Desperté, un poco asustado con el corazón a punto de salirse, todo mi cuerpo se encontraba bañado en sudor; con la respiración agitada como si corriera una maratón. Al parecer era una pesadilla, creo que era eso tal vez, sentir algo que se veía tan real; Es un poco difícil de creer además tocar esas pequeñas y suaves manos, entre las mías es como estar en las nubes hasta que se desvanecen y caes de una gran altura, para estrecharte con la realidad.
Siendo realista. No le presté atención a los libros, que leía acerca de los sueños; los ojeé en el colegio, en la biblioteca. No me mantenía, bajo los libros porque me sentía solo o rechazado, al contrario, tenia buenos amigos, aunque quería volver con mis antiguas amistades; que no están en esta vida.
En este momento y en él pasado es imposible, todos ellos murieron en un accidente, cuando viajaban a una excursión; a Santa Marta mis padres no me dejaron ir. Volviendo a lo que estaba en mi sueño, este de ninguna manera era una pesadilla, siendo sincero no recordaba la última parte de este; no logré comprender por qué me desperté, tan de repente bañado en sudor y con el corazón palpitando fuerte.
Por suerte no pegué uno de esos gritos, cuando era un niño de nueve años. La alarma del celular no se escuchó; pensé que lo descargué, por lo tanto, la batería está muerta. Pero caigo en la cuenta, de que el celular tiene la mitad de la carga. sentado en la cama observé el celular; esperando el sonido de la alarma me saqué de mis pensamientos.
El maullido de un gato me hace saltar, con los pelos de la piel erizada, es algo aterrador; escuchar a un gato a media noche y no de una forma tierna. No se escuchaba, ningún ruido en las calles; no se sentía un alma deambular en medio de la noche estrellada, a excepción del ladrido del perro de al lado, que no ha parado desde que ese felino me provocara un infarto.
Por el borde de la ventana, corrí un poco la cortina. Solo vi las calles iluminadas por los postes de luz, al parecer no era de día aun; el perro pasaba por la ventana persiguiendo al mismo gato, me he dado cuenta que el dueño no le aseguro bien la correa.
Por él pastor alemán no había mucho de qué preocupase, a pesar de su gran tamaño no ha matado a una mosca, el vecino compro el perro de cachorro para cuando creciera lo dejara; en el patio de la casa como guardián. El perro se llama Thor, miré la hora en el celular 12:16 pm.
Dejé el celular en una mesa de noche, que está situada al lado de mi cama, escuché que algo se ha caído en medio de la oscuridad; toqué con las manos la superficie pasando por el celular, los auriculares y mis lentes. Me di cuenta que faltaba el reloj despertador, que lo tiré al suelo, esperó que para mañana no este averiado; me acosté entre las sabanas, observando el techo, recordé que el año pasado en la navidad me quedé despierto; el 24 de diciembre con una falsa esperanza de que mamá entrará a la habitación. Para invadirla con su alegría, pero fue igual a excepción, que papá tomo el puesto de mamá de alegrarme; la intensión es lo que cuenta.
Esta vez, va a hacer un poco diferente esta navidad, cerré mis ojos esperando quedarme dormido, y poder recuperar parte del sueño que perdí; por más que lo intenté no logré, dormir. Una y otra vez di vueltas en la cama, tirando las sabanas al suelo para volverlas a recoger; al no tener ningún resultado decidí, conté ovejas. Conté una oveja, dos ovejas, tres ovejas; sentí mis parpados pesados, cuatro ovejas, escuché la alarma del celular entre las sabanas; con la canción hasta que el cuerpo aguante del mago de oz, es mi favorita entre las listas de canciones de diferentes artistas, es la única que dejé como alarma me hace sentir vivo por las mañanas al levantarme.
Escuche más luego el despertador, que calló al suelo, el sonido es bastante molesto; no me agrada para nada. Mis padres me regalaron el reloj despertador como un traído de navidad, lo compraron para levantarme más temprano y evitar las llegas tardes a las clases; cuando lo recibí me agrado bastante el diseño y es el mejor regalo de navidad, que me da mis padres, le lanzo un zapato para apagar el reloj, no sé por qué no le quite las bacterias, me conformo con el despertador del celular.
Apagué el despertador del celular, sin fijarme en la hora sé muy bien que configuré la alarma del celular, para que se active a las 6:30 am. Me levanté de la cama y me senté en el borde del colchón; con la mirada fija en un cuadro de mis padres, pintado en su primera luna de miel en Brasil; mamá me contó cómo fue la primera vez que viajaron. Cuando conocieron al Cristo Redentor del Rio de Janeiro; mamá no se cansó de contarme las mismas historias una y otra vez, entre sus risas incontrolables como la desaparición del lápiz labial de mamá y algunos dulces que papá compró en Brasil, sin darse cuenta que los pequeños ladrones andaban por todos lados.