Luc
Abro los ojos de golpe en cuanto escucho el timbre de mi casa.
Tardo unos segundos en procesar dónde estoy, qué día es hoy y, básicamente, quién narices soy. Me siento algo perdido, aunque supongo que es normal teniendo en cuenta lo soñoliento que me noto. Estoy sentado en el sillón, justo delante de la tele encendida. Ayer no pude dormir, y negado a no hacer más que dar vueltas sobre la cama, me vine a ver una película. Supongo que en algún momento terminé quedándome dormido. Creo que hoy he dormido unas cuatro horas.
El timbre vuelve a sonar. Una. Dos. Tres veces. No tengo ni que abrir la puerta para saber quién ha venido a joder a estas horas de la mañana. Apago la televisión y me levanto del sofá para ir directo hacia la puerta. Nada más abrirla, Liam se escabulle y pasa por mi lado antes de que pueda bloquearle el paso. Suelto un gruñido de pura frustración.
—¿Qué estás haciendo? —No controlo el portazo que doy, ni mi mala cara cuando lo sigo hacia la cocina.
—Ser el mejor amigo del mundo. ¿Alguna objeción?
Tardo en recordar que ayer salió de fiesta con Nina y Noah. Me pregunto a qué hora habrá llegado a casa, o si al menos ha dormido algo. Lleva sus gafas de sol, así que algo me dice que no ha logrado descansar mucho. Bueno, pues ya somos dos.
—Debes tener una cara de mierda —me burlo cuando deja una bolsa sobre la encimera. Se gira para mirarme.
—Qué buen amigo eres, ¿querías ir conjuntado conmigo? Porque tú tampoco estás mucho mejor que yo. Das asco.
—Vaya. Gracias.
—Aunque no tanto asco como esta casa. Mira que yo soy un desordenado de cojones, pero es que este salón está a otro nivel. Estoy seguro de que aquí se crían cucarachas.
—Que me acabe de levantar no te salva de ganarte una patada en el trasero.
Liam analiza con una mueca el salón y la cocina. Puedo leerle la cara y saber lo que está pensando. Temo que se me vaya a ir la mano como vuelva a soltar algo. Me duele la cabeza y eso hace que tenga la mecha corta, así que a la mínima que vaya a volver a despotricar lo echaré a la fuerza. Estoy cansado, no tengo ganas de que me eche en cara lo descuidado que he estado siendo. Soy lo suficientemente consciente.
Termina soltando un suspiro, desentendiéndose del asunto. Empieza a sacar comida de la bolsa que ha traído y la va dejando en la mesa de la cocina.
—Siéntate. —Hago lo que me dice, más que nada porque no creo aguantar mucho rato en pie.
—¿A qué has venido?
—A cuidarte. Sabía que ibas a estar dormido, y no me habría gustado verte llegando tarde al trabajo. Por eso estoy aquí. Y como también sé que eres un vago de mierda y que habrías ido a trabajar sin comer nada, te he traído esto.
Veo unos cuántos donuts, dos vasos de café y un tupper lleno de trocitos de fruta. Estiro mi mano hacia lo que más me interesa, quiero llevarme algo de azúcar al estómago. Liam lo aleja de mí antes de que me haga con los donuts.
—Te dejaré probar uno si primero te comes la fruta —dice sentándose en la silla de enfrente.
—Será broma.
No dice nada, pero por su expresión seria deduzco que no. Vaya, esto se lo está tomando más en serio de lo normal. A mala gana me zampo toda la fruta. Él sonríe cuando me da mi donut como recompensa. No habla mucho, así que supongo que tengo razón y que él también está algo cansado.
—¿Qué tal os lo pasasteis ayer?
—Muy bien —dice llevándose un trozo de kiwi a la boca—. Fue divertido. ¿Te puedes creer que Nina no bebió ni una gota de alcohol? Pensé que no iba en serio cuando se lo prometió a Noah, pero parece que me equivoqué.
—Menos mal. Cuidar de ella cuando se emborracha es todo un calvario.
—Eso es porque no has visto a Noah borracho. —Arqueo mis cejas, sorprendido—. No tiene aguante para el alcohol. No sabes lo difícil que fue sacarlo del coche y ayudar a Nina a llevarlo hasta su habitación. Era un peso muerto. —Contiene su sonrisa cuando le da un sorbo al café—. Pero me lo pasé bien.
Asiento.
—¿Y tú qué? —habla de nuevo—. ¿Llevaste a Dahila a su casa de una pieza?
La mención de Dahila me azota como un látigo. Todavía puedo recordar con nitidez su cara de sorpresa cuando le hablé a Cailyn de forma tan cortante y fría. No pude pensar en otra cosa de camino al coche. Hacía mucho que no me afectaba tanto algo así.
Me estuve comiendo la cabeza hasta que le pedí perdón. Tuve que hacerlo para deshacerme de esa angustiante sensación. Y pese a que sé que Dahila no es como cualquier otra persona que haya conocido, me invadió una sensación de alivio cuando no me criticó. Creo que incluso consiguió entenderme mejor que yo.
—Por supuesto.
Con dos bocados termino de comerme mi donut y me bebo el café de tirón. Me levanto con prisa, con la seguridad de que Liam me está mirando y de que las preguntas que se está haciendo no deseo responderlas. Tampoco escucharlas. No quiero ni pensar en ello.
—Voy a ducharme. No tardo.
Me cuelo en el baño y empiezo a desnudarme. Llevo un tiempo huyendo de mi reflejo, pero esta vez no lo consigo. Me apoyo en el lavamanos y me observo en el espejo. Me frustra mirarme y no encontrarme. Es como mirar a un desconocido. Un desconocido que odio.
Todavía se me hace extraño verme tan pálido. Desde que tengo uso de razón siempre he estado revestido de un intenso moreno, después de todo me pasaba los veranos en la playa. Me paso una mano por el pelo, preguntándome si debería cortármelo un poco, como si con ese cambio de look pudiera volver a ser el de antes. Pero es mentira. No basta con eso. Tampoco conseguiría nada ganando algo de peso o volviendo a ir al gym.
Tardo cinco minutos en ducharme y dos en vestirme. Cuando vuelvo a la cocina me encuentro a Liam lavando unos platos que llevan allí sucios un par de días.
—Más te vale ser eficaz hoy en el trabajo —farfulla.