cuando te conocí

capítulo 2

La luz, del día daba en mi rostro, sentía como el sol calentaba mi cara de a poco. Tenía mi respiración agitada, como si escalara el gran monte Everest y el oxígeno abandonara mis pulmones, los temblores que se notaba en mis manos me decían que todo esto, solo fue una pesadilla, no ingresé a la funeraria donde se encontraba mi abuela. Pensar en cómo murió, me da escalofríos; no es fácil para mí enfrentar un miedo que me sigue por toda la vida, poco a poco he logrado superar la necrofobia, al principio me pareció complicado; pero puedo pasar por un cementerio.

Para mí abuela fue mi segunda madre, que desde niño me permitía dormir en su cama cuando tenía pesadillas. El día de la noticia tanto a mi madre como a mí, se nos dañó el día, el resto de la tarde era gris para nosotros, mamá no fue la misma por unos meses; con la muerte de mi abuela, una parte de mi mamá murió no fue sencilla recuperar a mamá.

Mis recuerdos que escribí en un diario, para no olvidarme de ninguno de ellos. Todos mis pensamientos remotos; se vieron interrumpidos, abrieron la puerta de mi habitación haciendo que mi cuerpo se tensara por completo, con la mirada atenta en la puerta, pendiente de algún movimiento sospechoso que me hiciera levantarme de la cama de un salto y lanzarme por la ventana; como en las películas de acción.

Saltar por la ventana no creo que sea buena idea, lo mejor será prepararme para gritar del terror; la puerta se abre por completo dejando ver a papá con un pantalón, unas chanclas suaves al tacto acolchadas como si pisara una nube; “unas pantuflas que le regale el día del padre”. Por un momento pensé que se encontraba en su ropa interior, sacudí mi cabeza un poco sacando las imágenes. Estas cosas son contaminaciones visuales; imaginarme ver a papá en ropa interior me podía dejar ciego, en cualquier momento.

—Papá, ¿acaso estás loco? Primero se toca la puerta; antes de entrar por poco me causas un infarto del susto—

Papá levantó una ceja por mi comentario, enseguida se llevó una de sus manos a la boca; estaba a punto de estallar en risas, observé atento como el rostro de papá se tornó rojo; aguantando la risa como si tratara de retener el aire en sus pulmones hasta el límite. Primero mi sueño que se convirtió en pesadilla, por segundo el susto que papá provocó en mí, ahora solo me faltaba el toque final; que papá se riera en mi propia cara; hasta me pregunté si mis padres, me veían como un comediante que hace llorar al más amargado de la risa.

—Arango. No tienes sesenta años, para causarte un infarto— su sonrisa, se anchaba de oreja en oreja; como si fuera, el gato sonriente de Alicia, en el país de las maravillas. Lo único que pasó por mi cabeza, es la risa burlona que papá pensaba lanzarme, frente a mis propias narices; como bombas atómicas.

—Papá, no me digas que te estas burlando de mi— me cruce de brazos sosteniendo la mirada con el ceño fruncido. Las risas de papá cesaron apoco a poco; hacia el mayor esfuerzo posible por no reírse otra vez.

—¿Yo?— papá señala su pecho, con el dedo índice como si no tuviera conocimiento de que se está hablando de él. —Como se me ocurre algo así tan atroz; búrlame de mi propio hijo, eso nunca sucederá estoy seguro; como soy tu papá más gracioso del planeta—

—Mi papá más querido del mundo— carraspea un poco la garganta, saca pecho de orgullo, levanta la cabeza bien en alto, con el brillo en los ojos y una sonrisa que se dibuja en sus labios de medio lado; de esas sonrisas que solo mamá es capaz de sacar de papá con solo algunas palabras mágicas. No permitiría que mis padres me traumatizasen con sus actos pocos convencionales; me tocaba intervenir en el momento preciso, no era de esperarse que contaminaran mi pequeña cabeza infantil; por si las circunstancias lo ameritan interrumpía a mis padres en el momento que mis ojos no se les permitiría ver y mi cerebro echase humo por las imágenes recibidas.

Como se les ocurre generarme traumas en mi infancia, mamá a carcajadas, me decía que nada de esas cosas pensaban hacer delante de mí; por el contrario, papá trataba de darme charlas de educación sexual, que solo las veía asquerosas. Doy gracias a los que habitan en las alturas, por la intervención de mamá; papá quería hablarme de las relaciones, eso me parecía asqueroso.

—Estas seguro, que no te estas ¿riendo de mí?— Miré a papá a los ojos, tratando de buscar una respuesta, mientras el me observa también directo a los ojos. Si existiera un concurso de peleas de miradas, mi padre y yo ganaríamos sin ningún esfuerzo.

—De eso estoy seguro, son recuerdos del pasado que me llegan a la cabeza—

Achiqué un poco los ojos, pasé una mano por el mentón pensando en si creerle en sus recuerdos del pasado o no.




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