Cuando Soles Desciendan

Capítulo 001.3

Ella suspiraba algo cansada, las bebidas casi se le caían varias veces durante la noche, la conversación de esos hombres seguía en su mente, tenía un trabajo gracias a ellos, no era nada honesto, y lastimaba a otras mujeres en el proceso.

Noto a unas cuantas de sus compañeras coqueteando con los hombres que se notaba que tenían dinero. 

Después de unas horas acabó su turno, salió del establecimiento con los párpados casi cerrándose, las calles estaban solas, sentía un pequeño temblor en el cuerpo a causa del frío.

Quería llegar a su casa y tomar una ducha. “Ojala que no esté despierta” Pensó no quería tener a la mujer que las había adoptado gritando mucho más, frunció el ceño cuando miro el cielo con algo de temor, las luces rojas siguen hay, debido a la noche no se veían con claridad.

Desvió la mirada al frente, una vez llegó a la entrada de su casa, aquel escalofrío parecido al que sentía cuando intentan propasarse con ella en el burdel, le recorrió el cuerpo al escuchar un ruido dentro.

Sus dedos temblaron mientras sostenían la llave y la ingresaba, suplicaba que su hermana menor estuviera bien.

La puerta se abrió lentamente, el olor a humedad en las pareces se sentía en la sala de estar, las manchas extrañas en estas, los cuadros con el cristal roto, en el sofa dormida se encontraba su hermana menor, su respiración tranquila, de no ser por quien tenía al lado todo estaría bien.

Aquellos ojos de pupilas amarillo exotico la miraban fijamente, trago saliva queriendo salir corriendo, su hermana estaba exenta del peligro en el cual se encontraba, el hombre a su lado sentado comodo, mientras que su hermana dormida con la cabeza en los muslos de el. 

“¿Qué hacía un hombre así en su hogar?” Se preguntó internamente.

—Te estabas tardando. —su voz gruesa sono distorsionada—Creí que tendría que hacerte venir a la fuerza. 

Ella no se atrevió a responder, sus ojos estaban fijos en su hermana. El hombre podía escuchar perfectamente los latidos acelerados de ella.

No puedo evitar sentirse incómoda, el traje que él llevaba estaba muy pulcro comparado con su ropa, una vez sus ojos pasaron por sus botas, noto algo extraño en estas, trago saliva. 

No quería imaginar en qué clase de lugar había estado este hombre, ni porque estas estaban manchadas de aquel color carmesí, un gruñido animal se escuchó en la pequeña sala de la casa, era como una piedra preciosa en medio del barro.

Tenía la necesidad de bajar la cabeza, no pudo evitarlo.

Su mano llena de anillos de diversos colores, principalmente dorado tocó la cabeza de su hermana, reprimiendo dentro de sí un grito, las pequeñas caricias que dejaba en su cabello, y el cómo jugaba con este entre sus dedos.

—¿No es triste como solo puedo verla de vez en cuando? —anuncio, una mirada extraña se podía ver en sus ojos si se prestaba atención.

—Quién… ¿Es usted? —susurro en voz baja.

Una sonrisa se extendió por su rostro, revelando unos colmillos.

—No es importante. —siguió mirando a la chica recostada junto a él.

Sus respiraciones suaves, el cómo soltaba ligeros ronquidos, le parecía encantador. 

—No tienes que preocuparte, me retiraré en un rato, cuando lo que tiene dentro se quiera ir. —afirmó a la mujer, mientras ella asentía preocupada en su lugar.

“¿Lo que tenía dentro?”

 




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