Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 26



 

 

Henry estuvo por un buen rato dándole largas al asunto, hasta que por fin habló.

 

—Primero respondeme: ¿Creciste con tus abuelos maternos? —preguntó curioso.

 

—Si, de hecho, viví con ellos y uno de mis tíos hasta los tres o cuatro años. ¿Qué tiene que ver eso con lo que escuchaste? —No logro entender a dónde quiere llegar.

 

—Vaya, deberías hablar con ellos. Te deben muchas disculpas. —tomando una bocanada de aire prosiguió —Tu padre culpó a tu madre de arruinarle la vida. Según él, por no haber eliminado “el problema”, tu abuelo lo obligó a casarse con ella.

 

—¡Eso no es verdad!  —estoy dando vueltas en el mismo lugar, intentando digerir esas palabras —puede que hayas escuchado mal… tiene que ser eso. ¿Verdad?

 

Henry se puso a mi lado, intentando quizás darme consuelo, pero no creo que haya nada que pueda quitar la sensación que me embarga en estos momentos.

 

—¿Crees que por eso no me respondió todo este tiempo las llamadas? ¿Escuchaste si ella le respondió? ¿Qué le dijo? —empecé a sonar demasiado ansiosa.

 

—Magaly, calmate. Escuché que tu madre le dijo que “intentó” de todo y no funcionó. Además, tu hermana solo alentaba a tu padre a desquitarse contigo. Don Julio le prometió a tu madre desquitarse donde más le dolería, y en ese instante tu padre lanzó un golpe. Al inicio pensé que era para tu madre o  al acompañante de esta, pero no, el golpe lo lanzó en dirección a ti. Fué en ese momento que todo se volvió una batalla de “todos contra todos”. Don Piter alcanzó a jalar de ti y así evitar que recibieras el puñetazo. —esto último lo soltó con demasiado enojo.

 

No tengo idea de cómo asimilar esto. Aunque pensándolo bien, siempre fui relegada a ser el guardián  de mi hermana. Mi papá era  hostil conmigo y muy cariñoso con Graciela.  Siempre creí que era por ser ella la menor. Todo esos pensamientos se arremolinaron en mi mente al unísono. Y deseé con toda mi alma no haber existido, aunque no haya tenido la culpa de hacerlo.

 

—¿Puedes llevarme a mi casa? No quiero estar aquí.

 

—Magaly, tranquilízate. Te voy a llevar de regreso, solo recuerda que puedes contar conmigo. Si necesitas ayuda o hablar,  no dudes en buscarme. Anota mi número y promete que me llamarás si te sucede algo, no importa la hora que sea.

 

—Sólo quiero irme. Guarda tu número —le extiendo mi teléfono —no prometo nada, pero tendré en cuenta tu ofrecimiento. Solo sácame de aquí por favor.

 

Empecé a caminar hacia donde creí que estaba la motocicleta, pero fui detenida por los brazos de Henry y el solo contacto con ellos me quebró. Me dejé caer en un llanto amargo y casi desgarrador. Sentía enojo, tristeza, odio y muchas cosas más que no lograba descifrar. Ahora me daba una idea del porqué de muchas situaciones que nunca entendí.

 

 

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No se cuanto estuve así de descompuesta, no se si fueron horas o minutos, pero Henry estuvo allí en silencio todo ese tiempo. Cuando sentí que ya no tenía más lágrimas por botar, me solté de él y le pedí irnos. No preguntó ni dijo nada y agradecí internamente ese gesto.  

Los días siguientes han sido una tortura, pues he tenido que callar ante las provocaciones de los hijos de Leticia. Pero me he jurado a mi misma cobrarme todas y cada uno de sus agravios. Mi papá es asunto aparte, apenas me ha dirigido palabra y cuando lo hace es en monosílabos. 

 

—Magaly, necesito hablar contigo… a solas —dijo mi papá a la hora de la cena. 

 

Solo asentí como respuesta, es que además tenía la boca llena de comida. Como siempre buscaba cualquier ocasión para reñir y esta no fue la excepción.

 

—¿Estás sorda? ¿Acaso no puedes decir un simple “si” como respuesta? —vociferó dando un fuerte golpe a la mesa, que espantó a más de uno de los allí sentados.

 

No voy a negar que no sentí algo de miedo, pero me he prometido no demostrarle a nadie que lo padezco. Por lo que trago tan rápido como puedo para decirle:

 

—Perdón, pero tenía la boca llena. Recuerde que nos enseñaron a respetar la hora de la comida. Pero si le escuché.

 

Cuando ya salía cada uno, mi padre y yo, a su respectivo trabajo, se ofreció a llevarme para tratar el asunto que tenía pendiente. Los recuerdos de la noche en la que me dijo aquellas cosas horribles sumado a lo que Henry me contó, se agolparon en mi cabeza. Y quise huir de esa situación.

 

—¿Has hablado con tu madre o tus tíos? —negué, así que continuó —¿Qué has pensado sobre la universidad? ¿Piensas conseguir un empleo formal para costear tus gastos?. Te pregunto todo esto porque a tu edad mis padres dejaron de ayudarme y tuve que salir adelante por medios propios. 




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