Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 41

 

 

San Valentín fue de las fiestas más celebradas este año, nuestra celebración la llevaríamos a cabo el día siguiente con Henry. No imaginé que fuera tan detallista por lo que se decía de él, pero yo podía dar fe de que tenía un lado cursi que derretiría a cualquiera. 

 

El próximo evento fue su fiesta de cumpleaños, Carmina me había contado las razones por las cuales Henry no disfrutaba de celebrar esa fecha, tenía que ver con una de las ex novias de su pasado, y yo quería cambiar eso en él. Para evitar que se presenten “persona indeseadas”, uno de los hermanos de Henry sugirió que se entreguen invitaciones con nombre y así se hizo. El mayor de los retos fue convencer a Henry de acompañarme a una “fiesta” ese día, creo que sospechaba algo pero no la magnitud.

 

—Henry ya es hora, apresúrate, se supone que somos las mujeres quienes debemos hacernos esperar, no al revés —empecé a apresurarlo —¿Te ayudo con el maquillaje? ¿Te subo el cierre del traje? 

 

—¡Ya! Pero no llevaré corbata, tómalo o déjalo mi reina. 

 

¡Ay Dios! Tuve el deseo que se cambiara, no quería que lo fueran a estar acosando, porque una cosa era verlo con ropa informal pero de traje… era para caer rendida a sus pies y pidiéndole que haga contigo lo que quiera, que no pondrás resistencia.

 

—Mejor cambiate ¿Quieres? No quiero tener que convertirme en el monstruo de los celos —me sentí tan avergonzada de lo que acabo de decir que intenté huir inútilmente.

 

—¿Así que el monstruo de los celos no? Creo que siempre sí usaré corbata —afirmó.

 

Yendo de camino le envié un mensaje a Darío, quien me ayudaría a tener el control del evento. Habíamos escogido el restaurante donde me llevó la primera vez que salimos.

 

—Maggie, no creo que haya fiesta alguna aquí, está muy tranquilo todo, no hay ni rastros de música, ¿revisaste la hora y fecha en tu invitación?

 

—Lo revisé. Baja ya del auto, quiero ver las decoraciones y ver si puedo aplicar alguna en mi trabajo. —respondí con fingido hastío, pero tenía ya más de medio cuerpo fuera del auto, no dejándole espacio a que se arrepienta.

 

Cuando ingresamos al lugar me retiré sutilmente, esta fue la señal para que salieran del salón contiguo los invitados y gritaron a viva voz el característico “sorpresa”. Henry estaba estático, no podía deducir si estaba sorprendido o molesto, hasta que volvió su mirada a mi y sonrió.

 

—Creí que habías olvidado que esta fecha no solo es importante por mi cumpleaños, pero ya vi que no fue así —susurró en mi oído.

 

—Feliz cumpleaños veintiseis y feliz primer aniversario querido mío —respondí colgada de su cuello.

 

—No sabes cuanto te amo Maggie, y cada día solo logras que te ame aún más.

 

Estuvimos toda la noche entre baile y juegos, porque quise que fuera algo muy fuera de lo común, una mezcla de fiesta infantil, por los juegos pero para adultos, y sobre todo porque era Henry quien eligió el orden de cómo se realizarían. Tuve temor cuando se acercó a mí de nuevo mi futura suegra, con eso que creía que estaba obligando a su hijo a casarse conmigo.

 

—Magaly, ¿puedes acompañarme un momento? 

 

Asentí y le avisé a Henry que iría con su madre, cosa que lo puso alerta, pero la señora le dijo que no haría o diría nada malo.

 

—¿En qué puedo ayudarle? —pregunté cautelosa. 

 

—Quería disculparme por haberte dicho aquellas horribles cosas de mi hijo —inició —el había jurado que nunca tendría una relación seria con nadie y mucho menos llegar a casarse, y que si en algún momento eso ocurría sería únicamente si lo obligaban a ello y no tuviese otra salida.

 

—¿Por eso creyó que estaba haciendo algo para obligarlo? —eso sí me dejó perpleja.

 

—La primera chica a la que él tomó en serio le hizo mucho daño. —rememoró —Quiso obligarlo a hacerse cargo de un bebé que no era suyo. Fue tanta la ilusión que le causó saber que sería papá que le propuso casarse ese mismo día, cosa que no iba a permitir. A la chica y a sus padres les ofrecimos hacernos cargo de todos los gastos prenatales y parto, pero que al nacer el bebé le haríamos una prueba de paternidad, sólo así permitiríamos que ellos se casaran.

 

En sus palabras se podía sentir el dolor, la impotencia y el enojo que esa situación le producía a pesar de ya haber pasado mucho tiempo.

 

—Imagino que Henry no tomó bien eso —comenté segura —pues he descubierto que es bastante obstinado en sus decisiones.

 

—Veo que lo conoces bastante. Fue en ese momento en el que decidió irse a vivir solo y "trabajar", para en un futuro cercano estar con “su” hijo y novia. La chica aceptó de buena gana esperar al nacimiento del bebé, pero cuando ese momento llegó apareció un hombre mucho mayor que ellos a reclamar la paternidad y ¿cómo negarlo? Si el niño salió blanco y rubio como él. Ese mismo instante murió mi hijo tal como lo conocí. Ya te habrán dicho todo lo que él hizo y como era, te digo era porque desde que te conoció empecé a ver nuevamente pequeñas luces del antiguo Henry.




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