Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 24

¿Acaso los padres nunca analizan las consecuencias de sus palabras? ¿Qué hice para merecer escuchar esas palabras y acusaciones?

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«En algún lugar de la ciudad»

El auto se detuvo frente a la residencia de Lucía. Dentro de este solo había un incómodo silencio. Hasta que Gustavo decide romper el silencio.

—¿No has llamado a tu hija? Prácticamente la has dejado a merced de tu ex esposo.

—Me ha llamado cuando salíamos del hostal…

—Pero no vi que respondieras el aparato que no has soltado en todo el camino de vuelta. Debiste quedarte un poco más y hablar con ella.

—Hablaré con ella después, ¿Crees que no me duele lo que sucedió? —sus palabras salieron con ira.

Gustavo no pudo responderle, no porque no tuviera las palabras correctas, solo no quiso iniciar una discusión con Lucía, ya que esta parecía muy segura de la culpabilidad de su hija. Se marchó a su casa después de dejar a Lucía, pero su mente se planteaba el seguir adelante con esa relación. No quería tener que pasar por un altercado con el ex resentido de nadie.

A una semana del altercado con Julio, Lucía recibió la visita de su hermano, quien a pesar de haberse molestado mucho con sus sobrinas, tenía especial aprecio por la mayor de ella.

—Hola hermana, he estado esperando que me cuentes como te fue, además de mostrarme fotos de Magaly con su toga y birrete. ¿Le gustó el presente que le envié? ¿Qué dijo al verlo? —hablaba entusiasmado.

Lucía no respondió a ninguna de las preguntas, solo bajó la cabeza en señal de tristeza. Lo cual le hizo saber a Gerardo que quizá no habían salido bien las cosas, por lo que añadió en tono frío:

—¿Qué pasó Lucía? ¿Acaso Julio te hizo algo?.

—Todo se salió de control… y no pude contenerme, no debí haber ido nunca a ese lugar —respondió soltando el llanto.

—Explícame, porque no te estoy entendiendo nada. ¿Qué pasó realmente? Y habla claro, porque detesto que le des tantas vueltas al asunto.

—Todo se fue al carajo, no debí ir a ese lugar —dijo mientras se cubría el rostro con ambas manos.

—¡Ay por favor! Deja de ser tan dramática y de revolear el asunto. ¡Dime que sucedió!.

—Julio estaba allí con su amante, lo peor de todo es que quedé en ridículo ante ella y quienes asistieron, me trató como a basura, cuando yo le dí lo mejor de mi. Lo odio, si pudiera borrarlo de mi vida desde el momento que lo conocí… Lo haría sin dudar —soltó en carretilla.

Gerardo se puso de pie, pasándose las manos por el rostro en señal de enfado y frustración. Y con toda la calma que pudo reunir le pidió que le contara a detalle lo ocurrido. Cabe mencionar que Lucía con cada oración culpaba al suceso que la llevó a casarse con Julio, de todo, además notaba decepción y dolor en la voz de su hermana. Pero cambió la mirada comprensiva hacia esta cuando dijo lo siguiente:

—Mi vida sería muy diferente si tan solo…—pero fue callada por Gerardo.

—¡NI SE TE OCURRA DARLE LA RAZÓN AL POCO HOMBRE ESE! —espetó con furia —no vas a culpar a una inocente de sus errores. Solo no lo hagas en mi presencia. Al menos debo agradecer que Gustavo te acompañará.

—No se que habría sido de mí, si él no hubiese estado allí —hizo una pausa, dudando si decirle o no.

—Lucía —su frustración iba en aumento —habla de una buena vez, sabes que odio que no seas clara al hablar.

—Entre la discusión y el zafarrancho que se armó, hubo un forcejeo entre Julio y Gustavo, lo que llevó a que nos pidieran salir del lugar… —viendo la cara molesta de su hermano ante la vacilación, prosiguió —Julio intentó golpearme… se atrevió a hacerlo delante de toda esa gente. Todo porque quise defender a mi niña… iba a golpearla. Sabía que si lo hacía, eso iba a dolerme más que cualquier otra cosa.

—¿A cuál de las dos? ¿A Magaly? Te juro que si la lastimó, voy a darle la paliza que sus padres quizás nunca le dieron... —algo le oprimió el pecho a Gerardo —¿Dónde dejaste a Magaly? Espero que al menos te cercioraras de que estuviera bien… a pesar de arruinarle la celebración… dime que no la dejaste allí botada.

El silencio de Lucía le dió la respuesta y no pudo evitar recordar lo sucedido en el pasado.

—Volviste a hacerle lo mismo que hace años, la abandonaste de nuevo —había pesar en sus palabras —los primeros cuatro años de su vida la dejaste al cuidado de mi madre.

—Eso no es verdad, yo no…

—Según tú, “porque Julio deseaba convivir un tiempo solo los dos, como pareja” —la interrumpió Gerardo —y sólo volviste cuando tu segunda hija tenía dos años y meses, ¿cuánto pasaron solos? No mucho.

—No entiendes, Julio quería que sus hijos fueran planeados, anhelados y amados…

—¡Te dejó pasar sola todo el proceso del primer embarazo! Y aun así volviste a caer de nuevo en sus mentiras. ¿Vas a decirme que de tus dos hijas sólo Graciela ha sido todas esas babosadas que has dicho? —la indignación en el rostro de Gerardo era mucho.

Porque aunque se había enojado con sus sobrinas cuando se fueron, comprendía que el error había sido de sus padres.




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