Hannah-
—¿A dónde me llevas? —agito las manos para no tropezar con algo.
—Ya casi llegamos —dice cerca de mí oreja.
—Eso dijiste hace rato.
—Pues ahora sí estamos llegando —volteo los ojos.
Ojalá pudiera verme, pero esta estúpida venda no lo permite.
—¡Cuidado! —exclama acercándome a él —. ¡Casi te golpeas en la cara! ¿Acaso estás ciega?.
Me detengo.
—¡Me vendaste los ojos, imbécil! ¿Cómo se supone que veré alguna maldita cosa?.
—Ups. Lo había olvidado —suelta una risa nerviosa —. No fue una de mis mejores ideas.
—¡¿En serio lo crees?!.
Empiezo a desesperarme.
Estoy muy molesta con este idiota.
Lo escucho suspirar, lo imitó.
Quizás no debí gritarle, o casi hacerlo. Estuvo planeando toda está sorpresa y lo mínimo que puedo hacer por él, es ser paciente.
Agitó las manos caminando hacia donde creo que está él.
¿En dónde carajos está?.
—¿Taylor?.
—¿Si? —responde detrás de mí.
—¿Podrías ayudarme? No veo nada.
Escucho ramas romperse. Luego una mano se posa en mi cintura.
—¿Mejor? —su aliento golpea mi mejilla.
—Mucho mejor —sonrió —. Vamos, mi sorpresa nos espera.
Tomo su mano y comienzo a caminar hacia lo que supongo es adelante.
Taylor me sigue sin recordarse que no veo nada.
—Taylor.
—¿Si?.
—¿Estoy yendo por el camino correcto? Porque no puedo ver nada —le recuerdo.
—¡Cierto! Disculpa estaba perdido en mis pensamientos y lo olvidé —lo escucho sonreír.
¿Puede ser más idiota? No, pero aún así, es mi idiota.
—Wow.
—¿Qué pasa?.
—Parece que conseguiste un atajo, porque ya estamos aquí.
—Sabia que era increíble, pero no imaginé que tanto —me halago y él ríe —. ¿Ya puedo quitarme la venda?.
—Permíteme.
Se deshace del nudo, para luego quitarla por completo.
Parpadeo varias veces acostumbrándome a la luz.
Parece que estamos en un campo de golf. Hay trampas de arena y una linda bandera indicando que el hoyo está justo ahí.
—¿La familia de Ethan juega golf?.
—Sus primos. Pero él también juega cuando está aquí con ellos —toma mi mano y nos adentramos al campo.
—Nunca había estado en un campo de golf, solo los he visto por la televisión. Es muy hermoso.
—Si, lo es —sonríe —. No conseguirás un césped mejor cuidado que esté.
—Puedo notarlo —digo disfrutando de la sensación que me da caminar por él.
—Mira justo por allá —apunta a la distancia.
Al otro lado del campo hay una calle con un automóvil estacionado, y justo frente a ello hay una manta junto a una canasta de mimbre.
—Pensé que podríamos hacer un picnic. No es mucho, ni es tan estrambótico pero...
—Es perfecto —lo interrumpo —. Mucho más que perfecto —lo miro sonriendo.
—Me alegra escucharlo —me sonríe sinceramente —. Andando, no hay más tiempo que perder.
Jala de mi mano hacia allá.
—Preparé cupcakes. Fue lo primero que se me ocurrió —anuncia —. Espero que te gusten, sabes que nunca fui bueno en la cocina —rasca su nuca.
Me siento sobre la manta.
Tomo un cupcake de la canasta y lo llevo a mi boca.
Oh, por todos los cielos...
—¡Está delicioso! —me mira con una sonrisa forzada —. Hablo en serio, Taylor. Está delicioso.
—Solo estás mintiendo para hacerme sentir mejor —le resta importancia.
—Soy tu novia, mi trabajo no es mentirte, es ser sincera contigo. Y te aseguro que están deliciosos —tomo otro cupcake de la canasta —. Toma, pruébalo por ti mismo.
Lo agarra dándole un mordisco, abre los ojos mirándome con emoción.
—¡Están bueno! ¡No! ¡Están mucho mejor que bueno! —su voz destiñe entusiasmo.
—Eres mejor repostero lo que creías —halago.
—Es que estaba motivado —me dedica una sonrisa —. Está cita salió justo como la planee —su mirada se enfoca en el cielo —. Bueno, no exactamente como la planeé.
Miro en la misma dirección.
Un hermoso atardecer deslumbra sobre nuestras cabezas.
¿Qué hay de malo con eso?.
—No entiendo a qué te refieres con eso.
—Ya va a oscurecer. Planeaba quedarnos aquí durante horas, pero solo serán unos minutos —agacha la cabeza.
Mirarlo desanimarse hace que el sentimiento de impotencia llené mi pecho.
Desvió la vista hacia todas las direcciones. Buscando un farol, una tienda, algo que haga que Taylor recupere la alegría que tenía hace solo unos segundos. Pero no hay nada.
El farol más cercano se encuentra a unos metros de distancia, arruinando completamente mi plan.
Parece que tendremos que irnos. Lamento muchísimo no poder hacer nada para arreglarlo.
Suspiro.
Recogeremos todo, lo subiremos al auto e iremos de regreso a casa
Lo subiremos al auto... ¡El auto!.
—¿Tienes las llaves del auto? —me mira sin entender —. ¿Tienes contigo las llaves del auto?.
—Si... ¿Por qué?.
—Dame las llaves.
—¿Por qué?.
—Solo hazlo.
Las saca de su bolsillo trasero y me las extiende.
Las agarró levantandome rápidamente, corro hacia el auto. Lo abro y colocó la llave en el encendedor, lo subo ligeramente encendiendo la batería sin activar el motor, subo palanquita y las luces alumbran el lugar.
Salgo del auto dejando la puerta entreabierta.
—Esa fue una buena idea. No lo había pensado —admite.
—De repente me llegan buenas ideas —subo los hombros —. ¿Tienes suficiente dinero para comprar otra batería si está de daña? —sonríe —, solo quiero prevenirte, cabe la posibilidad que eso suceda.
—Tranquila, lo tendré presente.
Camino de nuevo hacia la manta.
—Ya que está encendida podríamos poner la radio —sugiere.
—Me gusta la idea.
Corro de regreso al auto y enciendo la radio.