Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 7


La revelación de mi padre me cayó como balde de agua fría en invierno, ahora veía con recelo a Leticia, aunque mantuve las palabras guardadas para cuando mi paciencia se acabara.

Al fin el primer día de clases llegó, lo que no habíamos contemplado era el transporte, mi papá no podría ir a dejarnos, menos a recogernos.  Lo que llevó a que por nosotros pasaran los hijos de … Leticia.

Caminamos por media hora antes de llegar, a paso rápido, o no llegábamos a tiempo.

—Odio caminar, esto no pasaría si ustedes no fueran un lastre —farfullaba Frank.

—Cállate Frank, si no «la señorita» se va a quejar de nuevo —dejó ver la ironía en su comentario Abner.

Sabía que lo decían por mí, porque a Grace la incluían en su plática amena.
 Y me propuse memorizar el camino para no necesitarlos, como que me llamó Magaly Castañeda, que nunca más iba a necesitar de ese par o trío.

Ya llevaba una semana completa yendo al instituto y de la chica que me había hablado Leticia no sabía nada.

—¡Cuidado! —gritaron segundos antes de sentir un pelotazo en la espalda —te avisé, pero ya te había golpeado el balón.

—Gracias por nada, pero avisaste cuando ya me habías golpeado —

—Soy Evelyn Chacón y voy en noveno grado—dijo animada —

—Un gusto Evelyn, soy Magaly y estoy en el mismo grado —y mi sorpresa fue notoria para ella. 

—Soy nueva en el pueblo, antes vivía en la ciudad—.

—¡Eres la hijastra de doña  Leticia! —esperen… ¿qué? 

—¿Cómo? Estás equivocada, si la conozco, pero no soy nada  de ella —

—Acá ya todos sabemos que tiene dos «hijastras» de su nuevo «marinovio», pero si dices que no, yo te creo, pero sería un privilegio  ver la cara de los engreídos Castillo, ya que se creen la gran cosa — dijo jocosa.

La charla se hizo extensa al salir de clases, resultó que ella iba a ser «mi guía» pero entre 45 alumnos era muy poco probable encontrarnos.

Habíamos logrado abrir la puerta que quedaba al final del pasillo, después de mi cuarto. Encontramos que era otro ambiente que podía usarse como sala de estar o estudio, por lo que colocamos allí las mesas de estudio con Gracie, además tenía otras escaleras; que llevaban a la planta baja, al otro extremo, pero al estar descuidadas las plantas que se encontraban en esa parte no se veía desde la entrada del lado derecho.

—Este será mi lugar favorito de ahora en más —Pensé. 

Tomé un cuaderno en blanco y decidí hacer garabatos para pasar el tiempo, cuando escuchaba que un ruido  se empezó a  hacer mas que molesto…
—sht… sht… ¡hey!  Mírame, —No hice caso por dos razones:
Primero, no teníamos vecinos. 
Segundo, era una escuela en pleno horario de clases vespertinas, y podría no ser a mí a quien le hablaban. Así que terminé ignorando lo sucedido.

Un sábado de principios de febrero estaba embelesada leyendo un libro del cual debatiríamos en clase en una semana. Era «La historia de un pepe» de José Milla Y Vidaurre.

—Es una historia muy triste, la leí el año pasado, no termina en un final feliz, al menos no para Pie de Lana …—

—Pero qué carajos….— solté el libro mientras buscaba de donde provenía la voz.

—No era mi intención asustarte, pero si hubiera sabido que los sábados no me ignorarías, hace mucho habría venido—.

Y es que detrás de la valla de metal y concreto que separaba la escuela y la casa se encontraba un chico con una sonrisa juguetona. Vestía  una camiseta roja y pantalones cortos blancos. No lo detallé bien porque estaba nerviosa, no, aterrada.

—¿Cómo te llamas? ¿Puedes hablar?—siguió mientras hacía muecas imitando el lenguaje de señas —mi nombre es …

—Que te importa, si y no me interesa —dije poniéndome de pie, dispuesta a entrar a la casa.

—¿Eso qué fue?—

—Las respuestas a tus preguntas y mi opinión a tu nombre —dicho esto entre como alma que lleva el diablo, pero alcance a escucharlo decir…

—Así me gustan… bravas— ni que fuera perro  dije en mi mente. —y güeritas —y soltó una risotada.  Maldito loco.

Pasaron una  semana desde que había tenido ese incidente con el chico, no quise contarle a nadie sobre eso, más que solo a Evelyn, a quien le había cogido confianza.

—Maga ¿dónde vives?  Nunca me has dicho —


—En el barrio San Francisco ¿y tú? —

—También vivo allí, ¿conoces a Keila? Es mi prima —y Arjona lo dijo “mira si es grande el destino, y esta ciudad es chica”.

—Tiene que ser broma, vivimos en su casa, bueno en la que tiene al fondo, desde donde se ve una escuela —dije emocionada al saber que no vivía tan lejos de mi nueva amiga.

—¿En la casa embrujada? —soltó en un grito espantado. —no puedo creerlo, lleva mas de dos años deshabitada, las últimas personas que estuvieron allí, aguantaron una semana y se fueron, y es que desde que murió mi tío, allí se escuchan ruidos, no importa la hora.

—Llevamos allí tres meses, creo que ya estamos acostumbrandonos, aunque desde hace un mes no se escucha nada —.




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