Cuando Nos Encontramos

Nuestro Secreto En El 42.

Toda la tarde estuve tratando de disminuir la hinchazón y el dolor del golpe. Mi madre me preguntó:                                                                                -¿Alguien te lastimó a propósito?                                      -No, mamá. Fue un accidente. Él no quiso hacerlo.
-Hablaré con él cuando lo vea.
-No es necesario que lo hagas.
-Trata de descansar un poco. Voy a estar en la cocina.
Ella sale del cuarto. Mi madre es un poco sobreprotectora, pero debe entender que ya no soy un niño pequeño. Así como es la amo y valoro cada detalle suyo.
Me quedé sumergido en mis pensamientos. Y se apareció él, tan apuesto y con uniforme de fútbol. Sólo sé su nombre, y es tan lindo como él. Quisiera ser su amigo y hablar más con él.
Y en un momento inesperado, me ganó el cansancio, obligándome a dormir.

Escuché que mi madre me llamaba:
-Lucas, alguien vino a verte.
-¿Quién es?
-Un amigo tuyo.
No podía ser Nigel, ya que él no ha venido al departamento. ¿Quién iría a visitarme en la noche?
Fui a despejarme la duda. Al abrir la puerta, lo veo a él. Estaba un poco sudado y manchado, pero no le quitaba belleza.
-Hola.
-Hola. ¿Qué haces aquí?
-Solamente venía a disculparme por el golpe que te di.
-Ya pasó. No te hubieras molestado.
-Eres muy buena onda. Me caes muy bien.
-Gracias, supongo.
-Oye, ¿quieres venir a jugar videojuegos?
-No sé. No me parece correcto.
-Vamos, soy un buen muchacho.
-No es eso.
-¿Entonces qué?
-Me preguntaba cómo supiste en dónde vivo.
-Ah, eso. Digamos que unos conocidos tuyos y míos me dieron esa información.
-¿Dónde vives?
-En el apartamento 42. ¿Vienes?
-Sí, sólo déjame pedir permiso.
-Dale, te espero.
Cerré la puerta.

Mi madre accedió a dejarme salir con la condición de no volver tan tarde. Jamás había hecho un amigo de esta manera. Noto a Miguel diferente de los demás.
-¿En qué colegio estudias?
-En el "Guerreros del Este", ¿y tú?
-También. Nunca te he visto.
-Yo tampoco.
-¿En qué año estás?
-Segundo de secundario.
-Yo estoy en tercer año.
-Es un poco extraño.
-No tanto. Son tres aulas de cada año, así que hay bastantes alumnos.
-Aunque digas eso, lo es.
-No tengas miedo.
-No lo tengo.
-Hemos llegado.
Entramos. El apartamento 42 es muy bonito y amplio. Tiene un toque elegante y moderno.
-Miguel, ¿quién es tu amigo?
-Se llama Lucas.
-Mucho gusto, señora.
-Igual. Soy la madre de Miguel.
-Mamá, vamos a estar en la habitación.
-Bueno, pero no hagan tanto ruido.
-No lo haremos.

El dormitorio de Miguel está bastante arreglado y limpio. Me gusta cómo se ve.
No me fijé cuando preparó la consola.
-¿Cuántos años tienes?
-Cumpliré 13 la próxima semana.
-Yo en unos meses cumpliré 15.
Él me gana por dos años-y un poco más-. Es muy agradable y por eso me cayó bien.
-Ven, siéntate-dijo indicándome con su mano un asiento junto a él.
Me senté. Creo que estuvimos jugando por una hora. Nos divertíamos y hasta nos reíamos.
Estuvo mirándome por unos segundos antes de decirme:
-Eres muy lindo, Lucas.
-N...No es cierto.
Me sonrojé. Él sonríe.

Una hora más tarde, Miguel bostezó y puso pausa al juego.
-Esto hago todos los días y me aburre.
-Entonces, ¿qué quieres hacer?
-Háblame de ti.
-Bueno, no tengo mucho que hablar de mí. Hazme una pregunta mejor.
-¿Eres gay?
-Sí, lo soy.
-Yo también.
-Mi turno. ¿Juegas fútbol?
-Sí. Estoy en el equipo del colegio. ¿A qué te dedicas tú?
-A ser un buen estudiante.
-Me refiero a una actividad fuera del aula.
-No tengo ninguna.
-¿Cómo un niño tan lindo no tiene nada que hacer después de clases?
-Me han invitado a salir, pero no les acepto.
-¿Por qué?
-Tengo mis motivos.
-Lucas, por alguna razón me siento atraído hacia ti.
-¿En serio?
-Sí. La verdad eres muy lindo, y si los demás no se dan cuenta de eso, entonces no te merecen.
-¿Y crees que tú sí?
-Haré el mérito para conseguirlo.
Se acercó un poco más.
-Quisiera...besar esos labios que tienes.
-Hazlo.
Me besó en la boca a un ritmo lento.
-¿Qué tal te pareció?
-Estuvo...bien.
-¿Sólo eso?
-Bueno, apenas nos estamos conociendo. Y creo que me gustas un poco.
-Y tú a mí, Lucas.
El segundo beso fue con más precisión. Asenté mis manos sobre su pecho.
-¿Qué tienes?
-Nada, es sólo que...no sé si pueda hacerte esto.
-Descuida. Si ambos aceptamos, pasará.
-Bueno, yo...
-¿Estás nervioso?
-No. Quería decirte que me gustas...un poco.
-Es un buen inicio.
-Gracias.
Nos besamos y acostamos en su cama. Sus manos me quemaban demasiado la piel, pero me gustaba. Sus besos me consumían, al igual que el deseo que teníamos en ese momento.
Estuve muy consciente de lo que pasó en su cuarto. Pero sólo dejé que se dé y ya. Sólo espero que no le disguste mi desnudez.
Miguel no se comparaba con otro chico con el que haya estado. Y eso me gustaba de él. Le permití que me domine sin importar las horas que nos tardemos. Sólo éramos él y yo, con ese apetito de estar apegados.




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