenta Chiara, dejándole de presta atención a su celular y mirando de reojo a su hermano.
—Rosela me acosa, llora por todo y siempre está intentado abrazarme —se queja. Toma uno de los hot-cakes y me mira buscando apoyo.
—Ya verás que no es tan malo, quizá solo quiere ser tu amiga —consuelo, sentándome con ellos en la mesa, escucho la puerta del patio abrirse y segundos después entran Lydia y Damian.
—¿Qué es lo que tenían para contarnos? —pregunto apenas los dos ocupan sus lugares.
Lydia saca su celular nuevo dejando a la vista lo que parecen ser un par de impresiones sobre vuelos.
—Mi madre ya les compró los boletos de regreso para el 22 de diciembre. —Nos muestra. —Pero estamos intentando encontrarlos para quemarlos, así se quedan más tiempo.
Puede que sea porque sigo adormilada o porque me ha pillado desprevenida, pero me cuesta procesarlo.
—¿Qué están intentado qué? —El oji-gris me quita las palabras de la boca. Entrecierra los ojos hasta dejarlos convertidos en dos rendijas.
—Después del veintidós las aerolíneas van a estar cerradas hasta casi mitad de enero, por las tormentas de invierno —explica la peli-verde—. Tenemos casi un mes entero para convencer a mamá y a Ben de que los contraten por otros seis meses.
—Y si nos esforzamos más, quizá y hasta los convencemos de que los contraten para siempre —exclama Luigi, con mejor humor y más contento.
—Yo les dije que era un plan estúpido porque eso no garantiza que ustedes quieran quedarse. —refuta Chiara.
Damian abre y cierra la boca sin saber cómo contestar. Cuando quiero darme cuenta, le estoy mirando los labios y prácticamente estoy haciendo el mismo gesto.
El gesto de los chicos me emociona, me ablanda el corazón y me hace tener ganas de abrazarlos, sé que a él le está pasando prácticamente lo mismo.
—Eso sería genial, —admito, ganándome tres grandes sonrisas por su parte —Pero el contrato actual que firmamos no lo permite. Tendríamos que renovarlo, y para eso es necesario expandir nuestra visa, hacer nuevos tramites y volver a Manhattan para hacerlos.
Eso hace que su sonrisa decaiga un poco, pero enseguida Chiara vuelve al ruedo.
—Pero eso significa que si de realizar todos esos trámites y renovar sus visas. ¿Ustedes estarían dispuestos a seguir con nosotros?
Y pese a que es una pregunta difícil, la respuesta sale de manera sencilla entre mis labios.
—Por supuesto que sí.
Durante un milisegundo, Damian y yo compartimos una mirada momentánea. El también admite que le gustaría quedarse más tiempo.
—Entonces después del babyshower, hablaremos con Ben y con mamá—concuerda Lydia, mira a sus hermanos y estos asienten.
Nosotros hacemos lo mismo.
Terminamos de desayunar y al levantarlos de la mesa, un nuevo aire inunda el ambiente, está plasmado de energía y esperanza, se siente bien verlos felices aunque quizá nosotros no estemos en nuestro mejor momento.
Quince minutos después, el agua caliente cae sobre mi cabeza y resbala por mis hombros antes de que los invitados lleguen. Termino de esparcir el acondicionador sobre mi pelo y lo enjuago. Miro distraídamente los cuatro lunares en diagonal que tengo a un costado del vientre. Tiene forma de constelación, y son una marca de nacimiento. Me pregunto si quizá mi madre o mi padre habrán tenido la misma marca y sea una herencia por parte de ello, quizá a mi madre le gustaban las constelaciones poque tenia una ilustrada en el cuerpo. No es una teoría que pueda comprobar, pero puedo vivir con la incertidumbre de si es correcta.
Estoy a punto de quitarme el jabón del cuerpo cuando oigo el ruido de la perilla abrirse y cerrarse de nuevo. Cojo la toalla para secarme lo ojos y mirar tras el vidrio color celeste, pero al hacerlo casi lanzo un chillido cuando unos ojos grises se chocan con los míos y me tapan la boca.
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Editado: 24.09.2025