Me cambié el piyama que llevaba puesta, por un pantalón azul oscuro, una camiseta verde; no tenía idea si los colores combinaban bien. Enseguida me puse unas zapatillas azules para que contrasten con el pantalón, utilicé un poco de perfume, papá siempre me decía que soy exagerado por tener una estantería de perfumes que compré en unas tiendas de perfumería, la mitad lo había comprado por Internet; de una empresa de Francia; fabrican las mejores fragancias que no se pueden conseguir en Colombia.
Escuché la bocina del carro de papá, es bastante desesperante cuando nos toca que salir, es el primero que se ofrece en manejar el carro por que disfruta, agotarnos la paciencia. Ignoré la insistencia de papá; más de una vez se había burlado de mi cuando me veía salir con un zapato en la mano, la camiseta en el hombre y la pretina del pantalón sin abrochar.
—Hoy no te burlaras de mi papá, no es el mejor momento— hablé conmigo mismo en voz alta, mientras me observaba en el espejo, he quedado bastante bien; hasta me doy envidia. Guardé el celular en el bolsillo de mi pantalón, al poner un pie fuera de la habitación recuerdo que me faltaba la billetera, entré otra vez, no tenía que buscar mucho, está en la mesa de noche donde la deje ayer que llegue cansado a casa; guardé la billetera en el otro bolsillo de pantalón.
Salí de la habitación con las llaves de la casa en la mano, cerré la puerta de la habitación de un solo golpe, todavía sigo escuchando la bocina del carro de papá; no puede esperar un momento. Le dije que no demoraría mucho, por qué tanta insistencia, podemos llegar tarde por el tráfico.
Bajé las escaleras lo más rápido posible, la insistencia de papá ha sobrepasado los límites de mi paciencia, estoy que exploto; llegué al último escalón. Cerré los ojos por un momento, empiezo a contar hasta diez, me ayuda a relajarme y pensar un poco mejor, no siempre ayuda eso. Por ciertos recuerdos con Carlos Gracias que es mejor no recordarlos.
Abrí la puerta de la casa y al salir lo primero que escucho es la molesta bocina del carro, no puedo soportar un momento más. Cerré la puerta con llaves y al girarme veo a papa al volante, con la mano en la bocina listo para hacerla sonar.
—Papá ¿no puedes esperar un poco más?, por favor, mamá no se va a mover de adonde esta; estoy más que seguro—
Espero que el mundo de vueltas al revés, he despertado en un mundo bastante distinto, le hablé a papá sin hacerlo sentir tan mal; es una gran sorpresa y la veo en el rostro de asombro que ha puesto papá. No estaba preparado para su reacción, solo estaba esperando el mismo enojo de papá que tanto temor me da.
Antes que se le ocurra decir alguna palabra, me senté en el puesto del copiloto, me puse el cinturón de seguridad mi vida es primero; soy demasiado joven como para que salga volado por el frente, ni pensarlo en bromas. Papá voltea a verme con la mano apuntando al frente, tiene cara que dice a este que le está sucediendo, se subió un maniático al carro.
—Vamos mi pequeño corcel, hasta el atardecer— no obtuve ninguna respuesta por parte de papá. Volví a intentarlo otra vez.
—Enciendan motores capitán, un nuevo universo espera por nosotros— Lo único que obtuve es esa mirada extraña de papá, que me decía “qué carajo le está pasando”. La tercera es la vencida; estoy un buen rato en el carro y me parece toda una eternidad, no hemos avanzado nada solo tiene el motor del carro encendido para calentar el motor.
—Al infinito y más allá— alcé la mano a lo alto en forma de puño, con bastante energía —La damisela corre peligro— Por fin logramos avanzar, miré atrás mientras nos alejábamos poco a poco de la casa, papá es bastante cuidadoso cuando se trata de manejar, duda en subirse al carro cuando me dejan manejar. Soy más arriesgado que me he ganado los gritos de miedo en las curvas; no es para exagerar tanto.
Llevamos bastante camino recorrido, lo único que no he dejado de observar es la cara extraña que tiene papá; está rojo como un semáforo, pensé que necesitaba ir urgente a un baño. Saqué mi celular y me dispuse a buscar en el GPS algún lugar cercano con baño.
—Papá aguanta un poco— estalló en una fuerte risa que solté mi celular del susto, los demás conductores que pasaron por nuestro lado, tal vez se dieron cuenta de las carcajadas de papá —Es en serio papá— dije al levantar el celular, que vino a caer justo en mis pies —Buscando un lugar para que entraras al baño y resulta ser que te estabas reventando, de la risa—.
Nos detuvimos en un semáforo que se encontraba en rojo, el contador marcaba cada segundo; las personas aligeraban sus pasos lo más rápido antes que el contador llegara a los cinco segundos. Los vendedores de dulces y los limpia vidrios que invadían los espacios con insistencia; tenían la oportunidad de realizar sus trabajos.