Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 20

Cuando llegamos a nuestro destino, todos estaban siendo esperados por sus padres o iban en grupos de tres o cuatro personas con el mismo rumbo, por mi parte, me tocaba irme sola, Estuardo se fué mucho antes que yo lograra bajar del transporte. Ahora sí, tenía miedo de caminar casi a media noche rumbo a mi casa.

Comienzo a ver si alguien va por el mismo camino que debo tomar, pero nadie se vislumbra tomando esa ruta. Ya en mi mente estaban pasando más de un escenario terrorífico siendo perseguida por un asesino, un espectro o cualquier otra cosa que he visto en las películas de terror.

—¿No vendrán por ti? —pregunta Kevin —vamos, yo te haré compañía hasta tu casa, te dije que sería tu perro así que si nos espantan prometo quedarme ladrando para que puedas huir.

No pude evitar la carcajada ante su ocurrencia, cuando empezábamos a avanzar nos alcanzó Dario aduciendo que debía cuidar de Kevin. Aunque este par iba haciendo un ridículo escandaloso, agradecí su compañía. Al llegar al portón que me llevaría a mi casa me despido de ellos, pidiendo me escriban un mensaje avisando que ya están en sus casas. Y si, me dieron sus números de teléfono para que les llamara si estaba algún día en problemas.

Justo cuando estaba por cerrar la puerta, esta es empujada por Samuel, no voy a negar que el miedo me paralizó por un momento, pero si algo vi en mi madre, fué siempre hacerle frente a todo aun cuando estuviésemos en desventaja. Pero ante un tipo que me sobrepasa en tamaño y fuerza debía actuar con astucia.

—¿Por qué demonios venían ellos contigo? ¿Ahora me vas a salir con que te has hecho muy amiga de ellos? —reclamó Samuel con los ojos encendidos por el licor, además de respirar como toro embravecido.

—Estoy cansada y no es el momento ni la hora para hablar ¿porque no vienes mañana para ello? —Espero que note la ironía.

Pareció dudar y aceptó hablar “mañana” , no sin antes exigir un beso para irse según él más tranquilo. Mis entrañas se contrajeron ante el recuerdo grotesco del beso que me dió, por lo que le inventé que mi papá podría estar observando desde la ventana, marchándose ante el miedo de ser descubierto por este.

Cuando desperté pasadas las 8 de la mañana, fui a buscar a mi papá pues en mi mente estaba la idea de conseguir un empleo como vacacionista, quería por mis propios medios costear algunos gustos culposos. Encontré a todos sentados a la mesa dispuestos a desayunar, por lo que fui a la cocina y me serví un poco de comida, mi Graciela empezó a contar sobre la fiesta a la.que asistió con los hijos de Leticia, podría asegurar con los ojos cerrados que los quiere a ellos más que a mi.

—¿Es lindo el lugar a donde fueron? No me digas, mi papá dice que nos llevará el otro fin de semana, pero como ya fuiste ayer, supongo que no querrás acompañarnos. Total no cabrias en el auto.

¿Que le sucede a esta niña? Creo que ni siquiera Judas se atrevió a tanto. No respondí a su comentario, pero le comenté a mi padre los planes que tengo de buscar un empleo en vacaciones, además debo pensar en costear la matrícula, los libros y demás cosas que pueda ir necesitando, me niego a ser uno más de los parásitos, entiéndase Andrew, Abner y Frank.

Son las cuatro de la tarde del lunes, no quiero salir de la casa pues ya he visto a Samuel pasar más de tres veces frente a ésta, tengo un sentimiento alojado en mi pecho que no sé explicar, necesito contarle a alguien sobre lo que pasó en el viaje. La mejor opción después de tanto pensarlo es doña Lucía… mi madre.

—¿Magaly? Mi niña hermosa ¿Cómo estuvo el viaje del sábado? —fue el saludo que me dió.

Procedo a contarle todo, y cuando digo todo… fue todo. Me escuchó en silencio, pero casi pude ver su expresión ante lo que le decía. Cuando llegué a la parte del beso forzado soltó un jadeo horrorizado y un gruñido de enojo, cuando le conté mi sentir.

—Apoyo la decisión que tomas de trabajar, pero no el que te calles lo que sucedió, díselo a tu padre, él sabrá que hacer pero por favor, no dejes que nadie te intimide nunca, porque le estarás entregando poder sobre ti. No olvides nunca que te amo.

Por lo que tomo valor para hacer frente a mi más reciente miedo. De encontrarlo seré clara y directa, mi madre tiene razón en su consejo.

El lunes solo me presento a recibir las notas finales e invitaciones para el acto de graduación, a donde nos informan que solo pueden acompañarnos 2 personas, y es obvio que mi madre es una de las que quiero este conmigo ese día.

En la nueva tienda de servicio que abrió hace una semana necesitan un dependiente de mostrador y cajero, por lo que paso dejando mi solicitud de trabajo, esperando me acepten para ocupar el puesto.

—Hola, gatita — escucho a mi lado, seguido de una sonrisita muy… muy ¿bonita?

—¡Por Dios Henry! Pensé que ya habías dejado de lado ese mal hábito de andar queriendo matarme de un susto.

—Lo que menos quiero es que mueras de uno, pero cada vez que te veo, andas más distraída que la vez anterior, ¿Sucede algo?

—No, aunque quizá sea el temor a no aprobar el examen de admisión —más mi respuesta parece no convencerle.

—Tranquila, ya verás que será pan comido para ti, además tuviste la asesoría del mejor maestro… yo —dice fingiendo modestia, y por alguna razón me encanta que sea tan así.




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