—¡Cállate! — Estampando su palma sobre la mejilla derecha de Matthew.
—No es lo como lo estás pensando.
—A mi señor Leblanc, no me debe explicaciones, yo no cometí una falta, solo me entregue a un hombre que en mi cabeza era libre, soltero y no uno que se la quería de dar de macho, queriendo usarme como un simple desahogo, como un par de piernas donde meterse, pues escuche muy bien porque no lo voy a repetir dos veces, olvídese de mi para siempre y no me busque más, que para usted yo ya no existo.
—No puedo hacerlo, no sé qué pasó esa noche, pero sé que algo pasó, me voy a volver loco.
—Qué cuento más usado. Eso lo hubieras pensado antes, me seguiste engañando, ¿eso si recuerdas? —La sostuvo del brazo, no quería dejarla ir, sabía que ella tenía razón, pero todo se le escapó de las manos, nunca pensó en volverla a ver y cuando lo hizo, no tuvo valor en decirle la verdad, de su compromiso, porque si lo hacía la iba a perder, justo como ahora, su corazón dolía como si le clavaran un puñal, como cuando desgarras una tela con una cuchilla, debía retenerla, Pero ella aprovechó que las personas empezaron a aglomerarse para poder escapar de ahí, una lágrima corría su rostro, si tenía que desaparecer lo haría, pero aquel hombre no se enteraría de las consecuencias de aquella noche, de que aquel par de horas habían ocasionado que en su cuerpo creciera un pequeño ser, que no era culpable de sus acciones.