Me quedo hecha un cuerpo inerte apenas me doy cuenta de que realmente es él.
Había visto fotos antes, Rose me las había mostrado por precaución seis meses antes del viaje cuando Damian apenas estaba entrando a nuestras vidas. Alto, robusto, con una barba descuidada de varios días, ropa desarreglada, pintas de borracho y los mismos ojos grises que su hijo.
Er exactamente como lo recordaba, y como lo veo ahora.
—¡Abran la puerta! ¡Abran la puta puerta, sé que están ahí! —golpea con fuerza como si quisiera derribarla de una vez. Todavía no se da cuenta de nuestra presencia porque tanto Damian como yo permanecemos inmóviles, indetectables en nuestro sitio. —¡Yo ssee que el bastarrrdo de mi hijo está ahí metiiido!
Desde la distancia huelo el alcohol de sus entrañas, aunque no creo que el aroma sea necesario para darse cuenta que se encuentra alcoholizado.
—¡Los voy a mataaarr a todos si no salen de ahííí! —continúa insistiendo, no creo que la puerta de mi apartamento dure mucho. Inevitablemente saco mi celular y miro la hora, son las 10:15, los Berlusconi deberían haber llegado hace media hora para la cena y temo que también se encuentren ahí.
Al tener conexión a internet también comienzan a llegarme los mensajes de Rose, específicamente las llamadas perdidas y uno enviado hace prácticamente siete minutos donde dice: No vengan al apartamento, apareció Paul.
—Voy a llamar a la policía —manifiesto en un tono de voz lo suficientemente bajo como para que solo el oji-gris lo escuche. Asiente todavía aturdido y cuando sus ojos se cruzan con los míos percibo la ira, la confusión e incluso el miedo incrustado en ellos. Pienso cual sería la mejor forma de solucionar esto, y creo que llamar a la policía y llevarme a Damian lo más lejos de aquí es la opción correcta.
No obstante, cuando el rington del móvil suena, todos mis planes se van al garete.
Los ojos rojos y distorsionados de Paul Eubergh caen directamente en nuestras siluetas. Se percata de ahí en frente de él se encuentra su hijo y arremete contra él.
—¡Pedazzzo de escoria, te estaba bussscando a ti! —se abalanza en menos de un milisegundo, Damian se me adelanta para evitar que el golpe de su puño impacte en mi cuerpo y me cubre con el suyo como si este fuera un caparazón, de esa forma el golpe termina impactando contra sus costillas.
—Ni se te ocurra acercarte —le espeta con la cabeza fría —No queremos problema, así que vete por las buenas.
—¡Tú no me dices qué hacer, maldito bastarde miserable! —levanta el dedo acusándolo, le intenta dar otro golpe, pero falla —¡Quiero mi dinero! ¡Por tu culpa terminé en la cárcel! ¡Deberían haberte agarrado a ti y que te pudrieras en ese celda!—Me echa una mirada con desprecio y escupe cerca de mi cara.
—Vete — le insiste, retrocede un paso obligándome a retroceder a mí y luego vuelve hacia delante. Me envía una mirada, señalando hacia el apartamento mientras traga saliva y empuja a su padre.
Esto me da suficiente tiempo a escabullirme por debajo de los brazos de Damian y correr hacia el otro lado.
Al volver la vista hacia el punto donde dejé a mi padre y a Matt, los veo forcejeando de nuevo.
—Bassstardo —repite alzando la mano para dar un manotazo, el golpe llega directo al estómago de Damian. —¡Ya te voy a dar lo que te mereces! —Y lo golpea de nuevo, y lanzo un gritito, busco con desespero mi celular, pero noto que ha quedado tirado en el suelo detrás de ellos.
Damian se abalanza sobre el mientras se queja por lo bajo, con la pierna esquiva otro golpe y luego él mismo hace con su mano un puño para golpearlo justo en la zona de las costillas.
—¡Te dije que te vayas de aquí! —le grita, entretanto los ruidos de pelea son lo suficientemente alto como para que las puertas de mi departamento se abran y de allí se asomen un par de cabezas. Las únicas que consigo distinguir entre tanto lío son las del señor Berlusconi y Sonia, que tiene por detrás a Rose y a Elena.
—¡Suéltalo, borracho! —Ben se entromete en la pelea cuando con un sonido sordo, el puño del padre de Damian le da directo en la mandíbula, derribándolo y ensangrentándolo.
—¡Llama a la policía! —escucho que alguien grita desde dentro.
Yo todavía sigo quieta, me da miedo moverme.
—¡Ben, no te metas! —esta vez distingo la voz de Liz, que sale al pasillo sobándose la barriga preocupada por su marido.
—¡Pedazo de imbécil ojalá nunca hubieras nacido! —está tan fuera de sus cabales y al mismo tan borracho y furioso, que con una agilidad asombrosa para cualquier alcohólico termina embistiendo a su hijo hasta quedarse encima de él y comienza a golpearlo con más fuerza, desde atrás Ben intenta torpemente detenerlo. —¡Ojalá te hubieras muerto junto a la zorra de tu madre!
—¡No insultes a mi madre! —logra esquivar un golpe que iba justo a su nariz y lo golpea en la clavícula.
—¡Zorra! ¡Tu madre fue una zorra! ¡Y tu un ladrón que arruinó mi vida!
La furia parece llenarle los pulmones y lo siguiente que veo es a Damian incrustarle un golpe llano en toda la cara y derribarlo hasta que su cabeza toque el suelo. Se le abalanza colocándose de hurtadillas sobre él y los roles se intercambian, pues ahora es él el que no para de darle una golpiza.
—¡Damian lo vas a matar! —le grita Ben tironeándolo desde la capucha de su chaqueta.
—¡Se lo merece por hijo de puta! —no se detiene.
Las rodillas me tiemblan y comienzo a correr hacia ellos, rogando que se detengan. Joder, joder, no puedo con esto. Quiero tirar con fuerza de los hombros de Damian, pero es mucho más fuerte que yo y me empuja.
—¡Damian, por favor! —esta vez el grito sale de mis labios—¡No arruines tu vida por esto! ¡Lydia, Chiara y Luigi te están viendo! ¡Tienen miedo!
Y eso parece suficiente para que el reaccione y se detenga, gira la cabeza para mirar hacia donde la puerta se encuentra y allí observa a tres cabezas distintas mirarlo con una mirada de terror y espanto. Enseguida suelta a su padre y se levanta del suelo, su cara está demacrada y mucho peor de lo que estaba aquella primera vez que apareció en casa. Su labio está hinchado, tiene un hilo de sangre cayendo por su ceja, su ojo izquierdo está inflamado y muy golpeado, también hay rastros de líquido rojo en sus manos.
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Editado: 24.09.2025