Cuando Regreses

CAPITULO 5

SOLA NUNCA, TE VOY A DEJAR.

(5)

LUZ.

Había pasado otro cruel mes, mes en el que mis padres estuvieron más pendientes de mí, donde las peleas cesaron y el tema de conversación fue el feto que tiene mi madre en su vientre, pero lo más raro de este mes es que un personaje, el cual no era parte de mi vida, no se me ha, despegado.

Esa persona tiene nombre y apellido, Ángel Thomson el chico, con más autocontrol y carisma que he conocido en mi vida, ese muchacho apareció todos los días desde que estuve en el hospital, aunque le hablaba lo estrictamente necesario, el simplemente no se callaba, me metía temas de conversación y si yo no los respondía, fácil, él lo hacía por mí.

Cuando salí del hospital, lo tuve que hacer en silla de rueda, ya que por el coma inducido mis piernas perdieron levemente el movimiento, pero eso solo fueron 2 semanas, no he ido a el instituto ya que mis heridas sanaron no hace mucho, las marca que me quedaron esta vez, fueron horribles, pues era una línea vertical, algo grande, se podía ver el relieve de la piel que tuvieron que unir para poder salvarme la vida.

Pensé que al llegar a casa las cosas serían iguales, mis padres tratando de meterme conversación y yo solo respondiéndoles con monosílabos, pero no, desde que el chico de los ojos bonitos, llegó a mi vida todo ha dado un giro de 180 grados, no me expreso, como de costumbre, pero ahora él hace lo imposible por hacer que me ría o simplemente me queda mirando por mucho tiempo, provocando que por mi incomodidad, le pregunte el ¿por qué?, su respuesta siempre es la misma, porque esa es una de las formas rápidas, de escuchar mi voz.

Necesito ya regresar a la normalidad, donde solo era ir a la escuela, la biblioteca y regresar a la casa a altas horas de la noche, para no dirigirle la palabra a mi madre.

Estoy en el patio de mi casa, porque el doctor recomendó que me diera un poco de sol, pues mi piel morena perdía el brillo y se volvía opaca por el constante encierro, no quería salir, pero como es de suponer desde que hice lo que hice, las cosas ya no son como las quiero, es como las necesito y tengo que hacer.

Estoy tumbada en una silla playera con los ojos cerrados, el frío que se siente en parte es refrescante pues las sudaderas grandes solo permiten una dosis necesaria de frío, lo que es increíble.

No hace falta que abra los ojos, no hace falta que mire hacia atrás, un perfume tan dulce y vivo llega a mi nariz, provocando que ruede los ojos. Apenas son las 2 de la tarde, no hace mucho se fue, ¿por qué regresa tan pronto, no tiene vida propia este chico?

— ¡Hola hermosa! — Su saludo efusivo no me sorprende y menos el estúpido apodo que utiliza, le dije la primera vez que no me gustaba, pero el decidió no hacer caso a eso y simplemente pasar de lo que le pedí, como siempre, al percatarme de que lo seguía diciendo, no pelee contra la corriente y lo comencé a ignorar, pero esa palabra en su vocabulario no existe, simplemente no puedo con su emoción. — ¿Estas dormida?

Pregunta, para proceder hacerme un leve movimiento con sus manos, frente a mi rostro, quiero decirle que no lo hago y qué se largue de mi casa, que huya lo más rápido de mí, pero se lo he dicho tantas veces, que no se, me acostumbre a tenerlo en mi vida.

Le advertí que no soy buena para nadie, que lo único que puedo traer es desgracias, pero ni así decidió irse, abandonarme.

>> Sabes luz, algún día me responderás sin que yo tenga que sacar las respuestas de la boca — Afirma con una sonrisa, mientras asiente con la cabeza.

Decidí no responder a su afirmación, después de uno segundos escucho un suspiro y como este quita la mano de mis ojos y la lleva a su pecho, solo ese movimiento provoca en mí una serie de sensaciones extrañas a las cuales no termino de acostumbrarme, cuando levanto la mira a sus ojos él me recibe como siempre, con una sonrisa que para muchos es contagiosa mientras que, para mí, es la clara señal de que tengo que alejarlo.

No le devuelvo la sonrisa y mucho menos le hablo, solo me lo quedó mirado y veo como poco a poco una pizca de su brillo es robada, como poco a poco él va perdiendo un toque de luz que para mí representa las razones que me hacen mantenerlo lejos, retiro la mirada rápidamente, porque no soporto lo que yo podía provocar.

Le doy la espalda a su persona y solo siento como él suspira, para acostarse en la silla que se encuentra a mi lado, mirando el cielo. Percibo como la puerta corrediza de mi casa, que conecta con el patio es abierta minutos después para encontrarme a mi progenitora con una sonrisa de oreja a oreja.

— Les tengo una sorpresa — Afirmó con una sonrisa entusiasta que fácilmente hizo que Ángel se levantará igual de emocionado y se acerca a ella.

— ¿Si?, ¿es para mí también? — Pregunta y deseo reír por la cara que pone mi madre ante sus palabras, ángel se ha pasado tanto tiempo aquí, que no dudaría que mi madre pensara en él, al momento de ejecutar la sorpresa, la sonrisa no sale de mi rostro, en realidad la miró sin ninguna clase de expresión, no me gustan las sorpresas, siempre traen algo que hace feliz a un grupo de persona, pero no a todos, no tengo que decir que soy del grupo el cual, nunca hace feliz..

— ¡Obvio!, tú también estas invitado Ángel.

— Bueno dígala, ya me lleno de curiosidad.

— No comas ansias, tiene que llegar Alfred.

Al momento de decir eso, ángel hace un puchero que se le ve un tanto adorable, eso hace que las sensaciones que sentí cuando me toco, regresaran, pero esta vez mil veces peor y solo lo siento en mi pecho, provocando que mi cuerpo vibrara y no de escalofrío, mi gesto no pasa desapercibido para ellos.

— ¿Estas bien, luz? — Interroga mi madre quitándosele la emoción y mirándome con preocupación, yo no le respondo como de costumbre solo asiento en su dirección, la mirada que me lanzan, ella y ángel son de personas que no me creen nada, pero se abstienen de fomentar sus pensamientos en voz alta — Deberías entrar, la temperatura ha empezado a bajar más.




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