Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 3

 

A las tres de la tarde, llegó mi tio Miguel con el automóvil que realizaría la mudanza, creo que a mi papá le va a dar un ACV en cualquier momento, jajajaja era de no creer por Dios! ¿A quién se le ocurre que en una pick up cabría lo que llevó un camión?. ¿La suerte no podía estar más en contra de nosotros?

—¿Y el camión que ibas a conseguir? En este cacharrito no va a caber todo Miguel  —vociferó mi papá,.mientras se jalaba el cabello —allí habrá que hacer mínimo tres viajes, me va a salir mas caro el caldo que los frijoles.

—Es lo único que pude conseguir. La verdad se me olvidó —dicho eso,  un hedor a licor salió de él.

—Dame el dinero que te di para contratar un camión. —Un exasperado Julio exigió al pobre tío.

—Disculpe —se escuchó al señor que habían ignorado hasta ahora —a mí no me están pagando nada. Miguelito dijo que usted no tenía dinero para mudarse y quise hacer mi buena obra del día, pero sino quieren mi ayuda, mejor me voy.

Y todo se fué al carajo, mi tío quedó sobrio ante semejante confesión. Mi padre de verde angustia pasó a rojo furia.

—¿Es cierto Miguel? ¡Lo sabía!, no debí darte el dinero antes —rezongó —contigo arreglo cuentas después —y dirigiéndose al buen samaritano, preguntó….

—¿Cuánto me cobra para por llevar mis cosas a el barrio San Francisco? —con tono mas que suplicante preguntó.

—Era mi buena obra del día, pero déjeme ver que tanto es, ya ve que los carros no caminan con agua —y con eso se fue tras mi señor padre a ver que tanto era tantito.

—Es todo esto —la cara del señor fué de ¿que es esto? —calculo que tendría que hacer tres viajes. Le cobro trescientos, no importa si se va un cuarto viaje, sería solo lo del combustible y yo llamo a mis hijos para que nos ayuden a cargar ¿que dice?

—Que más me queda. Llámelos  —y dirigiéndose a nosotras habló —una de ustedes se tiene que quedar aquí y la otra se debe ir conmigo para ir ordenando al menos las camas.

En ese momento sentí miedo, porque el tipo que siempre nos veía de manera sospechosa, estaba sentado cerca escuchando.  De pronto quedé fría  cuando escuché…

—Magaly se queda y yo me voy —kha!!! Hija de mi madre me ganó —total, ella es la mayor — culminó.

—¿Yo porqué?  

—Magaly, me la llevo a ella, ademas no creo que tardemos mucho.

—Papá pero… —y me calló con una seña, que no daba paso a seguir renegando.

En menos de cinco minutos llegaron dos jóvenes, que calculando tenían casi la misma edad que nosotras ó un año más. Subieron lo que cupo y se fueron. Entré con el corazón a mil por el miedo de quedarme sola. ¿Han sentido miedo? ¿De ese que te hace sospechar de todo y todos? En mi cabeza veía al señor raro observando por las rendijas de la puerta y ventana.  Quería a mi mamá o ya de perdida a mi hermana. En esas estaba cuando intentaron abrir la puerta y empezaron  a golpearla con furia. 

 

—¡Abre la puerta! Tenemos que llevar más cosas Magaly —la voz de mi papá me trajo tantita paz —Tienes que estar pendiente, yo creo que solo serán dos viajes, así que si no cabemos en este viaje nos iremos caminando tu y yo.

 

Solo asentí y empezamos a subir todo como en un juego de tetris, yo no iba a quedarme ni un minuto más sola, prefería caminar al ritmo de la canción de la carcacha.

Y para mi buena suerte, los chicos que ayudaron ya no se fueron en ese viaje, quedando lugar para irme casi colgando, pero no caminando.

 El camino se me hizo corto, bajamos las cosas a toda prisa, pues estando en el lugar, ya veríamos como subirlas entre los tres. 

 

—Graciela ven a ayudar, hoy nos toca a nosotros descargar, apúrate —pegó semejante grito mi papá, no importaba, los vecinos sólo escucharán un susurró.

 

—¡Ya voy!, Magaly ayuda también —se volvió ahora mi jefa, lo que me faltaba.

 

Eran casi las ocho de la noche, todo estaba ya dentro, desordenado, pero íbamos a dormir más tranquilos.

 

—Tengo hambre —y mi estómago confirmó mis palabras.

—Ya pedí comida, en un rato más la traen —solo escuchó que tocaban la puerta y dió la sensación de que ocultaba algo.

Recibió la comida y me pareció muy raro que no fuesen platos  desechables, algo se traía este donsito.

Colocamos las camas, porque el dormir cómodos era si o si. El dormitorio que me tocó fue el tercero del pasillo y de noche se veía muy lúgubre, ya saben como nos traiciona el subconsciente en esos casos.

Teníamos como una hora de haber apagado las luces cuando escuchamos pasos dentro de la casa, la primera en pegar el grito fué Graciela. Lo que me hizo correr a su cuarto, esta  estaba pálida. 

—Tranquila, dime que te pasa —mi voz salió temblorosa, ¿y cómo no?.

—Alguien estaba caminando en el techo, luego se escuchó un golpe muy duro y voces diciendo «uuuu, uuuu» —su cara era de horror total.

—¿Quieres que me quedé contigo? —a lo que afirmó de forma frenética.




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