Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 10

El día de los juegos interaulas había llegado, no logramos quedar en los primeros lugares, pero ganamos varios raspones en las rodillas, brazos y codos.

—Me van a sermonear en mi casa —se quejaba Evelyn.

—¿solo a ti? Por cierto, no vi a Estuardo, ¿Le habrá pasado algo? —me había extrañado su ausencia.

Quedamos con Evelyn ir a buscarlo por la tarde, debíamos saber el motivo de su ausencia.

A las seis de la tarde ya nos encontrábamos frente a su casa, tocamos el timbre varias veces, pero nadie salió. Aunque la vecina de enfrente nos contó que habían salido desde la mañana todos, y no sabían si volverían ese día.

El lunes, nos enteramos por Darío, que Estuardo tuvo un accidente dentro de la casa y se había fracturado una pierna, y el se encargaría de llevarle los apuntes.

El viernes por la tarde, decido ir sola a casa de mi amigo, Evelyn me daba muchas largas para acompañarme, y aquí me encuentro, frente a la casa, con mochila en mano, y la excusa de los apuntes, algo me decía que Darío no le daría nada.

Antes de poder tocar, una señora como de unos cuarenta y tantos me vió, acercándose preguntó:

—¿Buscas a alguien? —.

—buenas tardes, mi nombre es Magaly y busco a Estuardo, supe que tuvo un percance y le traigo los apuntes de la semana, —hablé tan rápido, que le causó gracia a la señora.

—Tranquila, gracias por traerle los apuntes, no sabíamos a quien pedirle ayuda con eso. —continuó. —Estuardo pidió llamaramos a su amiga, pero no nos dió detalles de donde vives, ¿Te molesta si subes a su cuarto? No debe hacer demasiado movimiento por ahora — .

Accedí a su petición y la seguí. Por dentro la casa era muy moderna, mucho más bonita que la de Leticia. Me dió indicaciones para subir y entrar en la segunda puerta a la derecha.

Golpeé dos veces y no obtuve respuesta pronta, a la tercera, la voz de mi amigo me dió permiso de entrar.

—Hola… —

—¿Maggie? ¿Que haces aquí? —

—También me da gusto verte —sonreí.

—Perdón, pero no imaginé que serías tu quien vendría —y noté cierta emoción en sus ojos.

—Darío contó sobre tu accidente, el ha estado ofreciéndose a llevar tus tareas, pero sospecho que no te ha venido a ver — solté —¿Estas bien? —.

—Estoy aburrido, ademas tienes razón, no ha traído nada ese infeliz, pero cuéntame tu ¿Ganaron algún juego el sábado? —

— Claro que ganamos! —solté con sarcasmo y fingida emoción. —ganamos unos bellos raspones —y le mostré las costras en mis rodillas —y uno que otro balonazo, pero ganamos—.

Hablamos un buen rato, cuando estaba despidiéndome, entraron de manera abrupta a la habitación, y no era nada más y nada menos que el hermano mayor de mi amigo.

—No sabía que estabas con tu novia, y menos que tuvieras una. —Habló —víne en cuanto pude, tenía que rendir los parciales y así venir a ver a mi hermanito, ¿No nos presentas? —.

—Tardaste una semana —reprochó —ella es mi amiga no mi novia, Samuel, ella es Magaly —inició la presentación —Mag, el es mi hermano mayor.

Lo irónico es que ya lo conocía, ¿De donde? Él era el chico que había visto antes y con el cual había sido grosera. Sentí la vergüenza subirme a la cabeza en ese momento. Atinando a decir..

—¿El pescador? — y me arrepentí de haber dicho aquello — un gusto, nos vemos el domingo Estuardo, cuando venga por mis cosas y tus tareas, cuidate.

—¿Pescador? —escuché que le preguntó a mi amigo, antes de salir rápido de esa casa.

Mi corazón estaba acelerado, creí que me reventada a ratos, no había caído en cuenta en lo mucho que se parecían ellos, tampoco es que había prestado atención, a quien ahora sabía que se llamaba Samuel.

El domingo por la tarde entró a la habitación Leticia, diciendo que me buscaban, pensé que era Evelyn, ya que iríamos juntas a traer mis cosas, y aprovecharía ella para ver a Estuardo.

Grande sorpresa me llevé al ver a un Samuel sonriente en la entrada, sosteniendo mi mochila.

—Hola… Magaly, me ofrecí a traer tus cosas, Estuardo no quiso incomodarte, también envió sus cuadernos con las tareas a entregar —

Que guapo era.. no se puede negar lo que se ve. Estaba por responder cuando tras de él apareció el hijo del diablo… Andrew.

—¿Que haces aquí? —preguntó el grosero —No sabía que conocías a una de las arrimadas, cuidate, «esta» —dijo señalándome —es medio bruta y salvaje.

—Gracias por traer mis cosas, dale mis saludos a Estuardo —atiné a decir, tampoco es que iba a ponerme a discutir con él idiota.

—¿Está mi mamá? —no le respondí —novedad, también eres sorda.

—Andrew no fastidies, deja de molestar a la chica, mejor ve a buscar a tu «mami» —vaya, Samuelito no se lleva con el «Andres».

El latoso entró a la casa buscando a Leticia. Yo ingresé por el otro extremo de la casa, y me quedé un buen rato sentada con cara de boba, con mayor razón visitaría de ahora en mas a Estuardo.

A casi diez meses de haber llegado a ese pueblo, me había acostumbrado al ritmo de vida que allí se llevaba. No volví a ver a Samuel, dado que se había marchado a la ciudad a realizar la pasantia de su carrera, la cual era con promesa a aplicar a un empleo.




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