Capítulo I
Presente
Seth
Si algo no tolero, es a las personas que se creen saberlo todo. Tal vez he llegado a saber que antes fui así, pero me pregunto por qué nunca nadie me golpeó hasta no presumir más, pero ahora sé lo que se siente.
—Seth —me reclama Cassandra.
Muevo la cabeza, sacando pensamientos innecesarios de cabeza—. Estoy tomando las pastillas, juro que lo hago —digo rápidamente.
Cassy puso los ojos en blanco y suelta un suspiro de impaciencia—. ¿Crees qué lo hago solo por el dinero?
Me encojo de hombros—. Tal vez.
—Seth, esto se te ha salido de control, ya va un mes desde que despertaste y hasta ahora no puedo informar a la clínica que muestras algún signo de mejoría.
—No lo hagas, ya sabes que no puedo.
—Son dos cuadras, nada te cuesta. Y no solo puedes decirme en cada cita: “si tomo mis medicamentos”. Sabes que, si sigues así…
Me enderecé en mi asiento—. Cassy, es tu deber atender de la manera adecuada a tus pacientes, lo sé. Pero, no puedo simplemente salir y enfrentar a todas esas personas, juro que lo intento, pero cada que abro esa puerta, solo puedo ver mil maneras de morir.
Cassy baja su mirada y observa su libreta un momento—. Bien —dijo levantando la vista—, ¿qué has hecho estos días? Aparte de ordenar tus pastillas por colores.
Sonrío ante eso—. Bueno, he observado. Todo aburrido como siempre, la única novedad es la mudanza de los nuevos vecinos.
—¿No has visto nada más?
Sé a lo que se refiere, aunque yo quiero evitar ese tema a toda costa—. ¿Qué tan fuerte son los efectos secundarios de los medicamentos? —pregunto.
—No tan fuertes, sabes qué la pregunta es pura rutina. Pero, supondré que eso es un “NO”. Y voy a pasar a una pregunta con una respuesta que seguro obtendré.
—¿Cuál?
—¿Por qué le has dicho a Stanley que contrate a un detective? Creí decirte que por ahora…
—Ya te dije que, estoy seguro que no fue un accidente, ¿por qué desaparecerían las grabaciones?
—Tu padre quiere que hagas lo posible para olvidarte de eso y te concentres en tu recuperación mental.
—No puedo tener recuperación mental sin tener primero una respuesta de lo que pasó esa noche. Si no puedo recordar, mínimo que un detective investigue un poco.
La mañana soleada y aburrida después de la reunión con Cassy, pasó de lo más normal. Ahora, estoy luchando con las ganas de prender la televisión, algo que tengo casi prohibido. Pero no me resisto y quiero saber qué dicen las noticias, después de todo, Stan dijo que a eso de las diez van a pasar algo de nuestra televisora.
Saco mi teléfono y comienzo a llamar a Stanley, quien siempre tarda una eternidad en contestar—. ¿Qué pasoooo…amigo? —su voz es tan insoportable—. ¿Cómo sigues? Hoy tuviste la cita con la psicóloga más sexy de esta ciudad, dime…
—Cállate —contesto, enojado—. ¿En qué canal dijiste qué iban a…
Chasquea la lengua—. Ya no importa, tu papá hizo que ya no sacaran la nota, al parecer el viejo se enojó mucho porque te estaban haciendo quedar como un completo y pobre loco.
—Pero la nota se trata sobre la televisora, no sobre mí.
—Pues, al parecer cambian de ideas cada dos por tres. Pero no te molestes con tu papá, creo que lo hizo por el bien de todos, porque no nos conviene tener una reputación de mierda, ya sabes, alguien que no se acuerda ni siquiera qué estudió en la universidad, sea nuestro jefe, digamos que las cosas no resultarían nada bien. Ya han investigado y créeme, pronto descubrirán donde estuviste esos siete meses en lo que se supone nadie te vio.
—Adiós.
—Pe… —corto la llamada. Creo que por eso Cassy es tan estricta en sus prohibiciones.
¿Quién lo diría? Alguien que se graduó con los mejores honores de la universidad, terminaría encerrado en su casa con un terror inmenso a acercarse a su puerta; enfrentar la calle y sobre todo…a las personas.
“¿Veinticinco años?” “Ha conseguido mucho” “Está entre los diez más ricos” Todo eso y más recuerdo que me encantaba escuchar. Pero juro que voy a recordarlo todo.
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Sangre y más sangre en mis dedos, era lo único que brillaba bajo esa bombilla de poca luz. Un cuarto oscuro…cuarto oscuro…
—¡Cuarto oscuro! —mi pecho sube y baja por mi respiración exaltada. Me siento en la cama y cojo la libreta de mi mesita, solo era un sueño, pero igual tengo que anotarlo—. Estuve antes en un cuarto oscuro. Eso es nuevo, y tenía sangre en los dedos ¿por qué había sangre? ¿Fue de mi cabeza?
Siento un escalofrío recorrer mi nuca. Seguro esto es algo que Cassandra no quiere escuchar, pensará que esta vez recién estoy recibiendo los efectos secundarios de las pastillas – algún episodio psicótico – dijo que padecería en mi proceso de recuperación. Aquí es donde me pregunto, ¿quién quiere escuchar qué en cualquier momento puede volverse loco?