Cuando salga el sol

14 | Rumbo desconocido

El silencio reina en el coche cuando Luc enciende el motor. Estaba lo suficientemente cansada como para querer volver a casa y relajarme en el sofá, y más después de lo ocurrido con Max. Lo único que quería era tumbarme en la cama y perderme en mi lectura, pero no he podido negarme a la propuesta de Luc. Cuando le he devuelto el apretón y he dejado que me guiara hasta su coche, estaba hecha un manojo de nervios. No sé adónde quiere llevarme ni por qué, pero me encantaría descubrirlo.

—Puedes poner la música que quieras.

—¿No te molesta?

—Claro que no —responde encendiendo la radio—. Puedes elegir la emisora que quieras o poner las canciones desde tu móvil.

Lo haría, pero tardo poco en darme cuenta de que no tengo mis cosas. Ha pasado todo tan rápido que no me he dado cuenta de que he desembarcado del yate a toda pastilla. Debe estar en la bolsa que hemos traído Nina, Noah y yo junto con mi camiseta, así que me decanto por buscar algo interesante en las emisoras. Me detengo cuando Luc desbloquea su móvil con la huella dactilar y me lo da.

—Usa el mío si quieres.

Me enseña cómo conectarlo y busco la primera canción que se me viene a la cabeza: Work song de Hozier. Luc sube un poco el volumen. Me acomodo en mi asiento cuando empieza a sonar y cruzo los brazos sobre mi tripa al no tener nada con lo que cubrirme. Luc estira su brazo hacia atrás y coge la camiseta que había dejado en los asientos traseros. La deja sobre mi regazo.

—Puedes usarla si la necesitas. Nina lleva todas tus cosas en vuestra bolsa.

—Gracias.

Me desabrocho el cinturón y me pongo su camiseta. Luc me escanea con la mirada antes de volver su vista a la carretera. La sonrisa le delata. Y a mí también.

—¿Por qué has elegido esta canción?

—La descubrí ayer mientras escribía en la cafetería de Ginny. Me ayudó a terminar una escena con la que me había quedado atascada.

Esboza una sonrisa ladeada.

—Te gusta mucho la música.

—Como escritora, se convierte en mi mejor amiga. Es una de mis principales fuentes de inspiración. Junto con los libros, es la forma más sencilla y bonita de sentir cosas que a veces no logro experimentar por mi cuenta. Es una manera de descubrir, y cuando lo necesito, también de escapar. —Observo su perfil—. ¿Quieres que ponga alguna canción en especial?

—Te doy el control a ti. Estoy seguro de que conoces muchas más canciones que yo.

—¿Estás seguro? Liam me ha dicho que le has empezado a coger el gusto a la música.

—¿Eso te ha dicho? —pregunta, lanzándome una mirada fugaz—. Últimamente Liam está demasiado atento para mi gusto.

Suelto una risa divertida.

—Vamos, tiene que haber una canción que quieras escuchar. —Niega con la cabeza—. ¿Por qué no?

—Prefiero saber qué tipo de música escuchas.

A sabiendas de que no voy a conseguir que me diga nada, me rindo y me relajo contra el respaldo del asiento. Bajo un poco más la ventanilla y dejo que el viento acaricie mi rostro. Sonrío al cerrar mis ojos.

Unos minutos más tarde, tras haber salido del coche, Luc me guía a través de hierbas altas. Si no fuera por el relajante sonido de las olas, pensaría que estamos en medio de la nada. Me agarra la mano para ayudarme a bajar una cuesta y antes de que me dé cuenta, mis pies se encuentran con la arena de la playa. A veces se me olvida que Luc debe conocer Madeira Beach como la palma de su mano y que por ello es capaz de enseñarme sitios tan bonitos como este. Es una playa pequeña y encerrada entre dos pequeños cabos. A excepción de una pareja abrazada en el agua a lo lejos, somos los únicos presentes. La imagen es preciosa, unas pocas nubes frondosas juegan con los últimos colores del atardecer.

Luc estira su toalla sobre la arena y se sienta sobre ella. Me distraigo observando el reflejo del sol en el agua que se desliza sobre la arena hacia nosotros. Avanzo un poco y dejo que los dedos de mis pies se hundan en la arena húmeda. .

—¿Te gusta?

—La playa es preciosa. —Me giro un poco para mirarlo. Me examina con los ojos brillantes y la cabeza ligeramente ladeada—. ¿Puedo saber por qué me has traído aquí?

—He sentido que necesitabas esto. Por lo que ahora sé, utilizas la música y los libros como método de desconexión, pero si me dejaras, podría enseñarte a perderte en lugares tan bonitos como este. —Su sonrisa me deja hipnotizada—. Cada vez que quieras escapar, solo tienes que llamarme. No importa cuándo ni dónde.

—¿Te escaparías conmigo si te lo pidiera?

—Dahila, haría cualquier cosa que me pidieras.

El aire se me queda atascado en los pulmones. Podría haberme dicho cualquier otra persona lo mismo y me habría echado a reír, incapaz de creer en semejantes palabras. Sin embargo, todo lo que emana de él cada vez que habla es sinceridad. Cuando era más pequeña y tenía tantas ganas de conocer qué era el amor, me veía incapaz de aceptar piropos o palabras bonitas. Pensaba que si alguien me llegaba a decir algo así, sería mentira. Pero con Luc nunca me ha pasado eso, y creo que eso es lo que me cuesta aceptar, que todo lo que proviene de él es verdad.

Me vuelvo hacia el mar cuando no consigo sostenerle la mirada.

—¿Te apetece bañarte?

Sus ojos se deslizan hacia abajo y acarician lentamente mis muslos. Lucho contra la necesidad de estirar su camiseta hacia abajo para taparme.

—Creo que voy a quedarme aquí.

—Está bien, ahora vuelvo.

Me deshago de la camiseta y se la devuelvo. Luc me escanea con asombro, como si fuera la primera vez que me ve con este bikini. Abre la boca para decir algo pero no logra articular palabra. Troto hasta que el agua comienza a llegarme hasta las rodillas y no me detengo hasta que me llega por el pecho. Sumerjo la cabeza y me paso una mano por el pelo cuando la vuelvo a sacar a la superficie. Es la primera vez que me meto sola en el mar. Hasta el momento, siempre había tenido a Luc a mi lado.




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