Cuando te acuerdes de mí

BONITA

Aun ansiosa me muerdo un labio y muerdo mis uñas, Pancho aun no dice nada y yo sé más que nadie que debo de preguntarle.

— ¿Cómo…?

—Alberto me tiene bien informado sobre todo lo que pasa en la Universidad, —responde sin dejarme terminar y continúa. — presentía que ese imbécil querría acercarse a ti de nuevo, así que desde ayer mandé a hacer una averiguación en la empresa de mi abuelo, he estado trabajando ahí desde la última vez que te vi y en dichos documentos mostraba que él había sido culpado de acoso sexual más de diez veces, su familia tiene dinero y por ello no lo han podido encerrar. Así que cuando Alberto me lo dijo salí lo más rápido que pude en dirección al Observatorio. —Me explica y asiento aun tensa.

—Gracias por venir…—le logro decir con la garganta cerrada a causa del llanto que se aproxima y me volteo a la ventana para que no vea llorar, entonces él para el auto.

—Mierda Lina… ven aquí. —Me jala y me acuna en sus brazos acariciando mi espalda para calmar mis sollozos. —Ese maldito perro… no descansaré hasta verlo en una celda, yo lo voy a hundir, tranquila cariño… tal vez esté un poco retirado pero te juro que siempre estaré al pendiente de ti. — mientras él sigue hablándome yo abrazo lo más fuerte que puedo, huelo su perfume de limón amaderado y me derrito en sus brazos intentando disfrutar cada segundo en ese lugar que me gusta tanto.

—Hueles a ejecutivo… — le digo y le oigo sonreír.

—Es por que ahora soy uno. —responde un poco triste.

—Pensé que no volvería a verte antes de tu boda.

— ¿antes de mi boda? ¿Estas planeando ir a la boda?— me pregunta alejándome para verme mejor y yo asiento. — ¿pero por qué? ¿No entiendes el dolor que me causa todo esto?

—Para mí es importante, yo… creo que es parte de cerrar el ciclo, además… que clase de mejor amiga sería si no estoy en primera fila, ¿crees poderme enviar una invitación? —él se ríe irónico y negando baja la mirada, después muerde su labio y me mira.

— ¿estás completamente segura de eso?

—Muy segura, — me escucha en paz y guardamos silencio. — ¿sabes? La Universidad es aburrida sin ti. La clase del profesor Miller es genial pero sin ti parecen banales.

—Yo soy el aburrido en esa oficina, toda esa gente adulándome sin conocerme, hablando de cifras, hipotecas y más cosas de ese tipo, tu eres la afortunada… ¿sabes qué? Al diablo… vamos a una tienda y compremos todo tipo de golosinas, volvamos al auto, escuchemos música y hablemos de cosas geniales. —Me dice totalmente emocionado y se quita la corbata como si le impidiese respirar, después se deshace con fiereza del saco y lo arroja por la ventana, acto seguido se desfaja la camisa y respira disfrutando. — ¡Al fin! ¡Ya quería quitarme todo eso!

Tratando de superar lo que pasamos con Ulises nos estacionamos en una tienda nocturna, y justo como Pancho lo dijo compramos tantos dulces, chuches y bebidas como queremos, regresamos a su auto y comenzamos a platicar de tantas cosas se nos ocurren, nos reímos hasta que nuestros estómagos duelen y él abre una décima bolsa de frituras.

—Cuéntame otra cosa de la infancia…

—déjame pensar… ¡ya tengo una! Recuerdo que en nuestra época se pusieron de moda las mascotas virtuales, esos pequeños huevos que sonaban para que les dieras de comer y limpiarle cuando hacía del baño, ya sabes… había dinosaurios y monos y toda clase.

—Siempre le das vueltas al asunto…— dice riéndose de mi forma de enredar lo que le intento decir, me rio con él y sigo. —Si los conocía.

—Bueno pues yo me moría por uno de esos pero mis padres no tenían mucho dinero para comprarme uno, hasta que me lo regalaron en mi cumpleaños. — Lo veo poner esa cara de ilusión y me escucha con atención mientras come gomas. —Pues yo me volví loca y aun que esas cosas estaban prohibidas en la primaria yo lo llevé.

— ¡Pero que rebelde eras!— bromea y le doy un pequeño golpe para después seguir.

—Me acuerdo que me moría por enseñártelo, el mío era muy especial porque era más grande que uno normal y no era de ningún animal, era un niño y una niña, ansiaba que acabara la clase para el receso, pero no contaba con que la maestra más histérica del mundo nos tocara en esa clase y cuando todos guardaban silencio… mi mascota hizo ruido avisando que quería comer, todos me miraron… ellos no me importaban ¡pero la maestra! Ella tenía cara de perro y jamás he podido olvidar lo que me dijo.

— ¿Qué es lo que te dijo?

—Como si no me sintiera tan tonta en esa época ella me soltó un… “No podía esperar menos de la holgazana de la clase… ¡entrégame ese aparato ya! “




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