Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 29



 

 

 

Empaco cada una con sumo cuidado. La que es para Estuardo no fue tan difícil, pero el segundo empaque me tiene vuelta un lio  ¿Y si no le gusta? ¿Si lo desecha por ser muy poca cosa? ¿Y si lo rechaza? ¿Qué tal que malinterprete el significado del regalo? Hasta hoy no me había sentido tan indecisa con un pequeño regalo.

Además, estuve pensando mucho en empacar un tercer regalo, uno que no quiero dar  y que tampoco quiero retener más. 

En el trabajo se colocaron adornos alusivos a la celebración, así como también se están dando vales de regalo a quienes lleguen con su pareja. He visto a Danilo llegar con tres chicas y ninguna ha sido Evelin, aunque no se que me extrañó más, el no verlo con ella o que mi hermana fuera una de las chicas que llegó con él. Evito meterme con ella para no darle derecho a que lo haga conmigo, ya no quiero ser la hermana mayor sobreprotectora y menos con quien no se lo merece.

En la Universidad hicieron intercambio de regalos, lastimosamente no pude participar por escasez de dinero. O compraba el regalo o no comía por una semana, las prioridades son más que obvias.

Ya cuando rayaban las seis de la tarde me encaminé nerviosa hacia la casa de mi amigo. Espero que Estuardo se encuentre en su casa. Y al llamar a la puerta es él quien me recibe.

 

—Magaly, ¿Todo bien? ¿Quieres pasar? Adentro tengo algo para ti, vamos. —y sin esperar respuesta, me va empujando hacia el interior de su casa.

 

Su mamá me invitó a cenar, ya que celebraban su aniversario. Y me pregunté: ¿Qué pasaría si se divorcian en el futuro? Esta llegaría a ser una de las fechas más odiadas por ellos, eso es más que seguro. Cuando me disponía a marcharme le pedí a Estuardo que llamara a su hermano, pero que no me dejara sola con él y así lo hizo. Samuel mostró una sonrisa radiante, supongo que en su inconsciente creyó que había olvidado lo ocurrido con él. Cuando quiso saludarme con un beso en la mejilla, lo aparté.

 

—Creí que venías a hacer la pases —puso su mejor sonrisa pero ya no producía nada en mí. 

 

—Te equivocas Samuel, vengo a darte esto. En verdad espero entiendas el mensaje  —dicho esto, le extiendo la cajita que me dió en mi cumpleaños.

 

Su expresión sombría al recibirlo, me confirmó que entiende la referencia. Aunque quiso explotar en ese instante, se detuvo. Y ante mí tiró la caja a un lado. Estuardo no entendía aún que pasaba, hasta que vio la caja abierta con la cadena y el dije con mi inicial. 

 

—Eres la primera persona a la que le hace un regalo. Nunca lo vi tan interesado en buscar  algo que le pareciera perfecto. No sé lo devuelvas, hazlo por mí —pidió mi amigo suplicante.

 

—No puedo, no quiero y no me voy a dejar chantajear por berrinches o pucheros de nadie. Lo siento Estuardo. Pero no me culpes de las pendejadas de tu hermano.

 

Samuel regresó y con furia me preguntó:

—¿Pará quién es la otra pulsera que compraste? Pensé que era para mí. —resopló cual toro embravecido —Sin temor a equivocarme, quizás se la darás a Henry. Seguro Eres su nuevo juguete, espero que te dure. Pero vas a extrañar las “pendejadas” de este pendejo.

 

No quise responder a sus palabras, hay batallas que se ganan en silencio y está es una de ellas. ¿Pero cómo supo que eran dos  objetos los que había comprado? Yo no le conté a nadie, ojalá no me cause problemas.

Eran las nueve de la noche cuando llegué a mi casa y en la sala estaba mi señor padre con una expresión molesta y furibunda.

 

—¿Por qué vienes a estas horas? —su tono era casi aterrador —Frank te vio salir de una casa vecina ¿es  donde vas a revolcarte con tu… amante. Seguro él te dió ese regalo que tienes en tus cosas.

 

¿Habían llegado al extremo de registrar mis pertenencias? ¿porque ahora se daban a la tarea de registrar mis cosas? Y lo más probable es que ellos tuvieran el regalo en sus manos ahora.

 

—No ando haciendo nada malo papá. El Regalo no es mío, ¿me lo puede devolver? Ni siquiera ha sido abierto porque debo hacer favor de entregarlo.

 

Mi papá sacó el contenido de la caja y me lo entregó, resulta que Graciela lo abrió pensando que era algo que podía usar, rompiendo en el proceso todo el empaque. Me fui a mi “espacio” porque eso era, solo un espacio. Ya no quiero estar aquí, estos últimos días  me he sentido como aquellos perros abandonados, sin hogar.

A diez días de esa fecha de “amor” volví a ver a Henry, esta vez yo le cerré el paso. Lo cual le sorprendió mucho.

 

—¡Hola Magaly! Jamás pensé que llegaría este día. ¿Estás bien? ¿Te sientes enferma? ¡¡Ya sé!! Olvidaste tu medicación en casa —la diversión y algo más se ve reflejado en sus palabras.

 

—¡No sigas! Solo quería entregarte esto —dije extendiendo la pulsera — No es mucho, tampoco trae envoltorio, larga historia… Sino es de tu agrado… puedes botarlo si así lo quieres.  —hablé como si me estuviesen corriendo.




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