Cuando seamos Tú y Yo

Capítulo III

Liam apenas recordaba lo que había sucedido aquella noche, su cuerpo magullado mostraba que la pelea había sido brutal a pesar de que él estuviera inconsciente la mayor parte de esta, se había confiado en sus habilidades, algo que le costó muy caro al recibir el golpe seco e imparable de uno de los grandullones de la banda.

Su cuerpo permanecía boca arriba sobre un sofá polvoriento, en una habitación grande y desgastada, no sabía cómo había llegado a ese lugar, pero si sabía que alguien de su banda lo había llevado a un lugar seguro.

Se levantó aún con un dolor punzante en su rostro especialmente en su mejilla donde el golpe se marcaba en acuarelas de colores morados, verdes y azules como una mancha en toda su piel.

–Sí que sabes golpear– dijo con una sonrisa sarcástica mientras miraba su rostro en un ventanal sucio.

Los ventanales estaban empañados de polvo, mugre y periódicos viejos, el sol ya estaba en lo alto mientras la ciudad se movía sin cesar. Liam miro su cuerpo en búsqueda de algún corte o herida que no pudiese percatar por el entumecimiento, al final no encontró nada todo estaba en su lugar, menos su mercancía el canguro en su cintura no estaba lo único que llevaba puesto eran unos jeans desgastados, unas zapatillas viejas y una camisa deteriorada por el tiempo.

Se incorporó tan rápido como pudo, busco por todos lados su pequeño canguro, dentro de él estaba la encomienda que debía haber entregado aquella noche, pero todo se salió de control cuando uno de los miembros de la banda quiso tomar el control de la misma por las fuerzas lo que desembocó en una batalla por el poder y el mandato del grupo, algo que no lo tenía sorprendido ya había peleas pendientes, pero jamás imagino que tendrían apoyo de terceros.

–No te preocupes por tu bolsita– dijo Camila cruzando por la esquina de aquel cuarto desolado –aquí esta– sostuvo la cangurera que saltaba con el movimiento de sus manos  –pensé que no podrías dormir con eso apretándote la cintura– dijo acercándose con cautela como una fiera en las sombras tras su presa, sus movimientos eran sensuales cautivadores directos al pecho y el abdomen de Liam.

–Gracias...– dijo Liam esquivando el siguiente movimiento –pero tengo que irme y creo que, si no me mato esto, lo hará…–

–Es una pena, anoche te veías tan indefenso y tranquilo que creo que esto también deberías llevarte– su sonrisa se volvió coqueta mientras sacaba un bóxer del bolsillo trasero de su jean.

Liam sintió un escalofrío en la espalda que recorrió cada fibra de su ser.

Camila se rio soltando varias carcajadas –No tienes que revisarte, no son tuyos, aunque es una pena– lanzo el bóxer a un lado –solo los encontré colgados por ahí y pensé jugártela– sonrió como si ocultara algo más en aquellos ojos cafés.

Liam tomo sus cosas despidiéndose amablemente de Camila, ella la había salvado más veces de las que podía contar, aunque hacer un trato o favor con ella era pagarlo caro, no había valor alguno que compensara lo que su mente maquinaba cuando ambos estaban solos, aunque la química entre los dos era explosiva y perfecta, él sabía que estar en este mundo donde él pisaba firme para evitar caer y ser arrastrado por los suburbios no era un mundo que se le desease a nadie.

–Ahora que recuerdo– se dijo a sí mismo mientras caminaba por las calles, esquivando autos y peatones –recuerdo que sentí– toco su pecho justo en el lugar de su corazón –era como una emoción, se sentía suave, cálido y me dio una adrenalina para hacer todo, pero después fue miedo– las palabras salían de su boca casi inaudible haciendo eco con sus pensamientos.

Se miró los brazos imaginando que se habría quemado con algo, lo que sea era suficiente para darle explicación al montón de emociones repentinas que nacían poco a poco en su ser hasta el momento que lo confundieron y en ese instante el golpe seco había apagado toda sensación contigua.

Recordar aquellas emociones que lo llenaban de felicidad era como si una explosión dentro de su ser le daba el impulso de ser invencible de acabar con el mundo si se lo propusiera.

La ciudad era un lienzo para su ser, conocía cada espacio, cada escalera, cada árbol algo que lo resaltaba casi siempre con modestia, la ciudad había sido su patio de juegos y conocía cada juguete que en ella existía.

–Pero ¿Por qué?– se detuvo en una esquina mientras se arreglaba la ropa, metía su camisa dentro del pantalón y se abrochaba el canguro por la parte trasera de su espalda perfectamente disimulada en los pliegues de la camisa.

Cuando llego a su casa, tuvo miedo de entrar apenas toco la perilla de la entrada sintió un frío aterrador que volvía a inundar su cuerpo.

–Le debo esto por lo menos– se dijo a sí mismo buscando el valor que le faltaba –a la de 3…–se dijo sin poderse convencer.

Lleno los pulmones de aire lo más que pudo, para después soltarlos lentamente mientras giraba a la par la perilla.

–¡Liam!– grito una pequeña niña de apenas 10 años –Liam, Liam, Liam, Liam– lo decía con el tono de una canción.

Liam cerro los ojos esperando el regaño de su madre y el inminente final que vendría con este.

–Mamá ¿Dónde está?– pregunto a su hermana que se aferraba a su pierna.

–Cocinando, pero está muy muy …–



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En el texto hay: decisiones, primer amor, destino elegidos

Editado: 10.08.2021

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