Cuando te acuerdes de mí

ROSAS

Desde que había llegado de la Universidad noté que Lisa y Lara ya no estaban, así que me apresuré y comencé por darme una ducha tranquila intentando imaginar lo imposible, antes de que Zoe apareciera solo planeaba el momento en el que Pancho me pediría matrimonio, nuestra noche de bodas, nuestros hijos… y ahora… ella había llegado a arruinar todo lo que mi mente había preparado con tanto amor. Suspiro jugando con las burbujas de jabón y después de unos minutos me salgo y miro en mi cama el hermoso vestido, pero mientras mi cabello se seca me dirijo al armario de Lisa, al abrir la puerta toda brilla, ¡es enorme! No me imaginaba nada de esto, desde afuera solo era una simple puerta.

—Esto parece el armario de Paris Hilton… —digo sola caminando observando todo con cuidado, y al bajar la mirada hay una nota sobre un armario.

—Siempre tan linda, — abro el armario de cuatro cajones y está lleno de ropa totalmente diferente a la que yo uso pero increíblemente bella, sonrió feliz y tomo los zapatos que combinan con el vestido.

Cuando veo todo puesto sobre mi cuerpo y termino los últimos detalles del cabello me miro orgullosa, es cierto que ya no soy la que era antes, antes me encontraba reprimida sin opciones, pero ahora respiro y me disfruto encontrando nuevas facetas de mí, y aun que no soy una súper modelo talla cero, mis curvas resaltan el vestido y me siento hermosa, dudo entre amarrar mi cabello y dejarlo largo, pero cuando lo amarro lo odio y lo despojo de la liga. Y es ahí cuando un claxon me distrae, bajo las escaleras con cuidado para no morir con los tacones, y cuando salgo con bolsa en mano olvido lo odioso que es Alberto quien me espera con un ramo de rosas.

—Dios mío, cada vez estoy más convencido de que quiero que seas la madre de mis hijos. —Me dice sonrojado y me extiende el ramo.

—Que lindas flores… gracias…— respondo acorralada por que no ha dicho nada con lo cual pueda callarlo u odiarlo para gritarle. — ¿Ya nos vamos?

—Sí, Geral nos espera en la camioneta belleza. —Me ofrece el brazo y mirando al cielo lo tomo, llegamos a la camioneta y Geraldine sonríe usando un perfecto vestido blanco.

—Ya sé, Ya sé es odioso ¿pero que le puedo hacer? Solo síguele la corriente, ¡por cierto, que hermoso vestido! Te vez bellísima bueno… nos vemos. —Me dice feliz y se sienta mientras Alberto arranca, y cuando todo iba perfectamente siento la mano de Alberto posarse en mi rodilla como si ya fuéramos una pareja.

— ¿En serio? Ibas muy bien… —Le suelto enojada y le clavo las uñas en la piel, él suelta un grito y sacude su mano adolorida.

—Pensé que porque me habías aceptado las rosas habías entendido que eras mi novia.

—No quiero lastimarte Alberto pero no eres mi tipo, no insistas. — Le digo y mira adelante intentando comprender. —Es solo que estoy superando lo que hubiera podido ser una hermosa relación con alguien que ahora se casará.

— ¡¿Quién es el maldito?! — pregunta ofendido y molesto.

—Primito… Lina es más del estilo de Pancho.

— ¿Pancho? ¿Pancho nuestro amigo Pancho? ¿Francisco Anand? ¿Nuestro amigo Pancho el imbécil? ¿Ese Pancho?

—Si… si él, pero ya no me hago ilusiones.

— ¿Pero por qué Pancho? ¿Qué le viste?— pregunta un poco más serio tras mi confesión.

—Pues… le vi todo, cuando éramos niños era el único que quería estar a mi lado, éramos nosotros dos contra el mundo ¿sabes? Bueno, él piensa que yo solo lo quiero como mi mejor amigo, pero desde que teníamos ocho años yo lo veía como mi héroe, siempre fue mi príncipe.

— ¿Pero entonces por qué lo dejaste?— pregunta Geraldine quien ponía atención desde atrás.

—No fue mi decisión Geral, era una niña no podía discutir con mi padre, después de una nueva escuela hubieron otras cinco y en todas lo necesitaba, jamás lo olvidé y siempre tenía la viva esperanza de que el destino nos encontrara y que los dos nos dijéramos cuando nos habíamos extrañado, que no pudiéramos vivir uno sin el otro… pero… no soy Zoe Monroe, así que Alberto, perdón, mi corazón no supera aun a Pancho y me conformo con verlo irse al altar feliz aunque no sea conmigo. —Escucho a Geraldine suspirar triste y Alberto me mira uno segundos.

—Lo siento, si me permites opinar algo nena… yo creo que en el fondo Pancho no te ha olvidado. —Me dice y lo miro en automático.

— ¿Por qué piensas eso?— le pregunto.

—Una vez hace dos años me quedé a dormir en su casa, llegamos muy ebrios, así que me quedé en su alfombra y mientras dormía comenzó a hablar, primero nada importante… granja, una credencial de socio, pero después… comenzó a decir tu nombre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.