Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 40

La reunión para esperar el año nuevo en casa de la familia de Henry no fue tan mala, es cierto que no faltó quien se atrevió a realizar comentarios despectivos, pero fueron callados por las abuelas de este, cosa que en lo personal me sorprendió y no voy a negar que me hicieron sentir aceptada por ellas. La madre de Henry en algún momento de la velada se acercó a mí, cosa que me alertó, ya saben, con eso que dicen que las suegras son “malas”.

—Espero estés pasándolo bien Magaly, ¿Cómo van las cosas entre mi hijo y tú?

—Estoy bien, gracias. Y todo va bien con su hijo —aunque no voy a negar que su pregunta me hace tener ciertas dudas.

—Solo quiero que seas consciente de que él no es de tener compromisos, muchas mujeres antes de ti quisieron “atraparlo” con tretas. No estoy en contra de lo que tienen, pero no está por demás advertirte como es Henry. No es por maldad que te hago saber esto, solo quiero evitar que él arruine tu vida y la de él en el proceso —dicho esto se alejó.

¿Tenía dudas? Si, y muchas más que antes. Al parecer él no les ha comentado sobre los planes de casarnos y eso solo viene a avivar los temores que de por sí me persiguen.

A punto de dar la medianoche, salimos al hermoso jardín que posee la casa, y no pude dejar de sopesar las cosas que el año viejo me ha dejado e imaginar lo que el nuevo me traerá, aunque ¿Quién sabe a ciencia cierta lo que él futuro nos depara? Nadie. Y lo que venía a continuación tampoco lo esperaban los presentes. Henry estaba frente a mí con una sonrisa de publicidad de pasta dental, con una cajita negra mostrando un hermoso anillo y un cartel que decía “Este año seré tu esposo”. Yo no esperaba que lo hiciera frente a su familia y menos después de lo que su madre había dicho. La cara de la señora Salguero fue de asombro, pues su hijo que “no quiere compromisos" estaba botando a tierra sus propias palabras.

—¿Henry, estás bien? ¿Estás seguro? ¿Te están obligando? —le soltaba cada pregunta sin darle tiempo a responder la señora Salguero —recuerda que un embarazo no ata a nadie.

—Madre, jamás estuve tan seguro en toda mi vida de esta decisión como ahora. Y no, no estoy obligado, tranquila. —respondió con calma.

Las felicitaciones de los presentes no se hicieron esperar, como tampoco los comentarios malintencionados de Karina, la hermana de Henry. Dejando eso de lado, no imaginé una mejor manera de empezar el año nuevo. Y justo cuando me dirigía a subir en el auto de Henry, quien insistió en llevarme a donde vivo y quedarse conmigo… se cruzó en mi camino Samuel y no de una manera amigable.

—Así que vas a casarte con Henry. No estoy de acuerdo con eso…

Ignoré sus palabras, pues ya había notado su total estado de ebriedad. El intento de ignorarlo sólo provocó que se ofuscara más.

—Magaly, no te cases por favor, moriré si lo haces. Si quieres puedo ahorita mismo terminar todo con Karina pero… no me hagas esto.

No podía creer lo que escuchaba de él, lo que me tenía sorprendida era que mientras decía toda esas estupideces estaba llorando. Empecé a temer que Henry llegase en ese instante y terminara moliendo a golpes a su cuñado.

—Deja de decir incoherencias, deberías ir con tu novia, además estás ebrio, lo que te hace decir idioteces —mi respuesta lleva toda la molestia que siento en ese momento. Pero ni eso lo hace desistir de continuar.

—Está bien, cásate.

—Gracias por el permiso —me burlo —no sabía que lo necesitaba.

—¡Já! Pero te advierto algo, la noche de bodas… la pasarás conmigo y no con él, así tenga que secuestrarte para cumplirlo… —beso sus dedos con la señal de una cruz —y te juro que es una promesa que cumpliré.

No voy a negar que me parecieron chistosas sus palabras, aunque recordaba a mi abuela repitiendo siempre “nunca ignores la amenaza de una persona ebria y dolida”.

Y así, el mes de enero se fue como lo hace el agua entre los dedos. En el trabajo de montaje de eventos estábamos a tope, dado que teníamos demanda para organizar varias bodas, fiestas de compromiso y las típicas celebraciones por el día de San Valentín. Además de eso, estoy llevando la preparación de la fiesta sorpresa del cumpleaños número veintiséis de Henry y nuestro primer aniversario como novios.

—Magaly, te buscan afuera, creo que es un cliente. —avisó uno de los chicos.

Me dirigí a ver de quien se trataba y a quien menos esperaba ver… apareció frente a mi.

—¿Mami?

—¿Podemos hablar? Seré breve —habló en voz baja.

—Claro, puedo hacerlo al terminar acá, ahora estoy trabajando—miro mi reloj y agrego —en dos o tres horas estaré libre.

—Tiene que ser ahora Magaly. Además, soy tu madre, debe ser prioridad que estés disponible siempre para tu familia. —exigió.

Quizá meses atrás hubiera cedido ante sus exigencias, pero no ahora.

—Lo siento, podemos hablar solo cuando termine mi jornada laboral, antes no. Tengo el mismo número de teléfono, hágame saber dónde la encuentro y con gusto llegaré.

La escuché lanzar maldiciones, de esas que te hielan la sangre, pero no lograría que cayera en sus exigencias. Cuando llegó la hora de volver a casa me encontré a Henry esperando por mí, verlo allí casi me hizo olvidar el altercado con mi madre. Para mi sorpresa él mencionó el hecho que mi madre aún seguía afuera esperando por mi.




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