Pasado el medio día nos encaminamos al nuevo lugar que mi padre había mencionado. Íbamos caminando cual zombis con mi hermana, y es que era estresante para nosotras el acoplarnos a un nuevo lugar en el area rural. Lo primero con lo que debíamos batallar era el calor infernal y los molestos mosquitos.
Conforme nos íbamos alejando del pueblo las calles se volvían de tierra y las casas cada vez más alejadas unas de las otras. Y es que si vives en una ciudad muy poblada entenderás mi punto, las casas están casi montadas unas sobre otras, allí no hay jardines, ni parques extensos.
—Magaly ¿crees que nos lleve a perder en el monte? Podria ser que se haya arrepentido de traernos— el miedo al fin apareció en la voz de Graciela al transcurso de unos 10 minutos de caminata.
—Deja de decir estupideces, vas a terminar por crearme más miedos que fobias. Pero espero que no sea asi — contesté con tantito miedo, intentando no demostrarlo.
Como a unos treinta minutos de caminata, llegamos a un lugar donde las casa a pesar de estar más cercanas, aún parecían distantes para mí parecer.
—Aquí es —dijo mi papá plantándose frente aún portón de malla.
—¿Está seguro que es aquí? Apenas veo una casa de una planta y no creo que sea de alquiler, además es difícil que pueda pagar por algo así —le respondí llevándome una mirada asesina de su parte.
—Yo tengo miedo, quizá sea como en las peliculas, esas donde matan a la gente y no hay quien les escuche gritar —Graciela es algo fatalista y me está contagiando esa característica suya.
En eso estábamos, cuando salió ladrando el perro más bravo del mundo, un pequeño chihuahua que era más escándalo que tamaño pero que sí lograba morderme, seguro me va a doler. Detrás del animal se veía acercar, a paso ligero, a una mujer joven, con un niño de dos o tres años junto a ella. Cuando llegó a nosotros , nos saludó de manera cortés.
—Buenas tardes, los estaba esperando, Leticia me habló de ustedes —dijo. A todo esto la pregunta del millón era… Quién era Leticia Y porqué le habló de nosotros?
—Ella me habló del lugar que usted tiene en renta podríamos verlo? Solo somos mis dos hijas y yo —las palabras de mi papá botaron las esperanzas que teníamos con mi hermana de que mi mamá fuese a llegar a donde estábamos.
La mujer nos llevó a una casa al fondo de la propiedad, la cuál era bastante grande. La casa era diferente a lo que esperábamos, estaba construida en un segundo nivel, la parte de abajo era un espacio abierto, donde guardaban los carros y se encontraba también la lavandería. Subimos las escaleras y la vista era hermosa, no había vecinos en la parte de atrás, pero había una cancha de basquetball y más allá, se veía unos cuartos muy grandes, no sabía que esa era la escuela de la localidad.
Entramos, mi hermana y yo quedamos más que sorprendidas al ver la casa en un estilo canadiense, muy bonita y moderna para lo que se veía por afuera.
—¿Podemos costear esto, papá? —pregunté, por aquello de que el lugar en el que estábamos, era bastante modesto, demasiado diría yo.
—La renta es de quinientos al mes, los servicios básicos, esos corren por cuenta de ustedes, como en todo lugar —respondió la señora, la cuál ya sabíamos que se llamaba Keila.
—Lo tomo ¿Cuándo podríamos ocuparlo? —la pregunta de mi papá me sorprendió mucho, pero era mejor que estar cerca de aquel tipo que nos veía de manera sospechosa en donde vivíamos actualmente.
Mientras mi padre cerraba el trato, Graciela y yo nos fuimos a ver las habitaciones y carajo, eran enormes. En donde vivíamos con nuestros padres, habíamos tenido que compartir espacio, cosa qur no pasaria ahora. Ya que estaban distribuidas en un pasillo, se apresuró a tomar la del medio, dejándome la del final.
—¡Magaly! Llama a tu hermana, debemos irnos. Mañana será un día pesado, hay que volver a empacar. —a esa orden la pasé jalando del brazo y salimos detrás de él.
—Papá ¿Porqué es tan barata la renta? Si donde estamos, se paga lo mismo y parece gallinero. Para mí, que hay trampa en ese precio— la teoría de mi hermana era válida.
—Una amiga me recomendó el lugar. Sabía que necesitábamos un lugar para movernos y se ofreció a ayudar —dijo algo nervioso.
—¿Una amiga? No sabía que tenía amigas acá —respondí con alguito de enojo.
—No tengo porque dar explicaciones, aquí el adulto soy yo y se hace lo que YO digo y punto.
—¿Tenemos que caminar de vuelta? ¿No hay transporte aquí? Me duelen los pies. —a mi también Gracie, a mi también, pensé.
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Editado: 09.11.2024