Prólogo
Noviembre – 2021
Bien dicen que la hipocresía es la cara de los mediocres. La vida muchas veces nos da pruebas que debemos afrontar, pero a la vez, nos muestra el verdadero valor de las personas, y la horripilante verdadera cara de quien consideramos alguna vez, alguien de confianza.
Seth tenía las manos llenas de sangre, en la oscura noche no se podía ver bien, pero sabía que acaba de terminar con la vida de la única persona que alguna vez lo hizo sentir bien. ¿Qué haría ahora? ¿Se convertiría en un criminal huyendo de la justicia? No, si pudo ocultar la verdad antes, también lo podrá hacer ahora.
Ella jamás lograría perdonarlo, pero fue muy tonta, no debió creer que podría vengar algo que Seth consideró un error y un desliz. Debía dejarla ahí: en plena carretera a esperar que alguien la encuentre, Seth no había tocado el cuerpo, por lo que no encontrarían ninguna pista que lo ligue con la muerte. Además, él también tenía cosas por las cuáles salir invicto si lo llegaban a involucrar. Todo había sido culpa de Liz, cada mal momento en esos últimos meses, y pensar que en algún momento llegó a confiar en ella.
—Vamos, Liz —gritó triunfante Seth, guardando la navaja en el bolsillo de su pantalón—. Jamás debiste hacerlo, jamás debiste jugar conmigo —Seth se limpió la sangre casi seca en su chaqueta, y dando un suspiro intenso: comenzó a caminar un rato por el oscuro camino hacia su auto. Donde, no llegó a abrir la puerta, por el ruido del gatillo de un arma que sintió detrás de su cabeza.
—¿Creíste qué iba a dejar qué termines conmigo así? —susurró Liz a punto de desmayarse.
—Creo que debí suponerlo. —Seth no se movió y estaba listo para cualquier movimiento que haga Liz. Detrás de él, ahora se encontraba una persona testaruda y al parecer, con un poder para salir ilesa de las situaciones peligrosas.
La voz de Liz se escuchaba cansada y ahogada, pero eso no frenaba sus ganas por hacer sufrir a su mayor enemigo—. Ahora, ¿sería muy suave solo dispararte y que mueres así por así?
—Ya tienes ventaja, pero como siempre, eres alguien que no entiende que es un “ríndete”. No podrás conmigo y lo sabes, maldita desgraciada. Todo fue culpa tuya. —Seth tenía la navaja en su bolsillo y estaba listo para pelear nuevamente con aquella chica.
—No sabes cuánto te odio —gruñó llena de coraje y con la rabia y ganas de venganza pasando por cada rincón de su cuerpo.
Seth soltó una risita—. Y pensar que hace unos días me decías: “te amo”.
En una noche fría y oscura, en una carretera por la que apenas pasaban autos ¿quién iba a pensar qué se desataría el mayor misterio que llegaría a ver ese país a la mañana siguiente? Una muerte y una persona fugitiva, sin siquiera posibilidad de contar su verdad.