¿Podemos probar por media hora? Si no resulta, seguimos con el plan original —sugerí
¿Cuál era el plan?
Cambiar el precio de la entrada, por lo que hicimos un cartel improvisado con la consigna:
“chicas: entran gratis""
"chicos: $20”.
Lo colocamos en un lugar visible y la reacción no se hizo esperar.
Se empezaron a vender las entradas como pan caliente, en casi una hora de haber iniciado, ya teníamos el pago del DJ y medio pago de las bebidas. Si seguíamos de esa manera, al final obtendríamos grandes ganancias.
Para cuando eran las siete treinta de la noche, ya teníamos la casa llena, aunque nos tocó lidiar con uno que otro ebrio, aparte de esos contrariempos, todo marchaba mejor que bien.
Por esas horas vi entrar a Samuel con una chica, entendía que para qué ella entre gratis debe hacerlo junto a él. ¿Han sentido esa sensación de desilusión mezclada con celos y rabia? Así me sentí.
—No sabía que tenías cuñada —le comenté a Estuardo, como quien no quiere chisme.
—¿Karina? Siempre van juntos a las fiestas, supongo que han de tener algo. ¿Celos?
—¿Qué? Para nada, solo curiosidad, ya sabes que a las mujeres nos encanta el chisme —intenté restarle importancia al asunto, pero fallé.
Fui motivo de burlas por parte de mi amigo, hasta que le tocó ver a su amor platónico ingresar… «Danilo». El muy descarado se animó a pedir que no se le cobrara la entrada porque su novia estaba en el interior, y lo dejamos entrar, sí, pero debió pagar su ingreso como cualquier mortal.
Terminó nuestro turno y llegó el momento de unirnos a la fiesta. No solté a Tato, juntos venimos, juntos nos vamos.
No dejaba de buscar a Evelyn con la mirada, aunque dejó de juntarse con nosotros, yo seguía viéndola como mi amiga. Cuando la encontré con la mirada, parecía discutir con el idiota. Con disimulo le mostré a Tato la escena.
—Deja de preocuparte por ella, no olvides las veces que nos ha ignorado y que te ha respondido tajante, ¿Sabes qué? Vamos a disfrutar que estamos aquí sin pagar —dijo juguetón.
Nos pusimos como buenos chismosos a reír a costa de algunas parejas, y quien diga que nunca lo ha hecho es un gran mentiroso. De pronto… empieza a sonar la macarena.
—¡Tatoooo, la macarena! Vamos —y antes de que se negara lo jalé con fuerza.
Ahora éramos nosotros riéndonos del ridículo que seguramente hacíamos. Tato se quedó estático a media canción.
—¿Qué sucede? —pregunté al verlo como ido.
—Espérame un momento, vi salir a mi hermano, ya vengo.
No iba a dejarlo ir solo, la seriedad con la que lo dijo, tampoco era usual en él.
Al salir nos encontramos con Samuel discutiendo con la chica que lo acompañaba, Tato me contó en resumen que la chica era tóxica y agresiva, por eso su hermano se había creado una fama de picaflor., ya que a más de una chica, la loca las golpeó por el hecho de hablarle a él. Sentí pena por Sam ¿quién lo manda a darle alas a una bruja?.
Y no era mentira nada de lo dicho por mi amigo, porque de un momento a otro empezó a golpearlo con saña, lo crítico era que mientras lo hacía pedía a gritos auxilio. Eso seguro lo va a meter en problemas, por lo que decidimos intervenir con Tato.
—¿Ya terminaste con tu pataleta? Porque te ves bastante ridícula, te grabé golpeando a Samuel, además, estás fingiendo un golpe que no te han dado, pero que con gusto te puedo acomodar —le dije.
Me vio con cara de asombro, mi madre siempre dice “el valiente llega, hasta donde el cobarde quiere”, no voy a negar que estaba a la espera de que se me fuera encima, pero pasó lo contrario, se puso de pie y empezó a reírse.
—Vámonos Sammy —dijo con voz melosa. Pero este no dejó de verla con una expresión que no pude descifrar.
Al ver que este no se movió ni respondió, empezó a insultarlo mientras se alejaba en la oscuridad de la noche.
—¿Estás bien? —le pregunté.
Su rostro cambió tan rápido que me asustó. Pues me dio una mirada ¿dulce? ¿Coqueta? No, era vidriosa a causa del alcohol que seguro ingirió.
—Siempre estoy bien, mejor que bien —se rio y entró nuevamente.
—Tato, tu hermano no parece ser normal, no sabía que bebía.
—Yo tampoco Mag, esto es nuevo en él.
La actividad terminó pasada la media noche. Hubo muchos que se negaban a irse, los chicos tuvieron que sacarlos casi a empellones. Estábamos sacando las últimas bolsas con basura cuando se acercó Evelyn, empezó a hablarme como si no hubiera pasado nada.
—¿Puedo irme con ustedes? Como vamos por el mismo rumbo, pero si les molesta…
No dejo que termine de hablar y le hago saber que no tenemos inconveniente con que nos acompañe.
Íbamos los tres hablando sobre los planes del viaje, porque sí, logramos obtener una ganancia muy buena. A los minutos Samuel nos dio alcance, no se tambalea al caminar, pero su andar era torpe por ratos o muy lento.
—Apúrate, ni creas que te vamos a esperar —Tato está realmente molesto.
#2451 en Novela romántica
#834 en Chick lit
#98 en Joven Adulto
humor amor, primer amor joven, amistad amor de infancia juvenil
Editado: 09.11.2024