Estamos a una semana de que sea Nochebuena, y pareciera que ha pasado una eternidad desde que se separaron mis padres. Pero este año, me hace menos ilusión que los anteriores.
Tengo poco más de un mes que no hablo con mi madre, no porque ya no me responda las llamadas o mensajes. Si no, porque ahora soy yo quien no le quiere responder.
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Voy caminando distraída, últimamente es como si estuviera en medio de una bruma que no me deja escapar. Sólo camino como autómata, de mi casa al trabajo y viceversa. Al menos ha sido así, hasta ese día en el que el sonido repentino de una bocina, me hizo pegar semejante brinco acompañado de un grito.
—¿Estás bien?. Juro que esta vez no quería asustarte. Pero vas caminando a media calle, y de seguir así, vas a terminar siendo arrollada por cualquier vehículo. —se notaba preocupado al hablar.
—¿Cuántas veces vas a intentar matarme de un susto? —Solté desdeñosa. —Si te caigo tan mal, solo evitame.
No me reconocí a mi misma en esas palabras, es verdad que era medio grosera a veces, pero últimamente me sentía más irritable que nunca. Henry no pareció sorprendido por mi respuesta. Y aunque me arrepentí de mi exabrupto, no me retracté.
—Puedo llevarte a tu casa o a donde quieras, con gusto te acompaño.
—No gracias, tampoco quiero ir a ningún sitio. ¿Quieres compañía? Vé con la más vieja de tu casa, pero déjame en paz. —Lo sé, estoy desquitando con él.
—Me agradabas y gustabas más, cuándo no eras tan amargada. — bromeó.
Esto solo aviva la rabia e ira que llevo conteniendo por días en mi. Ya sé que no debería desquitarme con él, pero no está ayudando.
—¡Mira!. que bueno que lo dices. Porque lo que tienes enfrente… es lo que hay. Me da igual si no te agrada o no te gusta. ¡Por mi… puedes irte mucho a la mierda!. —¡por Dios!, nunca había reaccionado así ante nada, ni nadie.
Henry me escuchaba con los ojos y la boca abierta. Creo que no esperaba semejante respuesta. Pero yo, ya estaba cansada de las tantas veces, en las que en mi casa, me han recordado lo indeseable que resultaba para todos, en especial para mi papá. Y que él me dijera eso, solo me rebalsó.
Para mí sorpresa, este, con calma extrema, se bajó de su motocicleta y se acercó a mi. Cosa que me dejó pasmada. E imaginando que iba a responder de la misma forma grosera, en qué lo hice yo, decidí irme antes de eso. Pero no me permitió hacerlo.
—¿Estás bien? Necesitas hablar con alguien. ¿Sabes? Tengo tiempo, así que no tengo problema en escucharte. —decía mientras me sujetaba del antebrazo. —Vámonos, acá siempre habrá algún chismoso y tampoco quiero que tengas más problemas con tu papá.
—Primero: No tengo nada de qué hablar. Segundo: Tampoco es que me muera de ganas de hablar con alguien. Así que, ¡Suéltame!.
Y si, yo quería hablar, necesitaba hacerlo, aunque no creo que sea la mejor de las ideas, que sea con él. Pero él no está dispuesto a recibir un “no” por respuesta.
—Súbete a la moto, y como te niegues —dijo entre dientes —te daré ,razones de sobra para que verdaderamente me aborrezcas. No hagas esto más difícil para ti. Prometo conducir despacio, para que no te de tanto miedo.
—Ya te dije que no quiero…
—No voy a repetirlo, ¡solo súbete de una buena vez!, eres demasiado terca —resopló.
No repliqué, solo asentí. Me colocó su casco de manera tosca. Se subió e hizo un gesto para que le imite. Me subo a regañadientes, intentando no tocarlo.
—¿Quieres que te lleve a tu trabajo?
—¡No!. Hoy es mi día de descanso.
—Entonces… ¿a tu casa?
—¡NOO!, déjame frente a la estación de autobús. No hay problema.
—Te voy a llevar a un lugar que te puede agradar, solo súbete. Por favor.
Hice lo que me pidió. Subí sin rechistar, aunque por un momento llegué a desear caerme y morir. Y pues empezó a conducir despacio, por lo que me sujeté de su camiseta. Aunque el muy desgraciado aceleró de forma repentina, logrando que le rodeara la cintura debido al miedo. No escuché su risa, pero si pude sentir el movimiento en su abdomen mientras lo hacía. Maldito Henry, me las voy a cobrar.
Condujo casi una hora, hasta detenerse frente a un gran portón de hierro. Me pidió abrir para pasar con la moto, lo cual hice. A unos tres kilómetros de la entrada apagó el motor.
—Ya puedes soltarme, y por favor, deja de temblar —se rió —pareces de esos perros que parecen ratas.
Le aviento el casco en respuesta. Afortunadamente tiene buenos reflejos, caso contrario, tendría que haberle comprado uno nuevo.
—¿Dónde estamos?. Si vas a matarme, te informo que casi has conseguido tu propósito. Estoy más que muerta de miedo.
—Este lugar pertenece a un conocido de mis padres, déjame mostrarte lo que hay más adelante.
Caminamos un buen tramo, y cuanto más nos adentramos, se hizo más evidente el sonido que hace el agua al correr. El paraje que ante mis ojos se abrió, era de otro mundo, mi cara se lo tuvo que hacer notar a él.
—¿Qué te parece? Ya sé que la naturaleza no es lo tuyo…
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Editado: 09.11.2024