Ofrendas esa era la definición del destino de aquellas mujeres, creían que si le ofrecían algo a su líder no destruiría su ciudad, la desesperación y agonía se sentía en el ambiente, en un mundo distópico lleno de tecnología que no era rival para esas criaturas.
Sus imponentes armas hacían que cayeran muertos sus enemigos, su líder conocido por un apodo común en los libros que tanto murmuraban en los rincones, “El Alfa”, asi le decian, ningún humano terminaba de comprender, se rumoraba que era un lobo, aquella bestia aterradora que decían los libros de ficción.
La ficción en su mundo había superado la realidad, al principio todo parecía una broma de muy mal gusto para hacer marketing a una película.
Desearon que hubiera sido así. No solo eran criaturas que se decían ser inmortales, sino también avanzadas millones de años luz.
Aliens con apariencia humana, tan hipnotizantes y encantadores, colmillos afilados, trajes relucientes, y tecnología avanzada. Tenían todo lo que deseaban, o eso pensaban los humanos, no era así, tanto para dentro de si no tener nada.
El Alfa era quien estaba al mando, aquella apariencia tan deseable e hipnotizante atraía a muchos, cuando definió por azar el destino del planeta deseaban morirse, el sonido de armas siendo disparadas se volvió algo común, cualquiera en el lugar de ellos haría lo mismo.
Una granja humana, allí eran llevados algunos de los más jóvenes.
Las dos opciones que tenían todos eran denigrantes y perturbadoras, aquel ser no era alguien que se apiada de ellos, lo disfrutaba, no podían contradecirlo.
Eran comida o mascotas.
Las dos ideas igual de repugnantes, nadie quería ser devorado por un ser interdimensional, mucho menos ser la mascota de uno, denigrar a un punto tan inmoral para ellos, podrían hacer lo que quisieran con ellos.
¿Cómo librarse de aquellos actos crueles? Era imposible, encerrados en un mar de sangre, condenando su mundo a la esclavitud eterna. El gobierno era inútil, nadie pudo combatirlos al inicio, tuvieron que aceptar el destino que les tocó.