La granja era un lugar paradisíaco a simple vista, pero bajo esa fachada se escondía un horror indescriptible.
La sangre chisporroteando de la mesa de cortés, los habitantes de la famosa granja pensaban que ser elegidos era ir al cielo. Seres de poco desarrollo que no imaginaban que en realidad su destino era la muerte.
Para ellos el lugar donde habitaban era un paraíso, tenían lo que podían desear, estaban los que ellos nombraron como "los cuidadores". Máquinas de diferentes tipos y propósitos, unas más aterradoras que otras.
Humanos que creían que quienes los visitaban eran dioses, para ellos lo eran. Tan avanzados y de belleza sobrenatural, soñaban ser elegidos sin saber que su propósito era algo demasiado perturbador, los risueños niños jugaban, completamente ajenos al horror que ocurría en su propia casa.
No eran más que alimento para sus "dioses".
Los cuerpos colgaban en los cuartos fríos. Dentro de los cuartos el aire frío y el olor a sangre seca se percibía en el interior, el aire estaba helado y saturado con aquel aroma. Los cuerpos eran meticulosamente preparados, la carne era cortada con precisión y la sangre eliminada de sus sistemas.
Los "cuidadores" continuaban su macabra tarea, asegurando que la granja prosperará mientras sus oscuros designios se mantenían ocultos a los ojos de quienes la habitaban. El sombrío secreto de la granja se extendía más allá de las fronteras de “su pequeño paraíso”. Así lo llamaban los humanos. Las máquinas, percibidas como guardianes divinos, eran las herramientas utilizadas por sus crueles amos para cosechar vidas inocentes. Aquellos seres de belleza sobrenatural eran, en realidad, depredadores disfrazados de dioses.