Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 8

Tuvimos que compartir habitación con mi hermana como antes, pero no iba a dejar que me cambiaran de habitación, así que Grace se tuvo que pasar conmigo.

Dejé que ellos acomodaran sus cosas, no les ayudé, no tenía obligación alguna para con ellos.

Ya a punto de dormir escuché la algarabía que tenían en el cuarto contiguo, eran tan escandalosos que no iba a aguantar mucho antes de explotar.

—Grace, espero que hoy si aparezcan «las animas» —susurro para que solo Gracie pudiera escuchar.

—No creo que tengan miedo, son hombres —respondió en tono bajo también —¿o si?.

—Já, ya los veré pegando gritos, y llorando con su mami —

En la madrugada se escucharon golpes, pasos y el típico sonido prolongado de la letra «u». No me equivoqué en mi vaticinio, a los pocos minutos clamaban por su madre. A uno de ellos se le escuchaba rezar el Padre Nuestro. También la voz de mi padre pidiendo que se calmaran los tres, porque sí, Leticia también lloraba junto a ellos.

A todo esto, Evelyn pasaba silbando cada mañana para que nos fuésemos juntas al instituto. Al principio mi padre no estaba de acuerdo, pero al ver que Abner y Frank empezarían a ir en su moto, terminó accediendo. Graciela se iba a veces conmigo, otras iba con los Castillo.

—Ayer vi que sacaban cosas de la casa de don Piter, quizá se vayan a mudar, aunque llevan desde que se casaron en esa casa —comentó mi amiga.

—Claro que se mudaron, pero a mi casa. Ayer por la tarde Leticia y sus hijos pasaron a formar parte de «la familia» —respondí con desgano.

—No me jodas, al final si era cierto que andaba con tu papá, aunque antes, tu papá venía solo, según se sabe, es viudo —. Hablaba animada Evelyn sin darse cuenta de que me soltó una bomba en ese momento.

—¡Mi mamá no ha muerto! El nos trajo a este lugar con engaños, nos hizo creer que ella vendría horas después. Mi mamá no sabe dónde estamos gracias a él —estaba llorando, y no podía detener mis emociones, esa había sido la gota que derramó el vaso, y la chispa que prendió la mecha.

—Pues esa es la historia que él vendió aquí, —

No quise seguir el tema y terminamos de llegar en silencio.

Días después.

Era el último día de febrero, cuando desde la ventana del cuarto de estudio que habíamos creado… lo vi. Estaba con otros chicos jugando, solo que ahora era fútbol, y me vi tentada a salir para quiza preguntar su nombre. Aunque tras de mi también estaba Abner observando.

—¿Que va a decir tu papá cuando sepa lo que ves desde aquí? —habló, pegandome tremendo susto.

—Porque no vas y se lo preguntas, a mi no me vas a chantajear, amenazar o intimidar con eso de poner queja, ya que no te tengo miedo, —

—¿Los conoces? —

—No, pero es sábado, se supone que no debe haber nadie allí, por eso observaba, chismoso —.

—Son amigos míos — dijo orgulloso.

—No te veo con ellos, quizá eres tan maleducado como tu hermano mayor, que te dejan por fuera —.

—Ven, te voy a mostrar que son mis amigos, te voy a presentar como «mi hermanita» — y tomó mi muñeca con fuerza para llevarme consigo.

—Suéltame animal, ¿que te hace pensar que quiero que me vean contigo?. Además, ya quisieras ser mi hermano, sería un honor para ti que lleváramos la misma sangre, gran miedoso—. Y dicho esto me soltó, no sin antes pasar tirando algunas cosas. Maldito berrinchudo.

Un mes después…

Como ya era costumbre, ibamos caminando por un atajo que habíamos descubierto, el cual nos ahorraba casi diez minutos de camino. Era siguiendo las viejas vías del tren, que en años pasados atravesaba el pueblo.

Ese dia iba tan distraída, que no me percaté que mi amiga y hermana iban varios pasos delante de mi, como tampoco en que momento alguien caminaba a mi lado… hasta que fue tarde.

—Tan linda y tan solita —esas palabras me hicieron fijar la vista en su dueño por escasos segundos, y soltar la carrera para alcanzar a Evelyn.

—Ingrata, me dejaste atrás y un loco venía muy cerca, lo confundí con ustedes, aunque me pareció conocida su voz —.

—¿Cuál loco? Alli no hay nadie, mira… —y de hecho no había nadie. —estas paranoica, aunque es probable que sea una aparición. ¿Ves este muro? Es el del cementerio de la localidad — relató mientras llegábamos a nuestro destino.

3 meses después…

Estábamos en la hora del receso cuando ví a un compañero ser molestado por otros del mismo salón.

—Evelyn, ¿por que están molestando a Estuardo? —

—¿Eh? Solo juega con su primo y el amigo de este, —respondió mientras bajaba nuevamente la mirada —siempre han sido así.

No pude quedarme tranquila y me acerqué a ellos, había visto al chico antes, era muy callado, siempre estaba en los primeros lugares del salón. Más nunca lo vi compartiendo con nadie, ni hablando.

—Estuardo, te estábamos buscando con Evelyn, ¿puedes ayudarnos con la tarea de literatura? —

—Ah s.. si, ya iba con ustedes —tartamudeó en respuesta, girandose a quienes lo molestaban dijo —¿Pueden darme mi mochila? Darío, por favor— .




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