Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 44

—No se como pudiste hacerle eso a Magaly, ¿En qué pensabas?—vocifera doña Carmina. —¡Ay! Me va a dar algo por tu culpa.

La cara de Henry era de desconcierto ante los regaños de su madrina, aparte de los chancletazos que también le repartía.

—¡Madrina! ¡Auch! Calmese y explíqueme cuando y que hice. —se queja ante ella para luego dirigirse a mí —Magaly dile algo.

—Magaly, vamos a refrescarle la memoria a este patán, desgraciado, mal hombre —regañó de nuevo la señora.

Yo estoy simplemente en shock. Y llorando cual Magdalena.

—Lo siento, yo… yo …

Henry intenta acercarse pero vuelve a ser empujado por doña Carmina.

—Yo te vi de la mano de otra mujer, —sollozo —y… y dijiste que… que era el amor de tu vida —las lágrimas y los mocos abundan para este momento. —Y te enojaste porque yo tenía a Keny.

No entiendo que me sucede pero empiezo a sentirme mareada, aturdida y me falta el aire, me duele el pecho y la cabeza, creo que me voy a morir.

—Madrina, creo que hay que llevarla al médico, se está poniendo pálida —sugiere Henry.

Y ahora estamos acá en la emergencia de un pequeño hospital, con una vía intravenosa en mi brazo.

—Bueno Magaly, afortunadamente todo está bien. Al parecer tuviste un ataque de ansiedad. —explica el doctor —considero que debes visitar a un especialista en salud mental, porque estos episodios pueden volver a repetirse y con mayor intensidad. Te dejaré en observación por veinticuatro horas para monitorear tus signos vitales. Te veo luego.

Fuera de la habitación el doctor les explica a quienes me acompañan que debo alejarme del estrés y de cualquier situación que pueda desencadenar otra crisis. El doctor sugiere que vayan a descansar pero Henry decide quedarse conmigo.

—Maggie dime cómo te sientes por favor. Me diste un susto horrible.

—Lamento mucho toda esta confusión Henry, no vayas a enojarte conmigo, por favor.

—Nunca podría enojarme contigo, ahora descansa, yo velaré tus sueños mi amor.

Poco a poco voy cayendo en un sueño profundo a causa del medicamento que me han colocado.

—¿Pero qué es todo eso que decía mi madrina? Explícame por favor —pidió calmado.

—Por favor niña, explícanos —ahora parece más calmada doña Carmina.

Les cuento todo lo que sucedió, Henry está pensativo y atento a mi relato, doña Carmina le deja ir uno que otro zape al pobre. Pero cuando llegó a lo último, la señora Carmina vuelve a alterarse.

—…Todo eso sucedió en el primer cumpleaños de nuestra hija Kenya. —concluyo.

—¡Henry, tuviste que arruinar la fiesta a tu propia hija…! —me ve horrorizada —Magaly, ustedes no tienen hijos… aún. ¿Cuándo sucedió todo esto que mi muchacho te hizo?

—¡Ay Madrina! —exclama mientras se tapa la cara frustrado.

—En mis sueños. Pero el llanto no me dejó explicarle. Y luego llamó a Henry para regañarlo y terminamos aquí. —suelto quedito.

Hay un silencio que bien podría cortarse con cuchillo, el cual es cortado por las carcajadas de doña Carmina, que nos sorprenden a ambos.

—Por Dios Magaly, ya decía yo que mi niño no podía ser tan patán. Lo bueno es que solo fue un malentendido —dice intentando abrazar a Henry.

—¿Y la madreada que me dió fue gratis entonces? No madrina, exijo una disculpa mas digna—suelta indignado mi novio. —Necesitamos hablar Magaly.

—Te lo merecías por si acaso has pensado hacer algo así. —y simulando tener un reloj en la muñeca se escapa con la siguiente excusa —ya es tarde, los veré luego, debo dormir. Los quiero mucho y perdóname mijo.

Nos quedamos solos y yo estoy que muero de vergüenza. No puedo verle a los ojos.

—¿Qué pasa Maggie? Cuéntame qué está pasando en esa cabecita tuya mi amor.

—Promete que no te vas a burlar de mí.

—Te escucho.

—Llevas días muy ocupado y quiero creer que es por trabajo y no porque tengas a alguien más —cuando veo que quiere interrumpir, le hago ademán que no lo haga. —Y te juro que no quiero pensar en ello pero mi subconsciente me traiciona.

—Reconozco que mi conducta antes de ti dejaba mucho de qué hablar, pero he cambiado por ti. Porque deseo ser un mejor ser humano para ti. Perdóname por haber herido tu corazón en sueños.

—¿Y si llegas a enamorarte de alguien más o a dejarme plantada en el altar.?

—Antes que eso suceda te prometo que me corto las pelotas. —dice serio.

—¿Estás enojado? —pregunto con temor a su respuesta.

—Poquito, tampoco es para preocuparte tanto, pero cuéntame… ¿cómo era nuestra hija? ¿Se parecía a mi? —me suelto a reír por sus palabras.

—Era idéntica a ti, muy hermosa.

—Maggie confía en mí, te juro por mis hijos que no te voy a fallar nunca.

—¿Tienes hijos? ¿Dónde?

Y para qué pregunté si ya se como es mi futuro esposo. Pues veo donde me señala y suelta a reír.




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