Cuando te acuerdes de mí

VAMPIROS Y ARPÍAS

—Pero si no me recuerdas ¿Por qué me tratas así?— pregunté mientras él me seguía abrazando, ¡era exactamente el mismo! Mi príncipe seguía ahí.

—no significa que porque yo no te recuerde tú no te acuerdes de nada… perdón por no acordarme, ¡tengo una idea! —Se endereza y me toma de los hombros. —No sé qué fue lo último que pasó pero… recapitulemos, vamos a estar un largo tiempo aquí, déjame pensar que te trajo aquí…

—Las clases de Leyendas y ocultismo…—dijimos al mismo tiempo y reímos sorprendidos.

— ¡Ya basta tortolos!, se nos hace tarde para la clase… —gritó Geraldine colgando su llamada.

— ¡Falta media hora primita!— le dijo Alberto entrando a la cafetería, ese tipo si era un típico cliché, ¡en todos los sentidos! Musculoso, cabello peinado a la moda, chamarra de cuero encima del uniforme y con un rostro de galán, caminó con cierto estilo hasta su prima y pasó su brazo por sus hombros.

—No seas pesado Alberto, si la prefecta te ve con esa chamarra te mandará castigado como ayer junto con Pancho por no peinarse. —Le dijo haciendole burla y entonces Alberto me miró como si yo fuera una de las siete maravillas del mundo.

— ¡Oh la la! ¿Pero qué cosa tan deliciosa tenemos aquí?— preguntó sentándose en la mesa frente a mí y tomó mi mano, en lo personal siempre me había caído mal, realmente no era el primo de Geraldine ya que era adoptado, aun así siempre fue incomodo ver como se coqueteaban, desde la primaria abundaban rumores sobre ellos, así que me daba cierto… asco el hombre.

—Es Lina, la mejor amiga de Pancho en la primaria. — le dijo Geraldine y de repente él se paró impresionado, ahora parecía que había mirado al diablo.

— ¿A caso hiciste un pacto con satán? ¡Qué cambio tan radical Lina! ¿Me aceptas un café esta tarde? —preguntó directo agachándose a mi medida.

—Lina odia el café Alberto… déjala, —Dijo Pancho de repente y se paró un poco molesto, lo levantó de la chamarra y lo obligó a seguirlo. — ¡Las veremos en clase, mientras pórtense bien!— Nos gritó a ambas mientras se alejaban y me regaló un guiño, para después perderse en el pasillo principal.

— ¡Pensé que nunca se irían! Son como dos niños pequeños. ¿Ya ves? Todo salió bien, Pancho es un ángel, ahora que lo de ustedes se arregló deberíamos estudiar sobre la clase de hoy, quiero que el profesor Miller me vea como alumna estrella y como tú eres una cerebrito me ayudarás. ¡Vamos al aula!

Las dos comenzamos a caminar por el pasillo tomadas del brazo, ¡vaya que las cosas habían cambiado! Ahora caminaba del brazo de Geraldine como si fuéramos las mejores amigas, y justo cuando más felices estábamos una figura excéntrica y curvilínea nos intercepta, Evonny Clark nuestra odiosa, golfa y maldita Prefecta, quien parece que solo nació para jodernos.

—Buenos días señorita Clack— dijimos las dos al unísono y ella nos siguió mirando como vil arpía.

—Parece que ustedes dos no tienen ni idea de lo que es el respeto, este pasillo tiene los salones de estudio y está totalmente prohibido hacer ruido o andar de risitas por aquí. —Nos susurró exasperada señalándonos el área de estudio donde había grandes letreros pidiendo silencio.

—Vamos Evony, no me dirás que te molesta que estas señoritas sean felices…— dijo de repente el profesor Miller salvándonos de las garras de la Arpía quien de repente al oírlo cambió de actitud, típico en ella.

— ¡Evan! No para nada, les comentaba a esas lindas chicas que pueden ocupar los salones de estudio para después de tu clase. — Inventó casi restregándose a él, justo como su reputación lo decía, como era joven y bonita se tiraba hasta el último maestro, excepto a Evan Miller, él era un ser que no se dejaba manipular. — ¡Señoritas que esperan, vayan a su salón de clases!—Nos ordenó la bruja y Geraldine y yo nos fuimos un poco molestas.

— ¡Como la odio! ¡Quisiera asfixiarla con sus implantes! —Gritó Geraldine celosa y entramos al salón con libros en mano.

Los salones eran increíbles, todos parecían un pequeño auditorio y hasta abajo se encontraba el escritorio de profesor Miller. Cuando comenzamos a buscar un lugar cercano Pancho agita su mano desde las tarimas de abajo para sentarnos con él y con Alberto.

—Te reservé un lugar conmigo Lina...—Me dice Alberto dándole golpecitos al lugar, cansada y para ya no pelear acepto, pero antes de sentarme Pancho se recorre y me quita el lugar.

—Lo siento Li es mío, pero puedes sentarte aquí. —Me señala un lugar a un lado de él y sonríe, ¿Cómo quejarme? Me siento y Geraldine a mi lado.




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