Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 31

Dos semanas después de salir de casa de mi padre he pasado por todos los estados de ánimo habidos y por haber. Por las noches he llorado sentado en el duro suelo y a mi mente llegan las palabras que mi abuelo solía decir mucho: “hay que sufrir, para merecer”. Pero ¿qué hice yo para merecer sufrimiento?. El segundo día de haberme independizado, mi padre llegó a la universidad. Buscó hablar con él decano y cuanto catedrático se le atravesó, a todos les decía que andaba en “malos pasos” y podría corromper a los demás. Se presentó en mi lugar de trabajo a exigir que me despidieran, ya que estaba aseguraba que yo estaba robándole a la tienda.

El colmo fué llegar uno de los fines de semana, cansada del trabajo, ya que empecé a tomar los turnos de descanso de otros para obtener ingresos extras, y encontrar a Leticia hablando con doña Carmina.

—Carmina, deberías sacarla de tu casa. Julio la corrió de la nuestra porque intentó seducir a mi hijo mayor y eso no lo íbamos a permitir, tuvimos que enviarlo a un lugar donde ella no lo encuentre —decía la mentirosa mujer.

—Pero se vé tan buena muchacha, trabajadora y estudiosa. Además, me dieron excelentes referencias de ella. ¿Estás segura de lo que me cuentas? —preguntaba contrariada la madrina de Henry.

—¿Estudiar? Quien sabe. ¿Trabajar? Ella no trabaja. Dicen que vive engañando a los hombres. Pronto verás desfilar a varios por tu casa y eso no va a ser bien visto, va a terminar perjudicando el buen nombre de tu hija —añadió.

Y ese comentario rebalsó mi paciencia.

—Buenas noches. Quisiera decirle que es un “placer” verle de nuevo, pero sabe que no es así —dije viendo a Leticia —¿Qué va a decir don Piter cuando le cuente lo que anda hablando de mi? Se va a decepcionar mucho, porque esa no es la educación que él le dió —Sabía el temor que su padre le infunde.

—¿Ves Carmina? Quiere involucrar a mi padre. —dice indignada soltando una lágrima de cocodrilo —Por eso Julio ya no te quiso con nosotros.

—Leticia, debería enseñarle a su hijo a ser un hombre responsable y no esconderse de sus responsabilidades, ¿no cree? —Yo también podía ser ponzoñosa —Tampoco es bien visto que quiera obligar a una chica a abortar porque a él le faltan cojones.

Y con un escueto “buenas noches” ingresé a mi habitación. No podía dejar de temblar de rabia, impotencia o tristeza, es algo que no podía describir ese momento.

La señora Carmina tocó a la puerta cuando Leticia se marchó.

—Debemos hablar, ¿Puedo pasar? —su tono era molesto.

—Claro, solo que no podré ofrecerle donde sentarse —por su expresión, piensa que soy grosera —adelante.

La cara de la señora era de asombro. Quizá no esperó ver la habitación vacía, con unas pocas cosas en un rincón.

—¿Y tus cosas? O es que estás por marcharte y no pensabas decirme nada?

—No. No es eso. Estas son todas mis cosas. Es una larga historia, solo puedo decirle que me fui de mi casa con lo que llevaba puesto. Por lo que las cosas que Leticia dijo no son ciertas, aunque no la culpo si quiere que desocupe la pieza. —Los nervios me dominaron y hablé tan rápido, que pensé que no me había entendido nada.

—¿Dónde has estado durmiendo? Dime que no lo has estado haciendo en el suelo —parecía bastante afectada —Según Leticia, te robaste varias cosas de su casa y quería entrar a recuperarlas.

No podía creer que la amante de mi padre fuese capaz de inventar tantas mentiras. Solo pido al cielo que le dé el doble de lo que me ha dado ella.

Henry llegó al día siguiente a ver a su madrina, la cual se disculpó con él. Se enojó tanto con ella que se marchó casi de inmediato.

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Hoy se cumplen dos meses desde que vivo sola. Ya no duermo en el suelo, logré hacerme de una cama pequeña y sencilla. Serán cosas insignificantes para otros, pero yo salte de felicidad, además, en la Universidad todo va viento en popa también.

El trabajo ha estado bastante cargado, por lo que mis horarios se han ampliado hasta las nueve o diez de la noche. No temo ir sola a donde vivo, pues Henry se ha puesto en la tarea de venir por mi, casi cada noche. Cosa que no pasa desapercibido para los demás, puesto que hasta Estuardo ha llegado a asegurar que este tiene sentimientos hacia mi. Hoy ha venido en su motocicleta, ya voy perdiendole el miedo y agarrándole el gusto, según Henry.

—¿Lista para irnos? Hoy me hiciste esperar más que otros días —dice Henry muy meloso.

Estaba por responder, cuando alguien más habló a mis espaldas.

—Magaly, llevo días buscándote. ¿Sabes en los problemas en los que me has metido con tu madre? Tu si eres malagradecida con quien te crió. — la voz áspera de mi papá.

—Hola papá, también me alegra saber que se encuentra bien —ironizo —¿Problemas por mi? Pero, si ahora ya no tiene que cargar con… ¿Cómo me llamaba? —dije mientras golpeaba con el índice mi barbilla —¡Ah sí!, “la peor de sus desgracias”. —eso último lo hizo enfurecer aún más.

—Vamos a la casa, no tienen porque terceras personas enterarse de lo que nos concierne a nosotros como padre e hija. —pidió malhumorado.

—¡Oh Claro que irá a casa!, pero a “su” casa, donde ella vive —intervino Henry —de mi cuenta corre que así sea siempre.




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