Cuando Regreses

04

 

ANTES DE CONTINUAR CON EL CAPÍTULO, LOS HECHOS QUE SERÁN NARRADOS, NO COINCIDIERAN CON LOS HECHOS DE LA NOVELA ANTERIOR, PUESTO QUE SON DIFERENTES NOVELAS (y no quiero forzar las escenas o que sientan saltos demasiado obligados), SOLO COINCIDIRÁN EN CIERTOS PUNTOS.

 

SEMANAS DESPUÉS

—No pueden hacerme esto, este lugar es mi vida.

—Niña, no eres nadie para decirnos que hacer con lo que nos pertenece, el viejo ya murió y somos sus únicos herederos, llevaremos este lugar a un plano diferente y cuando lo logremos lo vendemos y se acabó, empezaremos por reducir personal, traeremos verdaderos profesionales, no sé cómo mi padre tuvo este lugar tan mal administrado ni que decir de esa decoración tan paupérrima.

Ella no podía creerlo, mientras veían como bajaban el cuadro de para quien ella era su única familia, no pudo evitar llorar, mientras era abrazada por algunos empleados, que veían como su mundo está siendo derrumbado, el cuerpo del tío no estaba ni frío y ellos ya estaban destruyendo aquel mundo que por años le costó construir.

—Par de sanguijuelas es lo que son, nunca vieron por él, si estaba bien o estaba mal.

—Niña, que esperas, ve y recoge tu par de trapos y anda desalojando la cabaña, de lo contrario lanzaremos tus cosas a la calle, necesitamos desinfectar todo el lugar.

—No te desgaste, sirena, lo que tú les digas les da igual, son típicos citadinos, son ojos que ven en verde, no el hermoso lugar que están destruyendo. Ve con Mariam, mi niña, ve con ella, hazle caso a lo que te propuso. Demuéstrale a ese par de inútiles lo que vales. Tus recetas, mi niña, son de otro mundo, tienes manos bendecidas, tú deberías ser quien continúe el legado, ve con Mariam.

Artemisa suspiró profundo, se secó las lágrimas y decidió que no podía dejarse derrumbar, que debía seguir. Se lo debía al tío, sentía que debía hacer que donde estuviera se sintiera orgulloso de ella, aún recordaba la noche anterior a que le diera aquel ataque mientras dormía.

—Tío, ¿Qué hace despierto tan tarde? Debe descansar, ya se lo dijo el médico.

—El médico no sabe nada, mira qué preciosa vista.

—Nunca le pregunté cómo consiguió este lugar, aunque escuché rumores.

—Cualquier cosa que hayas oído, es verdad me gane este pedazo de cielo en la tierra, por una noche de póker.

—¿Cómo así?

—Yo era vendedor ambulante, pescador, cocinero, todo lo que surgiera, después de todo tenía una esposa y dos hijos, pues una noche el dueño de esta cabaña, un apostador sin miedo a nada ni a nadie, nunca había perdido en los dados, entonces yo le jugué a la psicología, lo distraía hacia mis trucos, no me mires así que él tampoco era una perita en dulce, andábamos empatados, así que era como de final de fotografías, los dos al mismo tiempo lanzamos los dados y ya sabes quién resulto victorioso.

—Entones, si era verdad, ganó todo esto en una apuesta.

—El hombre era un viejo cascarrabias que vivía solo, nadie iba a reclamar, además de ser un hombre de palabra, le di un cuarto al fondo, pero con el tiempo se marchó y nunca más supe de él, yo estaba concentrado en tener un sustento para mi familia, un lugar que llamar mi hogar y por eso digo que todo esto fue fácil de conseguir, pero que perduré por décadas es otra cosa, me costó adaptarme, pero lo conseguí.

—Todo por su familia.

—Todo por ellos, no importa cuán ingratos sean, que nunca vengan a verme o preguntar por mí, si me siento bien, si cómo, si duermo bien, así como lo haces tú.

—Es que, tío, eres lo único que tengo. Sin ti, no sé qué haría.

—Deja un día morir en paz a este viejo, el día que yo no este, tú seguirás adelante, le demostrarás al mundo de que estas hecha, pasaste por mucho en esta vida como para dejarte vencer, porque me reuní con San Pedro o Don Damián.

—Usted no se va a morir, tiene para rato, hierba mala, nunca muere, no es lo que siempre me dice.

—Escúchame bien y no me digas que no, si no un día no estoy, tú seguirás adelante, harás que este viejo se sienta orgulloso de ti, que la tristeza no te gane, tú estás hecha para grandes cosas.

—Está bien.

—Ya, niña majadera, ese estaba bien, es como un viejo que no jorobe la paciencia, ¿crees que nací ayer.

—¡Sirena! — gritaba Raúl, mientras la veía caminar por la orilla del mar, con una maleta sobre su espalda y los recuerdos revoloteando su mente—. Artemisa, te estoy llamando.

—Perdóname, Raúl.

—Toma, esto es de todos nosotros, tal vez no sea mucho, pero para que tengas en la capital.

—No puedo aceptarlo.

—El tío siempre decía, que con el orgullo no se come, ve tal vez encuentras al gringuito de ese día.

Las mejillas se le pusieron rojas al recordar aquella noche, donde era como si algo se hubiera apoderado de ella, como se entregó a un desconocido, solo porque su cuerpo dominaba todos sus sentidos, como a la mañana siguiente, cuando fue a buscarlo sin idea de que decirle o que hacer, a la cabaña donde se hospedaba, descubrió que se había ido, no había registro de él, puesto que había pagado en efectivo y por el loquerío que hubo por un grupo de turistas que llego en cantidad no lograron pedirle identificación, no lo culpaba, había sido una  locura, una qué debía solo guardar como un recuerdo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.