Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 39

Ha llegado diciembre y sobre él se cierne un manto lúgubre, Doña Carmina volvió a casa. Tiene días en los que se pone muy mal a causa de los medicamentos. Hemos llenado la casa del espíritu navideño, lo cual la distrae de su mal. Aunque este día anda muy fatalista.

—Magaly, promete que si no sobrevivo a esta batalla cuidarás de Henry. —Me dejó perpleja ante eso.

—¿Quién le ha dicho que no lo logrará? Falta que esté presente en muchas navidades y cumpleaños. Además, prometió asistir a mi graduación.

—¡Ay muchacha! Quisiera que eso fuera posible, pero no quiero albergar falsas esperanzas, en cambio la muerte es lo que tengo más seguro. —se oyó derrotada.

—No diga eso por favor. Debe ser la madrina de mi primer hijo y de mi boda —intento bromear.

—¿Estás embarazada? ¿Cómo es que no me lo habían dicho ustedes dos? Henry me va a oír cuando lo vea —al menos logré que saliera de su fatalismo.

—¡Oh no! Eso no, pero hablaba de un futuro próximo —la vergüenza se me subió hasta el pelo —Henry y yo aún no… Esté… ya sabe.

Doña Carmina se soltó en carcajadas, haciendo que mi vergüenza fuese mayor. Para agravar mi situación aparece Henry en el momento más inoportuno. La señora terminó dándonos un sermón sobre paternidad responsable y demás. Él parecía de lo más emocionado escuchándola y dándole la razón en todo. Al final terminé riéndome de los planes de boda que hicieron a corto plazo.

—Magaly, ¿te parece que la boda se realice en el mes de noviembre del año que viene? —y dirigiéndose a Carmina añadió —para ese entonces ya habrá terminado el tratamiento y estará curada totalmente madrina, ¿no cree?

Carmina pareció animada con el plan, Henry había logrado sacarla de la idea que iba a morir. El doctor nos había explicado que de no sacarla de la depresión en la que cayó, se corría el riesgo de que empezara a tener pensamientos suicidas, y a costas de que planeaba mi boda lo lográbamos, no importa que fuese ficticio todo.

No he sabido de ninguno de mis padres, y no me dejarán mentir si les digo, que las fiestas de fin de año son capaces de quebrar aún al más fuerte y valiente. Tengo trabajo a tope, pero por las noches he llorado últimamente. En nochebuena cenamos en casa de doña Carmina, entre todos le ayudaremos a cocinar y servir. El árbol que colocamos en el enorme corredor de la casa se llenó de regalos, mi niña interior deseaba que todos ellos fueran para mi, pues en el que ponía mi mamá cada año, uno de diez regalos me pertenecía y era llevado por mi tío Gerardo, los demás tenían el nombre de Graciela.

—Tierra llamando a Magaly —escucho a mi lado.

—¿Henry, cuando llegaste?

—Hace un rato y desde que llegué llevo hablándote pero pareces distraída ¿Pasa algo?

—No pasa nada, solo observaba la cantidad de regalos bajo el árbol, cosa que me hizo recordar algunas cosas… —y viendo su cara sombría me apresuro a añadir —cosas buenas, de cuando era niña.

—Cuéntame.

—Te cuento luego, ayúdame a colocar las mesas y sillas. Tu madrina casi invitó medio pueblo al parecer —suelto en broma.

—Diría que sí, pero son solo las personas que ocupan el círculo íntimo de mi madrina y no es broma —suelta entre risas.

—¿Qué?

Salgo de mi aturdimiento para aprovechar la ayuda de Henry, pues estamos a horas de compartir con Doña Carmina. Mi habitación la decoré con pequeños adornos de la época, pues quiero celebrar a mi manera cada fecha, crear nuevos hábitos y recuerdos, y así borrar las vivencias del pasado, es mi forma de lidiar con la depresión que nos llega a todos derivado de él fin de año. Bajo ese arbolito tengo los regalos para mis amigos más cercanos y el de Henry.

La cena estuvo deliciosa, aunque la comida no fué lo impactante sino la armonía que entre tantas personas de sentía, hicieron muchas dinámicas en las que gané uno de los premios, definitivamente esto es lo que quiero disfrutar el día en que tenga una familia. La media noche está a diez minutos de distancia y todos están listos para dar el tradicional abrazo a esa hora. Llevo a Henry a mi habitación para poder darle mi presente. El asunto es que la sorprendida soy yo al ver la cama llena de regalos grandes y pequeños, en medio de todos mi pequeño árbol.

—Pero… Esto no es mío, déjame llamar a Doña Carmina, estoy segura que son de ella.

—Magaly, todos son para ti —me explica —cada uno de ellos te pertenece, ¿Quieres abrirlos o esperar a después de media noche como todas las niñas?

—¡Son muchos Henry! Y yo sólo compré uno para ti, no es justo, déjame comprarlos mañana, o pasado mañana cuando las tiendas abran…

El ambiente se llena del bullicio de los fuegos artificiales, las bombas y cohetillos que anuncian las doce en el reloj y soy callada con un beso que inició a las once con cincuenta y nueve y termina a las doce con un minuto. Creo que esta será de hoy en adelante mi celebración favorita.

—Cumplí mi deseo un beso que inicia en nochebuena y termina en navidad —suelta mientras yo tengo cara de boba.

—¿Por Qué tantos? Uno era suficiente Henry —Estoy a nada de llorar.

—Quise darte uno por cada navidad que no estuve contigo, veinte en total.




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