Cuando seamos Tú y Yo

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El humo y el alcohol se desperdigaban a la mínima señal, todo el mundo se mantenía atento a sus juegos la más mínima señal de trampa y el precio a pagar sería caro, el bar estaba al tope de maleantes, gente que desearías jamás conocer en especial que ellos jamás supieran siquiera tu nombre, un bar de mala muerte en lo profundo de la ciudad el lugar donde Gabriel estafaba a varios tontos confiados de su suerte.

–Lo siento, pero mi escalera de color dice que hoy gano yo– dijo Gabriel extendiendo el abanico de cartas sobre la mesa, había apostado todo en su última jugada las rachas de mala suerte eran su enganche para que algún ingenuo nuevo en el bar lo retara pensando que obtendría dinero fácil de un joven sin experiencia o eso era lo que aparentaba.

–¡Me engañaste maldita sabandija!– farfullo el hombretón mientras buscaba entre las cartas desperdigadas alguna que se repitiera, algún indicio de la trampa

–Espera, pero si fuiste tú el que repartió las cartas, tú me las distes. No sé cómo puedes decir que yo he hecho trampa a menos que hayas querido hacérmele a mí y no te funciono, sea como sea esto es mío– estiro los brazos juntando los billetes y monedas acumulados en un montón en el centro de la mesa.

–¡Maldito! ¡Devuélveme mi dinero!– dijo el hombretón saltando sobre Gabriel.

Gabriel empujó la mesa con sus piernas, debía tener cuidado con el botín que había ganado y en especial con la mochila junto a su pierna, mientras con los brazos espero preparado el peso del hombretón para usarlo en su contra, cuando sus brazos se acercaron a su cuello las sujeto con fuerza aplicando una maniobra de defensa aplico impulso en sus piernas levantándolo por la espalda provocando que este cayera boca arriba.

–Mira amigo has perdido, puedes hacer dos cosas: retirarte con este golpe y un dedo roto o tener los diez dedos rotos y no marcharte, tú eliges– sonrió Gabriel amenazante.

El hombretón murmuró varias blasfemias para culminar en un gruñido en señal de rendición, cuando intento retirar la mano que estaba aprisionada en las manos de Gabriel este no las soltaba.

–¡Ah! ¡Ah!– dijo Gabriel moviendo su cabeza de un lado para el otro –buena elección, pero olvidas la condición– de un movimiento rápido rompió el dedo del hombretón –listo y recuerda jamás intentar volverme a atacar– soltó la muñeca mientras el hombretón gritaba de dolor.

Gabriel tomó su botín y colgó la mochila en su espalda, se dirigió a la barra que por lo general evitaba, se había jurado no tomar nunca más. La bebida no solo le afectaba a él, sino también a su alma gemela que sufrió un accidente hace unos años mientras conducía hacia la universidad, los efectos de la borrachera se habían trasmitido a ella, desde ese día se juró no beber y que haría algo que sería lo mejor para ambos una decisión que afirmaba era la correcta de la cual jamás se arrepintió y que consistía en cortar la conexión con su alma gemela ya hace un par de años que esto pasó cuando fue voluntario en pruebas de laboratorio para la creación de la cura, tal vez tuvo suerte porque después de algunos experimentos jamás la volvió sentir o saber algo de ella, a veces se escapaba un recuerdo de ella y lo que pudieron haber sido si la vida fuese diferente o si él lo hubiera sido.

–¿Lo de siempre?– dijo el cantinero tentándolo con un par de botellas de licor fino.

–Cantinero– sonrió Gabriel –esta vez no, estoy aquí para buscar a alguien en especial–

–De seguro no era él– señalo el cantinero al hombretón que se levantaba del suelo sosteniendo el dedo roto con la otra mano –deberías tener cuidado ya tienes varios enemigos, los demás no se acercan porque no quieren con un tramposo como tú–

–Por eso te considero como a un amigo, sabes cómo hacerme sentir mejor– tomo un vaso vacío con el que jugueteo entre sus dedos.

–¿A quién dijiste que venías a ver?– se acercó el cantinero llenando el vaso con solo agua.

–Busco a alguien para venderle algunas cosas sin importancia– apunto a la mochila en su espalda –aunque podrían servirte este tipo de cosas porque te he visto servir una infinidad de bebidas con una destreza que cualquier malabarista o barista envidiaría en fin todos podríamos salir ganando–  

–Sabes que nadie gana en estos asuntos– el cantinero limpio la barra, aunque esta permanecía impecable siempre –en especial con lo último que ha pasado en la ciudad, nadie quiere ningún trato con nadie–

–¿Puedo saber que ha pasado?– Gabriel lo tomo como una exageración, la ciudad nadaba en tratos clandestinos, en juegos sucios y gente que lo apostaba todo para ganar nada.

–El tipo con el que trabajas, por ejemplo, aquel Zagan–

–Ese maldito que me hizo pasar por un montón de tonterías sin sentido, aunque la paga era buena, pero a la final en el gran golpe desapareció como si nada, de seguro la policía le tenía el rastro y en el festival lo arrestaron o se oculta como la cucaracha que es–

–Bueno esa es una de las historias no oficiales, pero digamos que sé cosas oficiales– soltó una leve sonrisa.

–Si así tengo amigos para que enemigos– saco un billete de 50 dólares del fajo que había ganado.

El cantinero lo tomo con la yema de sus dedos de manera elegante y delicada –Al parecer cierto grupo no se sintió contento con los actos de Zagan en especial, así que el día del festival atacaron su guarida, su casa, todo lo que él tenía. Ese mismo día lo desaparecieron a él y a sus camaradas después de eso era como si jamás hubieran existido, no sé cómo lo habrán hecho, pero no quedo nada, incluso sus empresas niegan conocerlo a pesar de que él las controlaba–



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En el texto hay: decisiones, primer amor, destino elegidos

Editado: 10.08.2021

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